Juan Carlos Pérez Álvarez, Xabier Grandio Araujo, Jesús de la cruz y Erik Encinas

A los hijos de la DANA, unión y no partidismo

Cuando la patria exige un esfuerzo, este debe hacerse. Y la patria no es la bandera, sino esas masas de gente acudiendo a las siete de la mañana a servir de voluntarios en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Son mujeres y hombres pasando el puente de la superación de la distancia entre lo salvado y lo sacrificado por el agua traicionera. En ese elevado momento las diferencias sobran y estorban, pero era inevitable que se sucedieran actitudes políticas partidistas, que son las que se vienen arrastrando desde hace meses y hasta años. No todo vale, es momento de decir basta. Hasta aquí. No más allá. A los liderazgos, a los partidos mayoritarios en España, a los que quieren el lío para pescar en río revuelto. No es ni el momento ni el lugar. Que de normal no sería nunca, pero esto es una tragedia, una catástrofe, y hay que centrarse. Se ha pasado demasiado tiempo desde que cristalizó, fundamentalmente encima de la mitad de la Comunidad Valenciana, esta Dana, ya de infausta memoria. Damas y caballeros, no sean brutos, y recuperen lo importante: las personas, porque sin ellas las patrias no sirven ni valen de nada en absoluto.

Sabemos que hay que hacer una labor de investigación sobre cómo se llegó al momento del inicio de la DANA, pero el momento no es este. Sí, se hicieron cosas mal, y no por parte de una sola institución ni de un solo partido, pero eso, ahora, a la gente que está debajo del techo que se les ha caído sobre sus cabezas les importa un carajo. Quieren quitarse el barro de las calles, quieren desalojar el fango de sus sótanos y de sus garajes, quieren de vuelta la electricidad y la luz. Quieren el retorno de la seguridad a sus calles, quieren no depender del racionamiento, del suministro solidario de comida y agua. Quieren volver a su normalidad. Y para eso necesitan coordinación, apoyo y ayuda. Y no, no solo de la buena gente, que como en el 1957 se canalizó a través de la radio, ahora se ha hecho a través de internet y redes sociales, sino de las instituciones, y de los que las dirigen, los partidos a los que la gente votó. Era el momento del do de pecho, de su gesto patriótico, y de momento el fallo por ausencia está siendo morrocotudo por parte de todos. Una ausencia cubierta en parte por el amor ciudadano, pero no es suficiente. Dejen de pelearse, España y sus españoles, les necesitan. Habrá que enterrar en dignidad a los muertos, con empatía a sus familias, sin gestores que parezcan salidos de algún artículo de Mariano José de Larra. Hay que cuidar a esas víctimas, acompañarlas en el dolor, y procurar reponder lo perdido. Ser diligentes en las ayudas, recordando los retrasos de Lorca o La Palma, con el terremoto y el volcán. Aprender de los errores pasados, y no reproducirlos. Las necesidades son muchas, los recursos finitos, y la paciencia de los sufrientes dolientes de la catástrofe no es grande, sino pequeña, y cada vez menor. Pagan impuestos y quieren que se vea que sirvió para algo.

Es hora, pues, en Valencia y en todos los lugares donde la DANA ha hecho sus estragos, de levantar la vista, buscar, tras la retirada de las aguas, la esperanza de la ilusión de la reconstrucción. Ladrillos repuestos, en el corazón de la gente, y en sus casas remozadas, por el espíritu humano de superación. Es el momento de eso. Y lo será con o sin los partidos, con o sin las instituciones, pero si es sin, tendrá un coste. Por lo que esto es un llamado de atención: no sean un lastre, pónganse a un costado, cálcense las botas, ayuden, y ustedes, que pueden, lideren desde donde se les ha puesto, para que esto sea un bache lo menos profundo posible, y lo menos duradero posible. Y después, cuando esto sea algo pasado, en unas semanas, tal vez con el año nuevo, si quieren, hacen una comisión de investigación, en Corts o en las Cortes Generales, buscan culpas y propósito de enmienda, pero eso no toca ahora. Ahora no. El tiempo de que matarse en luchas intestinas políticas partidistas ya tendrá su momento, pero ahora lo que toca es recogimiento para los que quedan, herramientas para la superación de la crisis. Eso y nada más, es lo que es lo suyo en este tiempo, por más que, dicho sea de paso, también pueden llegar algo tarde, pero mejor desde ya, cuanto antes, pues el pueblo, si el propósito de enmienda es sincero y el arrepentimiento es de corazón, sabrá perdonar, más nunca olvidar. Hay que hacerlo por ellos.

Y honor y gloria a los voluntarios que, en todo momento, han ido a socorrer a sus hermanos. Pues ellos heredarán la tierra. Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado. Deo gratia, amen.

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