Antonio Alvarez-Solís
Periodista

Anarquía y anarquismo

La anarquía actual es lujo de ricos que todo lo compran y de políticos que todo lo venden

La política española ha llegado a un grado tal de descomposición ideológica, de vacuidad, que es imposible, mediante unas simples elecciones, lograr un parlamento efectivo. Ante el electorado no hay programas que inciten el sufragio; que signifiquen a las formaciones. Hablar de derecha e izquierda es una forma de acomodar físicamente a los diputados en el salón de sesiones. ¿Cómo distinguir la izquierda de la derecha? Lo que un murciano entiende como izquierda es un aporte de la derecha en Aragón. En tal trance el centro es una entelequia, ya que el centro ha sido tradicionalmente un ámbito transaccional, un suelo de encuentro; un lugar de afinamiento de las ideas de cara a una difícil convivencia política. Pero como las ideas no existen el centro es únicamente marco de fijación de los inidentificables; es el vestuario donde guardan sus ideas electos inconcretos en un teatro vacío. Por su parte las autonomías no funcionan como vasos de comunicación primaria de los partidos con la calle sino que contribuyen a aumentar la nebulosidad en esos partidos. El resumen de esta confusión es que el voto constituye una pieza suelta en esta algarabía de sujetos que hacen tirabuzones con la política convertida en  Monte de Piedad si acaso o, frecuentemente, en caja de reparto de beneficios entre familias en su concepto más aborrecible.

En suma, España se consume, hace ya largos años, en una anarquía de calidad detestable, protagonizada por destartalados anarquistas que ignoran incluso que lo son. Sobre este fondo me decía un apenado e ilustrado amigo con el que cursé carrera: «No hay remedio, España es anarquista». Pues, no. España no es anarquista sino anárquica. Quiero añadir dos palabras a esto que me duele.

Sí, soy anarquista. No quepo en las leyes actuales, en las políticas del siglo, en los moldes de la sociedad abatida. Pero ese anarquismo se ajusta a los tres principios salvíficos que definen al anarquismo de alma limpia: creo en la libertad universal (es decir para todos y en todo), en la igualdad absoluta (es decir, no pactada sino sustancial), en la justicia permanente (es decir, la que respeta la integridad moral e intelectual del ser humano «que dice»). «Decir» es decir con claridad ante el horizonte humano.

Como buen anarquista rechazo la anarquía, que consiste en tres manifestaciones que repugno: la demoledora verticalidad del orden (esto es, el imperio de los hechos arrolladores del pensamiento germinal), la fuerza como triste fórmula del esfuerzo (la norma axiomática como arma del poder), el debate como grito (o la audición basada en el ensordecimiento del ciudadano).

Como anarquista soy radical, pues, en la protección de tres deseos fundantes: la fe íntima como inobjetable, la cultura como raíz intocable de la personalidad de individuos y pueblos y la concepción económica como herramienta de un mundo hermosamente libre de vaguadas. En Barcelona existe, una sugestiva plaza, la “Plaza del Sol”, que esparce o esparcía, espero, su bonhomía por todo el barrio de Gracia, corazón sereno de la gran urbe. En ella se rendía culto al mejor anarquismo, incluso y con el debido resguardo, en tiempos de la bestia franquista. Un anarquismo que cultivaba ya entonces algo hermoso: una dialéctica esencial, sin sombra de intención recesiva del otro. En primavera y otoño abunda en la Plaza del Sol una luz caliente y amable. A veces me reunía con viejos libertarios que habían sobrevivido al Leviatán y hablábamos del «hombre» con el tono de un evangelio generado en la amistad y el humilde saber del mundo. Allí tuve acceso a la memoria de Ferrer Guardia, de quien se dice que con su «Escuela Moderna» adaptó con rigor la tradición humanista rousseaunia al librepensamiento de Pi i Margall, apóstol de un federalismo de inolvidable memoria que lideró por breve tiempo el sueño integrador de la primera República Federal Española, rematada «in vitro» por la fuerza pública en el salón de sesiones del Parlamento de Madrid. Pedagogo insigne, Ferrer Guardia fue fusilado en los fosos de Montjuich tras la Semana Trágica de Barcelona, levantamiento popular contra la decisión del Gobierno Maura de enviar nuevas levas de reservistas catalanes al matadero del Rif –en esta ocasión, de trabajadores muchos de ellos ya padres de familia– que no podían liberarse del servicio militar como los chicos de buena familia acogiéndose a la redención en metálico del servicio a la «patria». Ferrer era inocente del alzamiento popular y Europa se revolvió contra su muerte. Esto me lo contó quien vio llorar a Maura por la traición del rey Alfonso XIII, que obligó al severo mallorquín a inmisericordia frente a Catalunya y luego, para salvar la Corona, lo sacrificó como gobernante ahíto de ferocidad. Maura nunca se repuso de esta puñalada por la espalda. ¿Creer en reyes? Solo en los que vienen de Oriente y se esfuman a la amanecida.

Cuento estas historias porque mi viejo corazón anarquista me empuja a reclamar un poder que no se hunda en la anarquía actual, que es lujo de ricos que todo lo compran y de políticos que todo lo venden. Vivimos una hora  en que la falsedad se alza con ira desde el solio. La fiereza de Madrid siempre se apaga en la frontera de lo honesto, a la que teme, y ante la condena del poderoso, que indica su ruina. Ahora mismo todos se empujan en la capital del Estado para señalar al «otro», que es el culpable.

Todos los días abro el periódico, enciendo la televisión, escucho la radio y asisto en mi teléfono a las escandalizadas voces porque un pueblo ha vuelto a encontrarse a sí mismo, aunque en colisión contra un muro que prefiere imperio a libertad, cárcel a justicia, dicterios a razones. Un pueblo donde el anarquismo siempre fue mucho más que anarquía, polvo que tuve en mi mano durante la terrible cuarentena española y que siguen levantando los que cazan con halcón de cetrería ¿Pensaban los españoles que había pasado el tiempo revuelto? No hay nada tan triste como esperar con ambición pequeña. Lo grave de la ceniza es que quienes disponen de ella pueden apretarla con su badila hasta reavivar el rescoldo ¿Por qué esta noticia leída en “El País”?: «El exjefe del ejército que fichó Vox acusa a Sánchez de ser un peligro para la seguridad nacional». Y sigue un breve recuento de exmilitares de alto empleo ya retirados y ahora alojados en la misma formación política ¿Es noticia esa noticia? ¿Por qué esa noticia? ¿Qué color tiene el Leviatán?

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