Eguzki Urteaga
Profesor de Sociología de la UPV-EHU

Balance de las elecciones generales del 26J

Las elecciones generales del 26 de junio (26-J), marcadas por una menor participación (69,84% frente al 71,69% el 20 de diciembre), no han despejado todas las dudas en cuanto a la constitución de un nuevo gobierno, ya que ningún partido ni ninguna posible coalición han conseguido, por sí solos, la mayoría absoluta, lo que dificultará la constitución de pactos de cara a la investidura y a la gobernabilidad. En todo caso, pueden extraerse ciertas conclusiones de estos resultados.

El Partido Popular (PP) ha sido el claro vencedor de estos comicios al conseguir 137 escaños, es decir 14 más que el 20-D. Incrementa el número de votos (+688.939) y el porcentaje obtenidos (+4,32%), y supera nítidamente a la segunda fuerza más votada, al distanciar el PSOE de 2.480.634 sufragios y más de diez puntos. En este sentido, si está lejos de sus mejores resultados, obtenidos en las elecciones generales de 2000 y 2011 donde superó el 44% de los votos, demuestra su fortaleza y el apoyo incondicional de aproximadamente un tercio del electorado que continua votándole, a pesar de la multiplicación de los casos de corrupción y de financiación ilegal. Estos resultados son indisociables de la mejora de los indicadores macroeconómicos y, más aún, de la imagen de estabilidad y moderación que ha intentado transmitir el PP durante la campaña electoral, frente al supuesto riesgo que hubiese supuesto la posible llegada al poder de Unidos Podemos. El PP se ha beneficiado igualmente del clima de ansiedad creado por el Brexit y del voto útil proveniente tanto de los electores de Ciudadanos como de los abstencionistas.

El PSOE, por su parte, si ha evitado el «sorpasso» que vaticinaban la mayoría de las encuestas de opinión, ha obtenido sus peores resultados desde 1977, al perder 5 escaños con respecto al 20-D. Está muy lejos de los resultados obtenidos en 2004 y 2008 por el PSOE bajo la dirección de José Luis Rodríguez Zapatero (42,59% y 43,65% de los votos). En este caso, si aumenta ligeramente el porcentaje de votos cosechados (+0,64%), sigue perdiendo sufragios (-106.722). En una campaña muy polarizada, donde tanto el PP como Unidos Podemos han intentado marginarlo para sus beneficios propios, y en la cual Pedro Sánchez ha tenido dificultades para distanciarse del pacto postelectoral con Ciudadanos, del intento de investidura fallido y proyectarse así en un nuevo escenario, el Partido Socialista ha conseguido sobrevivir. Eso puede permitir a Pedro Sánchez mantener su liderazgo en el partido, aunque esté fragilizado; más aún sabiendo que el PP ha sido la fuerza más votada en el feudo (Andalucía) de su principal opositora interna (Susana Díaz).

Unidos Podemos, que las encuestas presentaban como la primera fuerza de izquierdas tanto en votos como en escaños, ha sido igualmente derrotada, aunque mantenga su representación institucional (71 escaños) y haya vencido en la Comunidad Autónoma Vasca y Cataluña. Con el 21,11% de los sufragios, pierde 1.038.272 votos con respecto a las papeletas obtenidas por Podemos e Izquierda Unida (IU) en las elecciones generales precedentes. Ni siquiera consigue obtener el número de votos que cosechó en solitario el 20-D (5.045.570). Esto demuestra que, si la alianza con IU le ha permitido retomar la iniciativa política y crear una expectativa de «sorpasso», que ha podido motivar a parte del electorado de izquierdas, una parte de sus votantes ha preferido quedarse en casa. Es especialmente el caso de los jóvenes que se han sentido defraudados por la incapacidad de Podemos para construir una alternativa parlamentaria y llegar a pactos de gobierno. Si le añadimos los cambios repentinos de posicionamiento (del chavismo a la socialdemocracia) y de alianzas (tanto con IU como con el PSOE), todos los ingredientes estaban reunidos para generar cierto desconcierto en el electorado de izquierdas preocupado por la coherencia y la constancia en política.

Otro de los derrotados de este escrutinio ha sido Ciudadanos y su líder Albert Rivera. A pesar de perder solamente nueve décimas, lo que representa 377.282 votos, pierde 8 escaños y se aleja de la tercera fuerza más votada. Paga tanto la alianza poselectoral con el PSOE de cara a la investidura como el llamamiento del PP al voto útil. No en vano, afianza el espacio político del centro-derecha, liberal y reformista, y gozará de un amplio grupo parlamentario (32 diputados). Su apoyo puede resultar imprescindible para la formación de un gobierno, bien con el PP, aunque no consigan la mayoría absoluta, bien con las dos formaciones constitucionalistas, en el marco de una gran coalición.

En cuanto a los partidos nacionalistas vascos, el PNV sale relativamente airoso de ese escrutinio con el 1,20% de los sufragios, a pesar de perder 15.370 votos. De hecho, aunque pierda un escaño en el Congreso de los Diputados con respecto al 20-D, mantiene sus grupos parlamentarias en las dos Cámaras. En una campaña muy televisada, en la que los denominados «pequeños partidos» han sido ampliamente excluidos y no se han beneficiado de la misma exposición mediática que las cuatro principales fuerzas políticas de ámbito estatal, el Partido Nacionalista Vasco ha sabido preservar su representación institucional. Su defensa de la agenda vasca y su disposición para llegar a acuerdos, tanto para asegurar la estabilidad como para defender los intereses de la ciudadanía vasca en Madrid, han calado en buena parte de su electorado. La nota discordante viene de la Comunidad Foral de Navarra donde Geroa Bai, además de no conseguir ningún escaño, ha perdido más de la mitad de sus votos, pasando de 30.554 a 14.289 sufragios.

EH Bildu ha salido peor parada aún, ya que, si mantiene su representación parlamentaria con dos escaños, uno por Gipuzkoa y otro por Bizkaia, ha retrocedido tanto en porcentajes (pasando de 0,87% al 0,77%) como en votos (-34.375). Esa pérdida de sufragios viene después de unas elecciones generales del 20-D que fueron sinónimas de una notable pérdida de apoyo electoral tras los resultados históricos de 2011. Además de la propensión de parte de sus votantes por la abstención en ese tipo de escrutinios que no consideran como suyo, EH Bildu ha asistido a un trasvase de votos hacia Unidos Podemos, en nombre del voto útil. A su vez, no ha sabido interpretar adecuadamente esa fuga de votos, dado que, ante la presión ejercida por la formación morada a su izquierda, ha reaccionado «podemosizando» su discurso, su vocabulario y eligiendo a cabezas de lista más próximas al partido liderado por Pablo Iglesias. Esto, además, de atenuar las diferencias respectivas y de afianzar las temáticas de Podemos, ha propiciado el trasvase de votos.

Sobre la base de estos resultados, los principales partidos políticos tendrán que iniciar rápidamente unas negociaciones para llegar a acuerdos, tanto para la investidura como para la gobernabilidad, en un contexto europeo e internacional marcado por el desconcierto de la Comisión Europea y la inestabilidad de los mercados financieros. Mariano Rajoy, que maneja perfectamente los tiempos y fiel a su estrategia basada en la paciencia, se encuentra en una posición privilegiada para tomar la iniciativa e intentar formar gobierno bien con Ciudadanos, contando con la abstención del PSOE, bien directamente con la primera fuerza de la oposición, en una gran coalición al estilo alemán.

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