A referéndum: que el pueblo decida sobre Eurovisión
Eurovisión es un negociado demasiado importante para que la inercia de una visión de la realidad oscurezca la proyección geopolítica y de negocio que conlleva, por lo que se hace oportuno su votación, sí, como el tema de la permanencia en la OTAN, de una consulta popular. Para no secuestrar la voluntad de todos por unos pocos. Y no solo por España, sino también por la hispanidad. Por partes. La primera parte y evidente es el perro del hortelano, RTVE toma la decisión no solo por sí, sino por muchos más. Eurovisión es una plataforma de visualización de sobre 150-200 millones de almas en televisiones lineales y sobre 350 millones en streaming y redes sociales, siendo un epicentro de casi medio billón de humanos. Es uno del cogollo de eventos no deportivos más importantes del mundo. RTVE puede participar o no en el evento 70 tras haber estado 64 años ininterrumpidamente y no haberlo podido fundar por ese señor de Ferrol de voz aflautada que iba a estar mientras durase la guerra. Y cuando terminó, se quedó. Hace 50 años que se fue, nos lo recuerda constantemente RTVE. Esa decisión la toma, la de no ir a la fiesta en Viena de 2026 por si y por sus “compañeros”.
Al no participar RTVE evidentemente el festival de Benidorm se convierte en un entretenimiento premium que competirá con Maria Jesús y su acordeón y el Tom Jones de hacendado de la calle Gerona. Salvo que sirva para un resucitado festival de la OTI, donde se puede enviar a Francisco, que aún está en forma. O a Intervisión, el festival del Putin. Eso sí, este año que termina, el “representante” useño, hizo mutis por el foro. Por algo sería. También fastidia con un blackout al fan eurovisivo, muy al estilo de esos otros tiempos donde para ver a las … Artes, tipo último tango en París, pues o a Baiona o a Perpignán. A ese nivel. Pero es que al ser retransmisión en castellano, única en el marco europeo en ese idioma, a los hermanos americanos se les priva de una emisión oficial en castellano. Y es que, por supuesto, el perro del hortelano, que ni come ni deja comer, impide que otra iniciativa (la del chiquilicuatre la dejaron pasar, porque el señor de la sexta tenía conexión dentro de RTVE, pero cuando lo intentó emular Telecinco, ahí no había trifásico, y fue no), de cadena pública, autonómica seguramente, o privada, que pudiera, bien emitir el certamen y/o enviar representante. Por lo que dejará un hueco, que otros ocuparán. Sea Bulgaria, Rumanía y Moldavia, o el estreno de Canadá, si es que es invitado.
El festival siempre fue algo más que canción, más que cultura, más que un evento y ya; algunos se quedaron con una idea rancia, pero de eso nada, este festival ha sabido reinventarse, reconectar con gente joven, ser y sentirse parte de algo más grande, algo que trascendía y lo hace, fronteras, físicas, políticas, y que sumaba y suma espectadores y participantes de todas las edades, siendo una plataforma perfecta para un posicionamiento, y ejercer poder blando. Las orejeras y el pasillo cegado y anegado en el que no solo se mete RTVE, sino que mete a los demás, es una decisión demasiado importante para que se tome en un sanedrín en una mesa camilla la noche antes del sorteo de los grupos de la fase inicial del mundial 2026, del que no se retirará España porque Israel no se puede clasificar ya. Ojo, Italia puede que tampoco, por tercera vez y dudo que organice un Mundial de Resistance, estilo los JJOO alternativos que no se pudieron organizar en Barcelona en 1936 por, ya saben, eso del 18 de julio. Tampoco los equipos españoles han abandonado competencias europeas en fútbol o baloncesto. O asaltado el metropolitano, como si hicieron con la Vuelta; como en todo, hay clases. Para buscar que esto no quede en una coartada de unos pocos, la solución es fácil: que vote el pueblo, con dos preguntas, claras y directas: emisión si o no, participación si o no. Y que el pueblo, directamente, dado que hay tiempo para ello, sea el juez, jurado y en su caso verdugo. Eurovisión a Referéndum.