Mikel Noval
Responsable de Estudios de ELA

Balance de la huelga general del 30 de enero. Un movimiento sindical y social en la lucha

Fue una jornada histórica, que se va a quedar en la memoria de los cientos de miles de trabajadoras y trabajadores que salimos a la huelga, de las decenas de miles de pensionistas que salieron a la calle

El 30 de enero las organizaciones que componemos la Carta de Derechos Sociales de Euskal Herria (es decir, las organizaciones sindicales mayoritarias y la inmensa mayoría de los movimientos sociales) convocamos una huelga general a favor del empleo, las pensiones públicas y los derechos sociales.

A diferencia de otras ocasiones, en las que las huelgas generales han ido encaminadas a rechazar determinadas medidas de recortes (como reformas laborales y de pensiones), en esta ocasión la huelga ha tenido un marcado carácter ofensivo, reivindicando el reconocimiento de derechos en los tres ámbitos mencionados.

Fue una jornada histórica, que se va a quedar en la memoria de los cientos de miles de trabajadoras y trabajadores que salimos a la huelga, de las decenas de miles de pensionistas que salieron a la calle, de la importante participación de los movimientos feminista, ecologista, LGTB+ o antiracista.

Quizás lo que más me llamó la atención fue compartir calle, protesta, piquete, reivindicación y movilización con decenas de miles de personas muy diversas, de todas las edades. Me siento orgulloso de formar parte de un colectivo tan amplio y plural. De una pluralidad que tiene un sentimiento colectivo, de clase. El 30 de enero ha sido la expresión más clara de que hay una Euskal Herria que reivindica, que lucha, que no se traga el discurso oficial de que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

Vivimos en una Euskal Herria que compatibiliza el aumento de la riqueza con una creciente desigualdad e incremento de la pobreza. Y eso pasa porque la precariedad laboral y social está cada vez más extendida, porque la juventud tiene un futuro en el que es imposible llevar a cabo un proyecto de vida propio e independiente, porque las mujeres sufren una doble discriminación laboral y en otros espacios de la vida, porque una parte importante de las personas pensionistas vive con pensiones miserables, porque se abandona a la suerte del cuidado familiar (o sea, de las mujeres) las situaciones de dependencia, porque se utiliza a las empleadas de hogar o a las personas inmigrantes como mano de obra barata y sin derechos, incluido el derecho a la huelga, que se ve vulnerado en muchos de los casos de las personas más precarizadas de la sociedad.

La huelga general era necesaria. Se ha demostrado con la respuesta que ha tenido. En La incidencia del paro en los centros de trabajo ha sido la mayor de las vividas en las huelgas convocadas en exclusiva por las organizaciones de la Carta de Derechos Sociales. Ha habido una respuesta amplia, diversa por territorio o por sector. Aspiramos a mejorar en el futuro nuestra correlación de fuerzas, pero, sin duda, se puede afirmar que no hay prácticamente ningún sitio de Europa en el que una huelga general concite un nivel de adhesión laboral más alto que el vivido en Euskal Herria el 30 de enero. La comparación con Francia, por ejemplo, lo evidencia.

Al nivel de seguimiento en las empresas hay que añadir el fuerte nivel de movilización. Solo en las manifestaciones de la mañana en las 4 capitales (Bilbao, Donostia, Gasteiz e Iruñea) participamos más de 125.000 personas. Y esa mañana hubo manifestaciones en algunos otros municipios. A la tarde se celebraron más de 100 movilizaciones, con participación elevada y muy plural, en la línea de lo señalado anteriormente.

La huelga también era necesaria para poner en el centro del debate político cuestiones que condicionan la vida de la gente, pero que habitualmente no forman parte de la disputa política, incorporando también los aspectos relacionados con los cuidados. Y lo hemos conseguido. La falacia del oasis vasco ha quedado en evidencia, y eso ha hecho saltar las alarmas del poder político, económico y mediático. Así se entienden las afirmaciones sobre el «fracaso» de la huelga. El Gobierno Vasco o el PNV, además de ir contra toda evidencia, muestran su nerviosismo ante esta polarización sobre cuestiones sociales.

Su huida hacia adelante refleja con claridad que cada vez hay una mayor distancia entre el discurso oficial y una parte importante y creciente de la población, que sufre en sus carnes los efectos de las políticas neoliberales, que literalmente no llega a fin de mes o no puede independizarse, y que está dispuesta a confrontar con esas políticas y a luchar para defender un cambio de las mismas, para defender sus derechos laborales y sociales.

