Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale

Abriendo paso a la independencia

Cuando desde una posición de fuerza se asume que ya es imposible detener el curso de unos acontecimientos que no son favorables, una estrategia clásica es quedarse inmóvil para frenar los tiempos y obligar a la otra parte a hacer movimientos que se puedan aprovechar para erosionarlo. Es recurso habitual cuando se carece de alternativa y ya se ha interiorizado que un nuevo escenario es ineludible; cuando ya no queda más que aferrarse a la noche pretendiendo atrasar un amanecer imparable.

La estrategia de unilateralidad del conjunto de la izquierda abertzale echó por tierra los planes del Estado de aniquilar el independentismo manteniéndolo en un escenario que les era favorable y cómodo. Roto, así, ese primer anillo, el Estado entendió que ya no era posible derrotar al MLNV y que Euskal Herria avanzaba sin remisión hacia un espacio de confrontación exclusivamente político y democrático enfocado a la independencia.

Llegado a ese punto, Madrid se propuso frenar ese nuevo escenario en ciernes. Recurrió al sabotaje, a la retórica, el fomento de la disidencia y evitar la resolución de factores clave para el cierre del ciclo anterior, principalmente las derivadas al desarme, prisioneros y represaliados en general.

Si nadie entiende el mantenimiento de la política penitenciaria y la negativa a gestionarlo en positivo hacia la paz y normalidad política, la actitud en el tema del desarme se fue convirtiendo en un escándalo incomprensible.

Resulta inconcebible que en una Europa en plena crisis de seguridad, una organización clandestina quisiera desarmarse y los afectados se negaran. Unos intentando retirar armas del terreno y España despreciándolo. ¿Como se puede entender algo semejante? La respuesta es sencilla: para frenar el arranque de un ciclo que llevaría Euskal herria a la Independencia.

Así que España podrá vender su película como quiera, pero lo que ha hecho y continua haciendo es la patente expresión de que ha interiorizado que Euskal Herria va a recuperar su soberanía. De su impotencia brota la cerrazón y la soberbia, el recurso al inmovilismo y al «hemos ganado», a modo de plegaria de auto-ayuda.

Oponiéndose a que ETA fuera una organización desarmada, el Gobierno español no pretendía más que conservar una posición de ventaja sobre los acontecimientos, seguir disponiendo de argumentos y retórica para el chantaje y prolongar la venganza carcelaria. Además, evidentemente, de tratar de detener el paso al ciclo de la independencia, de la apertura del segundo frente de liberación nacional junto a Catalunya.

Está claro que les hubiera gustado mantener el pulso por más tiempo. Pero a los arrogantes el nerviosismo les hace cometer errores que colocan la situación es su contra. Exactamente lo que ocurrió en Luhuso. Subestimaron en exceso a la sociedad vasca; evaluaron mal la reacción del pueblo vasco, su potencial creativo, imaginativo; su apuesta decidida y firme por el futuro. Más de cinco siglos ocupando nuestro país y aún no nos conocen.

El Gobierno español y su frente mediático no querían ese modelo de desarme para seguir atornilladas al «vencedores y vencidos». La presión de la sociedad, de la fuerzas políticas y sociales, de las instituciones de toda Euskal Herria, la extraordinaria labor de los «artesanos de la paz», los verificadores, la tropa voluntaria y, al final, el consentimiento del Gobierno francés se impusieron a los planes obstruccionistas y retrógrados de la «victoriosa» España.

Las cosas, pues, no salieron como pretendían. La forma como se desarrolló el desarme, la amplitud y diversidad de los agentes implicados y el arrope popular ha dado al traste con sus planes rompiendo la cómoda situación de ventaja en la que se encontraba encastillado el Gobierno español, les ha privado de elementos para el chantaje y ha frustrado la ambicionada fotografía de «vencedores y vencidos», la moderna reedición del bando fascista «desarmado y vencido» con el que soñaban.

