Fernando Merino
Doctor en Ciencias Económicas en la UPV-EHU

Celebraciones

Las conferencias programadas en Donostia pretenden dar a conocer los ecos de las discusiones familiares materializadas en la Guerra de Sucesión entre defensores de la Casa Habsburgo y de Borbón, una vez finalizada la contienda en 1714, donde Gipuzkoa participa como botín de guerra.

Vivimos tiempos propios de celebraciones. Quinientos, trescientos aniversarios de efemérides gloriosas en la historia oficial de España. La conquista del reino de Navarra por el reino de Castilla (unificación y nacimiento de España), el descubrimiento del Nuevo Mundo, la primera vuelta al mundo, el nacimiento de importantes marinos y militares vascongados que dieron gloria y esplendor a las Fuerzas Armadas de España, etc. Esta situación ha llevado a la participación de importantes jefes del ejército y de la armada españoles, a la participación en conferencias y actos públicos organizados por instituciones oficiales o privadas. Prueba de ello está en la creación de la «Fundación V Centenario de la Batalla de San Marcial» y en el Programa de diez “Conferencias Marzo Octubre 1719-2019” a celebrar en Donostia con la participación personal del actual Duque de Alba.

Las conferencias programadas en Donostia pretenden dar a conocer los ecos de las discusiones familiares materializadas en la Guerra de Sucesión entre defensores de la Casa Habsburgo y de Borbón, una vez finalizada la contienda en 1714, donde Gipuzkoa participa como botín de guerra, y donde ocurre el asedio de las plazas militares de Donostia y Hondarribia con la participación del «Tercio Viejo de Sicilia» Nº67 en la defensa de la frontera norte española.

Por motivos de política internacional el duque de Berwick, mariscal francés, invadió Gipuzkoa en abril de 1719. San Sebastián capitula el 1 de agosto. Berwick ofreció guardar los fueros aprovechándose del disgusto general del pueblo vasco con motivo del traslado reciente de las aduanas de las fronteras con Castilla a las orillas del mar. Para ello inició negociaciones con las tres entidades vascas. El 7 de agosto de 1719 Gipuzkoa rendía obediencia al rey de Francia; el día 18, San Sebastián, y el 29, Alava. Ya el día 11 Vizcaya había recibido invitación de enviar un diputado. Gipuzkoa entró en contacto con Berwick para que, en el caso de devolución de Gipuzkoa a España, obtuviese la garantía de Inglaterra y Francia para el respeto de la foralidad guipuzcoana, con lo que ésta entraba así por primera vez en el juego de la diplomacia internacional.

Paralelamente estudiarán el especial estatus jurídico de la provincia de Guipúzcoa en la época que, afecta a las disposiciones tomadas para su defensa en 1719, además de diversos aspectos sociales, económicos, culturales, políticos, que caracterizan a la San Sebastián de la primera mitad del siglo XVIII, junto a otros de carácter general relativos a los restantes tres siglos de historia.

La última conferencia programada es para resaltar las labores actuales de las fuerzas armadas españolas en misiones de paz en el extranjero, que a diferencia de los ejércitos americanos, ingleses, franceses, que actúan en defensa de los intereses económicos de sus países respectivos, los españoles actúan como una ONG produciendo gastos al erario público español y “Ad maiorem dei et hispaniae gloriam”.

El balance de estos quinientos últimos años es estremecedor para España. Siendo el Estado donde nunca se ponía el sol por sus dimensiones, hoy día sólo quedan como restos las ciudades de Ceuta y Melilla y una espina clavada Gibraltar. Para llegar a esta triste situación además de las grandes batallas que se relatan en el programa de Conferencias, el pueblo llano ha tenido que sufrir la Guerra de los Comuneros, cinco Machinadas, una Zamacolada, tres guerras carlistas y tres alzamientos carlistas, periodos de miseria y emigración, la guerra civil del 36 y posguerra, sin contar las revueltas y situaciones violentas durante todos estos años motivados por conflictos sociales y políticos.

En el siglo XXI hay que analizar la historia con carácter crítico y no con la mentalidad de los tiempos pasados. El problema sigue siendo la diferencia entre la historia oficial y la historia real de España. Las celebraciones que sufrimos son consecuencia de una visión parcial, sesgada y anquilosada de la Historia, que no considera en su justo valor el coste humano de los eventos gloriosos, tanto directos en los combatientes como los inducidos en la población civil, ni el resultado final de los acontecimientos.

No se reconoce oficialmente que las guerras que asolaron Europa durante la Edad Moderna (fin del siglo XV hasta fines del siglo XVIII) y gran parte de la Edad Contemporánea, fueron consecuencia del desacuerdo por diferencias dinástico-patrimoniales entre las casas reales e incumplimiento de tratados entre los estados, muchas veces de familia, donde el objetivo de la paz, era el reparto de territorios entre las monarquías europeas, la española incluida, olvidando siempre a los súbditos quienes ponían la carne en las batallas y sufrían las penurias de la escasez y de las crisis económicas. No en vano la riqueza del monarca era la del Estado, por ello, todos los estados-monarcas querían incrementar su patrimonio particular anexionando territorios mediante las batallas que hicieran falta.

En toda Europa, la frase “El Estado soy yo” de Luis XIV refleja el absolutismo monárquico de la Edad Moderna que termina con la Revolución Francesa en 1789 y que da origen al inicio de la Edad Contemporánea representada por la frase de «todo para el pueblo pero sin el pueblo» que corresponde al despotismo ilustrado donde se desarrolla el espíritu de la ilustración.

Fueron necesarios muchísimos años para diferenciar la propiedad pública del Estado de la propiedad particular de la Casa Real, de forma que el reino no fuera un negocio particular del rey y todavía, es tema no resuelto de forma homogénea en todos los países. Hizo falta una profundización de la Ilustración y el desarrollo de la hacienda pública moderna y la creación de los bancos centrales, para limitar las aspiraciones económicas insaciables de las monarquías y avanzar en las soluciones democráticas.

En las guerras mueren los que no tienen responsabilidades y se trata de convencer de la ilegitimidad eventual de un bando por la ilegitimidad de los contrarios. Tras la guerra siempre hay intereses con consecuencias nefastas políticas, económicas y sociales para la población. Abajo las guerras y arriba la democracia.

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