José Ramón López de Abetxuko Likiniano

Aportación a la construcción del relato

Nuestra aportación al relato la debemos hacer sin complejos, reconociendo los errores que se hayan podido cometer pero también contando la valiosa y determinante aportación de una gran parte de la sociedad de Euskal Herria a la par que miles de personas voluntarias de forma generosa y con un sufrimiento impagable han entregado lo más valioso de su existencia.

A pesar de que la situación pandémica tan dramática y sus graves consecuencias que nos ha tocado vivir parece que eclipsan, o al menos relegan, algunos problemas a puestos donde quedan aparcados e incluso olvidados, es tiempo también de retomar asignaturas pendientes para entender más correctamente algunas claves de lo que acontece y sus derivadas en lo que se ha dado en llamar el relato. Son episodios relativamente recientes para una gran parte de nuestra sociedad, que todavía los conserva frescos en su memoria y nítidos en sus retinas, y cuyas consecuencias todavía se siguen injustamente sufriendo y siguen presentes en nuestra sociedad. Es tiempo de hacer pedagogía o, al menos, incidir para no olvidar, no podemos dejar que con el paso del tiempo el relato lo escriban los verdugos desde sus despachos y laboratorios para, al objeto de homologar y blanquear sus trayectorias, confundir y eludir responsabilidades endosándoselas al adversario.

Hay que transcribirlo con total objetividad, sin eludir las propias responsabilidades en las consecuencias, pero con absoluto rigor en el diagnóstico y lectura del contexto en los orígenes del conflicto, así como en los objetivos e inercias en su mantenimiento. Esto es algo primordial para tratar de restañar heridas y eliminar recelos, además de que sin duda alguna pasará a formar parte de nuestra historia transmitiéndose a generaciones venideras, y porque se lo debemos a la sociedad.

Además, hay que dejar patente con claridad meridiana que no todos gozamos de las mismas libertades y oportunidades. Mientras una de las partes puede decir y contar lo que quiera sin ningún tipo de rigor, pudiendo falsear clara e impunemente los hechos y ocultando sus desmanes e injusticias amparándose una y otra vez en su tan manida aplicación de su Justicia, que no deja de ser un burdo disfraz para la venganza, la otra parte no puede ni tan siquiera exponer su análisis sobre los orígenes que pueda esclarecer el embrión y duración en el tiempo del conflicto, así como su arraigo político y social en Euskal Herria, y no lo puede hacer porque sacarían del cajón de su Justicia alguna de las muchas leyes creadas ad hoc para imputarle y condenarle de forma severa por asociación, colaboración o pertenencia a banda armada, o simplemente por haber importunado o contradicho al «señorito».

Por muy veraz, documentado y contrastado que fuera su relato, juegan con las cartas marcadas al más puro estilo trilero. Solo hay que ver las ingentes cantidades de dinero que gastan en la difusión en medios públicos y privados de libros o libelos, películas, reportajes, etc., con premios incluidos, para imponer su versión, distorsionando la realidad histórica, generando una narrativa made in Spain con mezcla de auto-ficción y fantasía, donde el autor se recrea para que su relato sea acorde con el de quien le subvenciona. Parafraseando al ya fallecido cantautor argentino Rafael Amor en una de sus canciones, «Yo en patas y hambreando soy la violencia, ellos armados hasta los dientes son la paz…».

No podemos dejar en manos de los que llevan toda su vida mintiendo y falseando la historia que cuenten otra patraña más. Los que propiciaron el golpe de estado militar del 36 y lo han socializado como «guerra civil», los que dijeron que Gernika había sido bombardeada por los propios vascos, los que tras el fallecimiento del dictador Franco en el año 1975 pasaron de la noche a la mañana a ser demócratas (qué sarcasmo su tan manido mantra «nosotros los demócratas») por mor de lo que les gusta llamar transición modélica y democrática vienen a decir que se disparaba al aire aunque con posterioridad aparecieran cadáveres en el asfalto, que los cuerpos de seguridad y los aparatos del estado en sus más altas esferas no tenían nada que ver con el terrorismo del GAL, BVE, Triple A, etc., así como que militantes desaparecidos y aparecidos, o no, tiempo más tarde (caso Lasa y Zabala) en lamentables condiciones, lo habían sido por accidentes o actos voluntarios de su entorno. Y así innumerables mentiras, como que los atentados del 11-M los realizó ETA y que los miles de torturados de este País se infligían ellos mismos los malos tratos siguiendo un manual establecido, y tantos y tantos hechos exentos de objetividad y cargados de arrogancia al objeto de imponer un relato totalmente manipulado para conseguir una dominación política y moral que les ha sido negada por la realidad de siglos de historia. Acaban de conocerse a través de documentos desclasificados de la CIA tanto la implicación como la identidad de aquel que diseñó el GAL, lo que no ha sido más que la constatación de aquello que ya sabíamos, que la famosa X pertenecía a Felipe González Márquez, a la sazón presidente del Gobierno español de la época, pero incluso después de haber llegado dichos informes, los partidos involucrados en el organigrama y planificación de la guerra sucia, así como los que por su discreción obtuvieron como pago prebendas y beneficios personales, siguen negándose a abrir una investigación institucional. No es nuevo lograr las conquistas de los pueblos por medio de la asimilación cultural, lingüística, etc., pero sobre todo por la manipulación e imposición de la historia parcial contada por la parte dominante.

Los hechos demuestran que su objetivo no es contar la verdad de manera objetiva, sino obtener una victoria que no han podido conseguir por ningún otro medio, aplicando la máxima de Goebbels «una mentira contada mil veces se convierte en una verdad». Lo estamos comprobando en la actual ofensiva, ésta sí fascista de manual, que se aprovecha de la crisis económica, sanitaria o social para imponer su tiranía y laminar derechos manipulando informes, tergiversando la realidad, y buscar crispación en vez de aportar soluciones.

Nuestra aportación al relato la debemos hacer sin complejos, reconociendo los errores que se hayan podido cometer pero también contando la valiosa y determinante aportación de una gran parte de la sociedad de Euskal Herria a la par que miles de personas voluntarias de forma generosa y con un sufrimiento impagable han entregado lo más valioso de su existencia: prometedores futuros, juventud, familia, etc., sin ningún interés en la obtención de rédito personal, luchando únicamente por la recuperación de la identidad nacional que la dictadura franquista se estaba encargando de destruir persiguiendo el idioma y la propia idiosincrasia del pueblo euskaldun. Lo que provocó la toma de decisiones que desembocaron en lo que se ha venido llamando «conflicto vasco», cuando lo más correcto, y los hechos así lo demuestran, sería denominarlo consecuencias del «histórico conflicto español».

Nos merecemos y Euskal Herria se merece conocer la verdad de nuestra historia con todos los matices a que haya lugar, pero sin falsedades o distorsiones que modifiquen su realidad, por la consecución de una sociedad más justa, libre, respetuosa con el medio ambiente e igualitaria, con empoderamiento para recuperar los derechos que le permitan decidir su futuro como pueblo sin imposiciones externas con sesgos imperialistas y, por supuesto, compartiendo con el resto de pueblos en su humildad sus aciertos, desatinos y trabajo al objeto de participar en la construcción de un futuro mejor.

No podemos permitir que el relato lo conviertan en un cuento. Como escribió Antonio Machado, «Tu verdad no, la verdad, y vayamos juntos a encontrarla». Quien quiere hacer algo, encuentra el medio. Quien no, la excusa.

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