Por mucha verborrea y despliegue de medios, la realidad no ha resultado como querían. La propaganda puede construir un cuento falsificado, pero, a la postre, es el propio discurrir de los acontecimientos de la mano de la sociedad lo que verdaderamente escribe el relato de la historia.

Durante decenios, los mercenarios de la palabra oral y escrita, con su potencial mediático, recursos económicos y la cobertura de todo un Estado no fueron capaces de imponer en el día a día su versión de la realidad. Ahora quieren reciclarse para reescribirnos el pasado a la mayor gloria de la «Patria que los parió». Pero España ni nos va a escribir el guión ni dictará el epílogo.

Demasiado afán por imponerse sobre la evidencia de la realidad. Si ETA hubiera sido derrotada, si la izquierda abertzale hubiera sido doblegada y domesticada, si nos hubiéramos refugiado en el victimismo; en definitiva, si fuera tan evidente que el Estado ha ganado y que decenios de lucha por Euska Herria y la libertad han sido aniquilados y arrojados a la ignominia, ¿para que tanto machaqueo con que son los vencedores?

Curiosamente, ahora resulta que quienes siempre negaron la existencia de un conflicto son quienes se expresan en términos de conflicto bélico. Ellos mismos se descubren en sus mentiras haciendo aflorar las falsedades sobre las que se sustentan.

Lo pinten como lo pinten, los hechos se han desarrollado de manera contraria a los deseos del Gobierno del PP. De ahí los rostros de rabia difícilmente disimulada de los líderes del partido de Rajoy y sus ministros de España aquel 8 de abril. ¡Esas sí eran caras de derrotados! Y todo mientras la sociedad vasca se congratulaba por la iniciativa de desarme de ETA y hasta se sentía protagonista de la histórica jornada. No es un abismo lo que hay entre la metrópoli y Euskal Herria, es un universo entero.

Y seguimos desbrozando el camino mientras avanzamos a la independencia. Son dos tareas simultáneas para alcanzar los objetivos de liberación nacional y social. Hemos andado ya tramos importantes que nos van colocando en buena situación sobre el terreno. Pero aún queda trabajo para  asentar el escenario de paz y normalidad política que reclama la sociedad vasca y con lo que en la izquierda abertzale estamos comprometidos.

Vamos avanzando en la superación del ciclo anterior, pero sobre el tablero vasco permanecen rémoras que hacen que aún no podamos hablar de una situación de plena normalidad y paz.

Por nuestro país siguen campando efectivos policiales y militares españoles cumpliendo el papel de auténticas fuerzas de ocupación. Su presencia, atosigante en algunos lugares, intimida e incordia a la población al tiempo que se muestra como una amenaza real desplegada sobre el terreno contra el independentismo. El objetivo de esos contingentes es remarcar la soberanía española y coaccionar a quienes pretendan cuestionarla. Es exactamente la misma función que se cumple en los territorios ocupados.

Una vez más, los actos de España en Euskal Herria definen su carácter antidemocrático y colonial; y eso es absolutamente incompatible con un escenario de paz y normalidad política. Por eso es una necesidad imperiosa y urgente que comiencen a abandonar nuestro país esas fuerzas ocupantes.

La voluntad de la sociedad vasca no se puede ver coaccionada, intimidada y amenazada por unos contingentes armados españoles que se mantienen sobre el terreno única y exclusivamente como una sombra acechante contra el independentismo.

Además de la retirada de las fuerzas de ocupación, la paz y la normalidad precisan de manera inexcusable la libertad de los prisioneros y el regreso de exiliados y deportados.

Como hemos dicho, vamos desbrozando el camino a la independencia y consolidando el escenario de  normalidad y paz en democracia. En esa tarea, la retirada de las fuerzas de ocupación, la libertad de los prisioneros y el retorno de los exiliados y deportados son objetivos en los que debemos comprometernos con firmeza. No son sólo reclamaciones democráticas sino que están mayoritariamente asumidas por la sociedad vasca.

Estamos escribiendo la realidad con páginas de lucha y avances hacia la paz y la normalidad en el camino a la independencia. Estamos escribiendo el futuro.

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