Ainhoa Beola
Juntera de EH Bildu en las Juntas Generales de Gipuzkoa

Agresiones sexistas

Hay quien piensa que el verano, del mismo modo que los montes se llenan de caminantes, las calles de sandalias con calcetines blancos y las playas de picaduras de medusas, es también tiempo de agresiones sexistas, como si de un mal de temporada se tratase.

Y hay quien piensa que el alcohol, la bulla y la fiesta son las razones por las que aumentan estas situaciones, presumiblemente puntuales, sin plantearse siquiera que, en espacios multitudinarios, precisamente, se multiplica lo que de por sí ya viene ocurriendo.

La salmonelosis ideológica nos ataca, con alarmadas voces de representantes institucionales ante tanta agresión sexista estival, sin que les genere sarpullido ético alguno el hecho de seguir dando la espalda a la participación paritaria de mujeres y hombres en las fiestas (como en los Alardes de Irun y Hondarribia). Si esto no fuese suficiente, tertulias llenas de pensantes parlantes dicen no entender qué pasa para que aumenten las agresiones, habiendo olvidado que, a lo largo del año, expresiones sexistas, actitudes discriminatorias y contenidos comunicativos irresponsables propi- cian dichas agresiones.

Se llega a hablar de lacras y epidemias, como si de procesos naturales imposibles de controlar se tratasen, y se elude la responsabilidad de cada quien en la perpetuación de un sistema que estructuralmente sigue generando múltiples violencias contra las mujeres, y donde las y los pensantes mencionados tienen responsabilidad directa.

Ante este cúmulo de despropósitos a la hora de abordar lo que ocurre con la violencia machista y sus agresiones sexistas, es el momento de dejar claro que el sistema patriarcal imperante –con los valores de la masculinidad más retrógrada basada en la fuerza física, el control, la propiedad y la imposición sobre la otra persona– pretende tener en su reverso a mujeres sumisas, controladas, calladas, dependientes y silenciosas cuidadoras. Y cuando el reverso no ofrece esa imagen, comienza a ejercer el último estadio de la violencia machista, que es la agresión sexual y física.

Son múltiples las expresiones de micro y macroviolencia que el modelo patriarcal en el que se basa nuestra sociedad presenta. Como múltiples son las y los actores que la amparan o ejercen. Y pongamos ejemplos de viva actualidad.

Es violencia institucional contra las mujeres negar el reconocimiento público a los alardes paritarios, por el hecho de que mujeres y hombres hayan decidido participar de forma igualitaria y compartida en unas fiestas. El diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, ha declarado que no asistirá el martes en Hondarribia a la recepción de los alardes porque dice respetar ambos, y no querer tensionar las cosas. Equiparar una expresión festiva inclusiva con otra que impide la participación en igualdad; oponerse durante veinte años a recepcionar a un alarde igualitario; recibir, y aceptar, el aplauso de quienes prohíben la participación de las mujeres; dar la espalda ante una expresión nítida de lo que es una agresión sexista… Ese es el comportamiento de los máximos representantes institucionales de Irun, Hondarribia, la Diputación de Gipuzkoa y las Juntas Generales.

También es violencia machista, y son agresiones sexistas, declaraciones continuas por parte de representantes eclesiales, comunicativos y políticos que pretenden controlar el cuerpo de la mujer y su libertad sexual, que criminalizan la lucha feminista o, a cada rato, insultan, degradan y menosprecian a las mujeres, sin que sean expulsados automáticamente.

Existen violencias laborales que el sistema productivo genera, la patronal promueve y los sindicatos apenas pueden combatir, en forma de precariedad laboral, trabajo no remunerado y ocupación máxima del desempleo. Y también sufrimos las violencias asistenciales que el sistema reproductivo genera, el productivo refuerza y las instituciones estabilizan, en forma de ayudas a la dependencia indignas, labores de cuidados invisibilizados y no remunerados, políticas familiaristas y feminización de los cuidados y del mantenimiento de la vida.

Violencia de medios de comunicación que admiten con medias sonrisas declaraciones, intervenciones o colaboraciones sexistas, introducen contenidos claramente excluyentes y tratan de forma amarillista la violencia machista.

Y seguiríamos por las microviolencias del control sobre las redes sociales, las amistades o la forma de vestir y comportarse que las generaciones más jóvenes están reproduciendo o recibiendo; las de los clubes deportivos (con diferenciadas condi- ciones a los y las deportistas) o el uso sexista de los juegos, el ocio y las últimas tecnologías.

Terminaremos con la violencia machista y las agresiones sexistas cuando comencemos a reconstruir la sociedad en la que vivimos desde valores de equidad, igualdad y libertad, más allá de las palabras, con hechos. Y desde el momento en que los mencionados actores dejen de generar violencia y comiencen a generar derechos humanos para todas y todos.

Recherche