David Viloria Otxaran
Gasteiz

Atropellar a un ciclista y darte a la fuga: 400 euros

Cualquier enajenado que se precie puede liberar su confinada ansiedad conduciendo su coche y atropellando a un ciclista, para después darse a la fuga. Le saldrá a cuenta, pues el peso de la ley caerá en forma de una cómplice palmadita en sus anchas espaldas.

Son las 22:00 de la noche cuando suena el teléfono, es Andrea. Con voz temblorosa y nerviosa me dice que le ha atropellado un coche. Sin perder tiempo salgo de casa y me dirijo al lugar del accidente. De lejos veo las luces de la ambulancia y un tumulto de unas 12 personas. Después de verla y cruzar unas palabras con ella para intentar tranquilizarla salgo de la ambulancia porque le están atendiendo los sanitarios y al instante se me acerca una persona. Lleva un trozo de papel en las manos que agarra con fuerza y me explica que lo ha visto todo, cómo un coche que circulaba a gran velocidad ha entrado en la rotonda y se ha llevado por delante a una ciclista. Incrédulo, observa cómo el causante del atropello acelera y no se detiene para socorrerla. Sin pensárselo dos veces ha perseguido con su coche al sinvergüenza tres o cuatro calles hasta que lo ha perdido, no sin antes haber apuntado su matrícula en ese pedazo de papel. Otro joven se acerca a mí con un retrovisor en la mano, ha salido volando cuando ha golpeado contra la espalda de Andrea. Tras unos minutos de desconcierto y nervios llega una patrulla de policía local. Por fin, pienso, me apresuro para facilitarle la matrícula pensando que en ese momento activarían una operación de búsqueda para detenerle, hacerle las pruebas pertinentes y tomarle declaración.

Esa noche la pasamos en urgencias para comprobar que no tiene nada grave más allá de contusiones por todo el cuerpo. Una vez en casa esperamos la llamada de la policía tal y como nos dijo la patrulla que se personó en el lugar. 24h después del atropello nos llama el agente que realizó el atestado, resulta que el cambio de turno en la policía es a las 22:00. Mi chica pone el altavoz del móvil para que yo pueda escuchar lo que llevamos todo un día esperando oír. Se apresura a preguntarle: «¿le habéis detenido? ¿Le habéis detenido?...», y el agente contesta: «le hemos llamando por teléfono pero no hemos contactado con él».

En ese momento nos miramos y durante unos segundos creemos no haber entendido lo que nos acaba de decir. ¿Lo único que se ha hecho es llamarle por teléfono y no han sido capaces de detenerle? No queremos pensar que haya influido la simultaneidad del atropello con el relevo de turno. La indignación y el enfado nos empujan a ir al día siguiente a la comisaría de Agirrelanda en busca de explicaciones. Allí otro agente nos habla de dar parte a seguros, indemnizaciones, etc. y pronto le cortamos para preguntarle qué va a pasar con el individuo. Tras una larga e incongruente explicación termina diciéndonos que recibirá dos multas de 200 euros.

En estos días excepcionales, en los que el imperio de la ley y los más altos valores cívicos se nos exigen como indiscutibles, cualquier enajenado que se precie puede liberar su confinada ansiedad conduciendo su coche y atropellando a un ciclista, para después darse a la fuga. Le saldrá a cuenta, pues el peso de la ley caerá en forma de una cómplice palmadita en sus anchas espaldas.

400 euros de sanción por un lado y un largo periplo de recuperación física, mental y emocional por el otro. Juzguen ustedes.

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