Daniel Montañez Pico

Autonomía, autodeterminación y españolismo

A cambio de fidelidad el españolismo premia con autonomía, como fue el caso de los tlaxcaltecas en el virreinato de la Nueva España, quienes por haber apoyado a Hernán Cortés en la colonización de Mexico fueron premiados con autonomía territorial, lingüística, política, cultural y de todo tipo, hasta el punto de que hasta día de hoy es el único Estado que conserva su delimitación territorial prehispánica en la nación mexicana.

Autonomía, autodeterminación y españolismo

Daniel Montañez Pico
Profesor

«España no se justifica por tener una lengua, ni por ser una raza, ni por ser un acervo de costumbres, sino que España se justifica por su vocación imperial para unir lenguas, para unir razas, para unir pueblos y para unir costumbres en un destino universal; que España es mucho más que una raza y mucho más que una lengua, porque es algo que se expresa de un modo del que estoy cada vez más satisfecho, porque es una unidad de destino en lo universal» (José Antonio Primo de Rivera).

«Unidad de destino en lo universal». Quizás no haya frase que exprese mejor la naturaleza histórica del colonialismo español. Mientras no se critique el centralismo, quién manda, importan poco las características de la población. El españolismo soportó la diversidad, siempre y cuando no supusiera una crítica al modelo de poder. Hubo que expulsar de la península a judíos y gitanos en 1492 y a moriscos en 1609 no porque fueran de otra raza o cultura, sino porque se negaban a aceptar los términos del poder, se resistían a cambiar su religión y negar su civilización, no querían ser racializados y abocados a constituir la mano de obra barata del imperio. Si hubieran aceptado esos términos podrían haber conservado algunas prácticas culturales, quizás sus lenguas, incluso algunos sistemas políticos internos. La autonomía es tolerada por el españolismo, siempre y cuando no suponga poner en tela de juicio quién manda y tiene la última palabra sobre asuntos verdaderamente cruciales. De hecho, la autonomía, en este sentido restrictivo, no sólo es tolerada por el españolismo, sino también alentada. A cambio de fidelidad el españolismo premia con autonomía, como fue el caso de los tlaxcaltecas en el virreinato de la Nueva España, quienes por haber apoyado a Hernán Cortés en la colonización de Mexico fueron premiados con autonomía territorial, lingüística, política, cultural y de todo tipo, hasta el punto de que hasta día de hoy es el único Estado que conserva su delimitación territorial prehispánica en la nación mexicana. Es decir, no se trata de ninguna «buena onda» del imperio español, sino de un modelo colonial de poder muy útil a la hora de dominar espacios grandes y diversos.

El españolismo tiene memoria, y esta tendencia de «gobierno de lo diverso» ha continuado hasta nuestros días en el conocido «Estado de las autonomías». La idea de autonomía dentro de este modelo poco tiene que ver con lo que se suele entender por autonomía en otros países y contextos. Se permite la gestión local hasta cierto límite, además de competencias en materia de cultura o lengua, siempre y cuando no se ponga en tela de juicio donde reside el poder del Estado. De esta manera tenemos que entender a la «autonomía» en este contexto como una tradición de contención del derecho de los pueblos a la autodeterminación. Un derecho recogido en numerosos convenios de derecho internacional entre los que destaca la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos construida y ratificada en Argel en 1973 en la mayor convención diplomática por número de países representados existente en la historia.

Así, en España paradójicamente la autonomía está contra la autodeterminación. Y esto es algo que tanto los políticos como los movimientos de la sociedad civil saben. Los autodenominados constitucionalistas defienden el histórico modelo de autonomías frente al derecho de autodeterminación y si discrepan entre sí es por ver los grados de autonomía que se pueden otorgar a cada pueblo, pero tienen una claridad sobre el objetivo a defender y en los momentos más difíciles actúan unidos como un bloque sólido pese a todas sus diferencias. En Catalunya este grupo representa entre un 20 y un 30% de la población. Enfrente está un grupo heterogéneo de partidos, organizaciones y movimientos que, sin tener por qué despreciar todos el modelo autonómico, defienden paralelamente el derecho de autodeterminación de los pueblos. Este grupo incluye desde posturas españolistas «plurinacionalistas» como las de Podemos hasta los municipalismos independentistas de la CUP. Todos concuerdan en que hay que defender y posibilitar el derecho de autodeterminación de los pueblos, pero sus diferencias ideológicas y de todo tipo les impiden actuar como un bloque compacto en la consecución de este objetivo, sobre todo en momentos difíciles, cuestión que se pudo palpar en el aniversario del 1-O y que cada vez es más visible. En Catalunya este grupo representa entre un 70 y un 80% de la población.

Terminaremos recordando un hecho histórico de renombre: la mayor rebelión indígena conocida en la historia liderada por Túpac Amaru II y Micaela Bastidas en 1780. Ante el «mal gobierno» de los españoles en el virreinato del Perú las comunidades indígenas, que eran entre el 70 y el 80% de la población, se levantaron, organizaron y atacaron radicalmente el poder colonial hispano. La acumulación de rabia histórica era tal que la rebelión fue como un torrente que arrasó con todo a su paso. Entre otras cosas demandaban abolir la esclavitud y acabar con las jerarquías sociales basadas en criterios raciales. A los españoles no les quedó más remedio que refugiarse tras las murallas de la ciudad de Cuzco. No se sabe bien por qué no atacaron la ciudad enseguida, quizás por el valor espiritual y social que tenía. El asedio llegó mal y tarde. Los españoles jugaron la carta del desgaste y ganaron. Al igual que fue fácil y rápido juntar a los diferentes grupos indígenas para hacer más grande y efectivo el grito anticolonial, también fue fácil y rápido conseguir que, por desgaste, comenzaran a pelearse entre ellos y fueran abandonando la contienda. Perdieron, y la represión fue brutal. No consiguieron seguir unidos contra el principal objetivo en los momentos más difíciles y perdieron, aún conformando la mayoría de la población. Salvando las distancias de tiempo, espacio y contexto este pasaje de la historia puede ayudarnos a comprender el proceso contemporáneo de lucha social en Catalunya. El paso del tiempo, el desgaste y los momentos difíciles consiguen disolver, poco a poco y lamentablemente, hasta las más dignas y necesarias demandas de libertad. Ojalá que así no sea.

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