Juan Gabriel Tokatlian
Vicerrector de la Universidad Di Tella

BID y Covid

La Covid-19 es indistinta en sus efectos sobre las personas, pero sí se manifiesta de modos diferentes en el Norte desarrollado y en el Sur global.

Cuando escribo esta nota (26/07/20) el total de casos de coronavirus en el mundo es de 16.375.922 y 651.160 personas han muerto. El actual epicentro global de la pandemia es el continente americano en su conjunto. Seis países –EEUU, Brasil, México, Perú, Colombia y Chile– suman 315.592 muertos, esto es; el 48.46% las víctimas del mundo están en América. En medio de este escenario y su devastadora expansión, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se apresta a elegir un nuevo presidente, en septiembre. Hay varios candidatos a encabezarlo; entre ellos, por primera vez en la historia, un representante de EEUU. Se ha debatido sobre la decisión de Trump de impulsar un candidato; del perfil ideológico del mismo; de lo que eso revela respecto a la postura de Washington, por ejemplo, en cuanto a la crecientemente tensa relación entre EEUU y China; o del efecto de la agudización de esa disputa en América Latina.

Me quiero detener en una dimensión no analizada del tema: el vínculo entre la pandemia y los bancos regionales de desarrollo. A pesar de que la Covid-19 es indistinta en sus efectos sobre las personas, sí se manifiesta de modos diferentes en el Norte desarrollado y en el Sur global. En el Sur el grado y el alcance de la desigualdad son más agudos; los niveles de densidad demográfica en las grandes metrópolis resultan muy altos; las capacidades estatales son, por lo general, bajas; la infraestructura sanitaria muy insuficiente; las desventajas materiales, legales y políticas patentes para las mujeres; las instituciones públicas en muchos casos son poco creíbles y en varias naciones la existencia de fuertes conflictos de diversa naturaleza e intensidad dificultan la aplicación de políticas para mitigar las consecuencias de la pandemia. En América Latina y el Caribe muchas de esas características, con ligeras variaciones por país, están presentes a lo largo y ancho de la región. Así, la Covid-19 entre nosotros resulta letal.

Hay cuatro bancos de desarrollo regional: el BID fundado en 1959, el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) en 1966, el Banco Africano de Desarrollo (BAfD) en 1964 y el Banco Europeo para el Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) en 1991. Todos proveen asistencia financiera y técnica, así como préstamos a bajas tasas de interés y donaciones.

Frente a la Covid-19, el BERD se comprometió a otorgar 21 mil millones de euros para el período 2020-2021. El BAsD ha triplicado su paquete de apoyo a los países con la provisión de 20 mil millones de dólares. El BAfD, con mucho menos recursos que los anteriores, ha recaudado 3 mil millones dólares mediante la venta de bonos de sostenibilidad social. Con el propósito de hacer frente a la covid-19 el BID anunció un incremento de 3.2 mil millones de dólares adicionales a lo ya estipulado en materia de préstamos para 2020 y amplió la cobertura de riesgos.

Hoy es central debatir y precisar qué tipo de banco regional necesitamos para América Latina y el Caribe en la pospandemia y ese debate está aun ausente; en especial respecto a que se entiende y entenderá por «desarrollo» después de la covid-19 y sus consecuencias sociales, económicas y políticas. No se trata de un intercambio que solo tenga la voz de los estados, debe tener también la de las sociedades y una elección apresurada y contenciosa del presidente del BID no contribuye ni facilita esa urgente tarea. Para lograrlo es aconsejable posponer la votación hasta el primer semestre de 2021.

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