Josu Iraeta
Escritor

Construir una alternativa económica

No se trata de establecer economías «cerradas» –inviables en el mundo actual– sino de considerar el crecimiento interno como eje central.

Exponer y defender una posición crítica siempre es arriesgado, qué decir si la exposición desarrolla sobre seguridad, economía o salud. De manera que, a las posiciones que cuestionan la política socioeconómica actual –máxime a las de alguna procedencia– se les exige con severidad que proporcionen «alternativas», es lógico.

Considero que el conjunto de «las izquierdas» está perfectamente legitimado y debe enfrentarse a ese reto, al desafío de construir una alternativa económica. La pandemia que hoy interpreta la atención social, no debiera frenar un programa alternativo que represente una opción diferente, que no suponga un ataque permanente a las clases populares y que conduzca a una sociedad más justa.

Cierto que el párrafo anterior se asemeja bastante a una «declaración de intenciones» pero pretendo desarrollar este tema con total seriedad, ya que, en mi opinión, el problema de una política económica alternativa es mucho más político que técnico.

Un programa económico verdaderamente alternativo sólo se podrá establecer a partir de una composición de fuerzas que apoye con solidez esa opción. Pero la maduración de la nueva estrategia y su capacidad para reunir el respaldo necesario –que la convierta en una opción real–, requiere tiempo y mucho trabajo.

Una verdadera alternativa debe situar la recuperación y expansión del empleo en el centro de su estrategia. Conscientes de que un modelo basado en el planteamiento actual de la competitividad y las exportaciones no tiene ni va a tener en el futuro próximo, la capacidad de arrastre suficiente para proporcionar los puestos de trabajo necesarios. Ya que, para generar empleo es imprescindible fortalecer, expandir y articular la estructura productiva en un volumen considerablemente superior al que las exportaciones pueden absorber. Teniendo presente, que a ese volumen sólo se puede llegar mediante el crecimiento de la demanda interna.

Siguiendo mi línea argumental, quiero afirmar que, para sostener una economía sólida, con empleo, no es suficiente potenciar una economía «de oferta», es necesario el incentivo de una demanda que pueda absorber la producción.

Todos los países con tasas de crecimiento «real» elevadas, se apoyan en una potente demanda interna para su desarrollo. Partiendo de modelos endógenos –como recientemente y con acierto, defendía el economista Joseba Garmendia, en las páginas de este diario–, donde la demanda interna y el empleo son los ejes centrales. Tratando de evitar así, que «todo» dependa de lo que suceda en los mercados mundiales.

Lo cierto es que los empresarios defienden la idea de la competitividad, basada en la tecnología y la permanente disminución de los costes laborales, despreciando que el empleo y los salarios son la fuente principal de la demanda y que su disminución implica reducir las posibilidades de absorción de la producción. Lo que crea enormes dificultades a quienes producen para el interior, que, por cierto, constituyen la mayor parte del sistema productivo.

Una estrategia alternativa debe apoyarse en un concepto mucho más positivo de los salarios, como base de la absorción del esfuerzo productivo.

No se trata de establecer economías «cerradas» –inviables en el mundo actual– sino de considerar el crecimiento interno como eje central. Cierto que no es posible ignorar la economía mundial, ni la necesidad de insertarse en ella. Pero, eso no debe implicar «necesariamente» la apertura indiscriminada al poder de la economía internacional.

No se trata pues, de establecer la dicotomía «dentro» y «fuera», no es eso, se trata de encontrar una combinación de ambos elementos. Bajo este prisma que marca la diferencia; el desarrollo económico interno y el bienestar de la población.

Desde el final de la segunda guerra mundial se ha ido acrecentando la apertura para las relaciones económicas, pero lo cierto es que, el libre comercio se ha dado mayoritariamente para los flujos favorables a los países dominantes.

No es necesario caminar mucho, aquí, en casa, los gobiernos de ego Euskal Herria, plantean una política económica que insiste en ofrecer las mejores condiciones posibles al capital. Es más que probable que el ex consejero del PNV en el gobierno de la Sra. Chivite, el Sr. Manu Ayerdi, pudiera disertar sobre el tema.

En una estrategia alternativa, el sector público debiera ser mucho más creativo y dirigir y regular, en el sentido de reconducir la economía en direcciones claras y específicas. Y no abandonar toda la responsabilidad al «mercado».

Mi argumentación sostiene que es imprescindible buscar una combinación eficiente de la actuación pública con el sector privado, pero con una intención clara y nítida; «armonizar» un nuevo concepto de dirección social de la economía.

Hoy esto no se da, y la muestra sangrante de mi aseveración la tenemos en la situación –progresivamente peligrosa– de la mediana y pequeña empresa que opera para el interior y no tiene capacidad exportadora.

Este modelo que aquí se desarrolla –autocentrado– asume la necesidad de integrar al capital privado, autóctono e internacional. No hay razones «graves» para que, junto al capital autóctono, no se acepten las inversiones directas del exterior, la tecnología extranjera, las empresas transnacionales, siempre que encajen en el diseño productivo establecido.

El aceptar que la internacionalización actual impide todo cambio sustancial de modelo, supone renunciar a cualquier grado de soberanía. A pesar de las dificultades que plantea la fase actual del capitalismo, creo firmemente que es posible considerar que hay cierta capacidad de maniobra. Eso sí, siempre que ésta se plantee con energía.

Desde estas líneas se analiza y apoya una transformación que no es sencilla. No hay duda. También es cierto que la viabilidad de este, llamémosle, «esquema» supone y necesita un evidente cambio en la filosofía de algunas fuerzas políticas y sociales que se reclaman de izquierdas. Pero créanme, la viabilidad de un modelo alternativo al actual, no sólo es creíble, es auténtica, es real.

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