Es precisamente la constatación de ese amplio espacio de lucha una de las grandes noticias de la jornada. Y tiene un gran mérito porque se ha construido, y tanta gente ha salido a la huelga y a las movilizaciones, en un contexto en el que se ha pretendido ocultar o ridiculizar los argumentos de quienes convocábamos la huelga y se ha dado voz de manera reiterada y desequilibrada a los portavoces de los gobiernos y la patronal, que, como es sabido, nunca ven que una huelga esté justificada.

Dejamos para otro día el triste papel que han jugado en estos meses organizaciones «sindicales» como UGT y CCOO, convertidas en los tontos útiles del capital, así como de Podemos de la CAPV, que ha virado del apoyo a la huelga a oponerse a la misma, con razones cada cual más peregrina (como que «la huelga trasciende de lo laboral para convertirse en social y política», como si tal cosa fuese algo malo).

La huelga del 30 de enero ha sido, por tanto, un éxito, un chute de adrenalina para la militancia sindical y social. El trabajo realizado en estos meses nos marca el camino para el futuro. Y en ese camino surgen cuatro interpelaciones.

La primera, a la patronal. Le hemos hecho una propuesta, tanto a Confebask como a la CEN, para un Acuerdo Interprofesional sobre materias concretas: salario mínimo de 1.200 euros; jornada máxima de 35 horas y mínima de 20; subrogación del empleo subcontratado y acabar con la brecha salarial. Vamos a exigir estas medidas y vamos a profundizar la lucha en esa dirección.

La segunda a las instituciones de la CAPV y de Navarra. El lehendakari Urkullu ni siquiera nos recibe. Y dice que no tiene competencias. Es mentira. El Gobierno Vasco y el Gobierno de Navarra pueden pero no quieren. Hemos puesto en el centro del debate la eliminación de la temporalidad en el empleo público; los derechos laborales de quienes trabajan en las subcontratas de la administración; la necesidad de atajar la brecha salarial; el complemento de las pensiones a 1.080 euros, como demanda el movimiento de pensionistas; los contenidos de la Iniciativa Legislativa Popular contra la pobreza y la exclusión social; el derecho a un sistema de dependencia universal, público y gratuito. Vamos a seguir interpelando y exigiendo que el Gobierno Vasco y el Gobierno de Navarra aprueben estas medidas y no traten de eludir su responsabilidad. Queremos que no se mienta y que se avance en el reconocimiento de estos derechos laborales y sociales.

La tercera al gobierno «progresista» de Madrid. Todo el mundo sabe que si hay desmovilización social ni se van a aprobar las pocas medidas concretas positivas de su acuerdo programático ni se va a avanzar en lo que en dicho acuerdo se recoge de forma ambigua. Vamos a presionar para que se reconozca el derecho a negociar los convenios colectivos en Euskal Herria, para dar marcha atrás en todas las reformas laborales y de pensiones (no solo las de los aspectos más nocivos de las de Rajoy). No se debe dar derecho a veto a la patronal, como ha ocurrido en el lamentable «acuerdo» sobre el Salario Mínimo, y, por tanto, se debe dejar de lado el espacio del denominado diálogo social. En todo esto también vamos a ser muy exigentes con los partidos de ámbito vasco (PNV y EH Bildu) que tienen un papel importante a la hora de conformar mayorías en el Parlamento español.

Y la cuarta y última es una interpelación a los partidos de izquierda. Las organizaciones sindicales y sociales que convocamos la huelga general necesitamos una izquierda política que ejerza como tal, que confronte las políticas neoliberales, sus políticas presupuestarias y fiscales, y que ponga encima de la mesa políticas alternativas, haga pedagogía y construya masa social a favor de las mismas. Los acuerdos presupuestarios alcanzados en la CAPV por Podemos o en Navarra por EH Bildu van justo en sentido contrario, tanto por sus contenidos como por las cosas que se dicen, como por ejemplo que el acuerdo en Navarra recoge los contenidos de la tabla reivindicativa de la huelga, algo que no se corresponde en absoluto con la realidad. Este tipo de afirmaciones propagandísticas y autojustificativas tienen un recorrido muy corto y no hacen sino despistar a las bases militantes.

Ahora toca reposar la huelga, valorar con más detalle lo ocurrido y decidir cuáles tienen que ser los siguientes pasos. ¡Viva la huelga general. Viva el trabajo conjunto entre organizaciones sindicales y sociales!.

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