Guzmán Ruiz Garro
Analista económico

Akrasia, covid-19 y Confucio

Si el confucianismo aporta el valor de la cultura del esfuerzo y de la educación, y si estos contribuyen a paliar la decadencia occidental, ya no me parece tan descabellado considerar algunas de las alternativas asiáticas para enfrentar el neoliberalismo.

Visto el gozo y el alborozo con el que se aplica una parte importante de nuestra sociedad en fiestas, celebraciones y quehaceres diarios, en esta fase llamada de nueva normalidad parece constatable que los seres racionales nos comportamos en contra del conocimiento de lo que es bueno.

Faiblesse de la volonté, o fenómeno de la acción humana intencional según el cual una persona, capaz de obrar según el entendimiento de lo que es correcto, o de acuerdo con su buen juicio, actúa, sin embargo, en contra de él.

Cuesta asimilar que, desde el mismo momento en que se han levantaron las restricciones de movimiento por la covid-19 y en esta etapa divergente, se haya desencadenado una especie de trastorno explosivo, con episodios de conductas impulsivas y pérdida de autocontrol, un empuje empeñado en desafiar a la prescripción de la realidad.

Y no es que sea nuevo subirse por las farolas, o arrastrar al asno colgado del cuello hasta el campanario para herbajar, lo preocupante es el olvido y/o banalización de los efectos de una pandemia que supera ya con creces el medio millón de muertos, que socava los cimientos del sistema productivo, que agudiza las miserias propiciadas por la ideología neoliberal que no solamente vacía nuestros bolsillos, sino que, al parecer, desactiva en las mentes el gen de la solidaridad y el compromiso. La akrasia, dejar de hacer lo que es vital, es pues tan pandémica como la covid.

Culpabilizar siempre a la clase política poco dada a contrariar a los potenciales votantes, transferir nuestras responsabilidades sociales, no sirve como coartada para no usar las mascarillas, aunque las autoridades sanitarias nos hayan mentido sobre su valor profiláctico. Y sí que ha reinado el confusionismo porque, en lugar de reconocer que no había recursos, nos han mareado con eso y con la distancia social, que según con quien pactasen las prórrogas del decreto, pasaba de los dos metros al metro y medio como si el virus portarse un patrón para atizar a los incumplidores.

Después de sobrellevar como todos la falta de claridad intencionada en el discurso oficial, me dio por pensar en cómo gestionan los estragos de la pandemia en China y Corea, y no siendo muy de Confucio, pensé que, entre confusionismo y confucianismo, igual me quedaba con este último.

Y siendo objetivos, tengo que aceptar que esta corriente ideológica oriental que profesa el altruismo, la honradez y la decencia, y que se conjuga con la responsabilidad social y la autodisciplina, me ha resultado mucho más seductora que el ego occidental fundamentado en la personalidad dominante y competitiva. Un individualismo que se concreta en el liberalismo económico y político. Ante la tragedia, Confucio nos gana por goleada.

No olvidemos que los conceptos de Yin y Yang representan algo similar al materialismo dialéctico y a la lucha de los contrarios.

Si el confucianismo aporta el valor de la cultura del esfuerzo y de la educación, y si estos contribuyen a paliar la decadencia occidental, ya no me parece tan descabellado considerar algunas de las alternativas asiáticas para enfrentar el neoliberalismo.

Del axioma de servir al pueblo a la proposición cierta de contribuir a la sociedad y olvidarse del interés propio, no se marca distancia, salvo que pensemos que lo descrito es una invención jesuita como el nombre de Confucio: latinizaron el apelativo chino Kong Fuzi que significa maestro Kong (su apellido). El ismo se debe a una disciplina desarrollada en el mundo académico europeo durante la segunda mitad del siglo XIX. Ahí lo dejo.

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