Andrés Krakenberger, María Naredo, Bertha Gaztelumendi
Asociación Pro Derechos Humanos Argituz

Con ellas llegó el escándalo

«La acción transgresora de las Femen suscita simpatías porque situó en la agenda una reforma legislativa que limitará al máximo el derecho de las mujeres».

Llamar la atención de los medios de comunicación es una ardua tarea, casi misión imposible, especialmente para los movimientos sociales y de derechos humanos. Para que la denuncia de situaciones injustas tenga un reflejo en la prensa, e impacte así en la sociedad, es preciso innovar, y mucho. Sin embargo, esta realidad se complica mucho más en el caso de que la protesta tenga que ver con la defensa de los derechos de las mujeres. La causa de las mujeres sigue estando al final de la cola.


Han pasado ya unas semanas desde que las Femen realizaron su primer acto público de denuncia en España. La acción en el Congreso de los Diputados contra el proyecto de ley del aborto de Gallardón se produce después de otras muchas en las que se han servido de sus cuerpos. Como hicieron en Davos ante el Foro Económico Mundial, contra la dominación de la economía mundial que penaliza especialmente a la población femenina; o en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, contra el apoyo del COI a los sangrientos regímenes islámicos represores de las mujeres. Más recientemente, en Madrid, cinco de sus activistas se han manifestado frente a una manifestación antiabortista y fueron detenidas por ello.


En sus inicios, solo actuaban en Ucrania contra la explotación sexual de las mujeres dentro y fuera de su país, convertido de facto en un enorme prostíbulo donde las violaciones con frecuencia quedan impunes. Defendían su forma de protesta, consistente en aparecer ligeras de ropa o en topless, como la única forma de hacerse visibles. Lo cierto es que, en eso, su éxito es indiscutible. Saben conseguir notoriedad de una forma muy eficaz, en el sentido de que los suyos son actos muy sencillos que consiguen una repercusión mediática considerable. La réplica vehemente, según la cual «estas solo consiguen aparecer en los medios porque se desnudan», se equivoca de blanco, ya que eso no es una crítica contra las mujeres de Femen, sino contra un statu quo en que los medios de comunicación focalizan en el desnudo, especialmente si responde a los cánones de belleza femenina socialmente implantados por el patriarcado contra las que desde Femen parecen luchar. Está clarísimo que apenas les habrían dedicado espacio si las manifestantes hubieran estado «convenientemente» vestidas.


El partido que sustenta al Gobierno español ha encajado mal el eslogan escrito en sus torsos desnudos: «el aborto es sagrado». Parece que fue algo muy calculado por Femen, precisamente para que la reacción del PP –que ha sido tan visceral– les sirviera de amplificador. Además del escándalo por el uso del calificativo de «sagrado», Gallardón ha calificado la acción como «falta de respeto a la soberanía popular». González Pons supera al ministro afirmando que es «un ataque contra la democracia». Ana Belén Vázquez Blanco y Beatriz Escudero, diputadas del PP, describen la acción como «repugnante», «patética» y «fanatismo». Esta cascada de reacciones ha conseguido desviar la atención del verdadero problema, que no es otro que el desmantelamiento del Estado del bienestar, con los recortes en educación y sanidad como puntas de lanza, y ahora con el recorte de los derechos de las mujeres.


¿Falta de respeto a la soberanía popular? ¿Ataque a la democracia? El proyecto de Ley del Aborto promovido por Gallardón va en la misma línea de retroceso que la recién aprobada Ley Wert. Sin embargo, no esperemos ni un debate ni una oposición tan contundente. Entre otras cosas, porque el aborto es tabú. Pero hay una razón aún más poderosa: ¿cómo van a ser las mujeres, y solo las mujeres, quienes decidan libremente sobre sus cuerpos?


El feminismo es un movimiento enormemente plural y en constante debate. Por ejemplo, hay muy divergentes opiniones sobre la legalización de la prostitución, a lo que Femen se opone de plano. Otras opciones feministas son críticas con esta organización, por el hecho de que las mujeres de Femen que se desnudan respondan al canon de belleza aceptado y definido por el patriarcado. Sin embargo, la acción transgresora de las Femen suscita simpatías porque situó en la agenda una reforma legislativa que limitará al máximo el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, devolviendo a España a una situación anterior a 1985 y hoy casi inédita en nuestro entorno europeo. Porque, de hecho, los medios de comunicación no habían prestado atención a los esfuerzos, manifestaciones, informes, debates y reflexiones del feminismo local.
Como activistas de los derechos humanos, pensamos que ninguna mujer debe ver amenazada su salud física o psíquica por no poder abortar.


Las Femen están acusadas de escándalo público por interrumpir una sesión parlamentaria. Los tribunales decidirán aunque, según lo dispuesto en el artículo 497.2 del Código Penal, parece difícil catalogar su protesta como un hecho de perturbación grave penado como un delito de alteración de orden público en el Congreso. Mientras no medie violencia –y en el caso que nos ocupa no la hubo– entendemos que no serían actos punibles. Otra cuestión muy distinta es que sus reivindicaciones, y sus métodos de denuncia se compartan o no.

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