Alfredo Ozaeta

Costuras de la pandemia

Las decisiones e información son cada día más desconcertantes, vemos que el control sanitario de los que estamos vacunados no está frenando o minorando los contagios.

Aparte de la evidente constatación sobre la incapacidad política para gestionar esta pandemia, y velar por la salud o cuidado de la población, la situación actual está dejando una serie de costuras abiertas que dejan en evidencia la manoseada avanzada sociedad de bienestar e igualdad que tratan de vendernos.

Una vez más la desinformación o la manipulación informativa está creando divisiones y generando enfrentamientos en una sociedad que sin ser homogénea sí que sus luchas, trayectoria y experiencias, le han dado motivos para recelar o al menos repensar lo que desde las cupulas o poderes tratan de difundir e imponer.

La población esta confundida, desorientada y agotada, y no digamos el ejemplar personal sanitario, con los mensajes en formato de noticias vacías en algunos casos y alarmistas en otros. Pretenden que creamos a pies juntillas y hagamos causa común con todo lo que destilan en torno a este virus. Hablan de si será la última ola, que si con esta ya viene la inmunidad de rebaño, que si una, dos, tres, cuatro…, o no sé sabe cuántas vacunas más, la necesidad ahora de tratar también a los menores, que si ya las variantes o nuevas cepas son más leves o laxas, etc.

El desconcierto transformado en resignación en los sectores progresistas y de izquierdas es total, incluido en lo que a Euskal Herria atañe. No existe discurso propio, viéndose obligados a hacer actos de fe incondicional sin buscar o generar otras informaciones que ayuden a diseccionar las certezas de las contradicciones, incertidumbres o falsedades.

Soy plenamente consciente de que esta pandemia para una gran mayoría que no hemos conocido otras o algún tipo de desastre natural o provocado, nos ha obligado a parametrizar nuestras vidas en términos de salud y considerarla como el elemento nuclear o central de nuestra existencia.

Situaciones donde el temor a lo desconocido o incluso la amenaza a perder de forma inesperada la vida o la de seres queridos nos hace creer y aceptar medidas que supongan una esperanza a mantener nuestra integridad o salir indemne del desastre o cataclismo anunciado, anulando de alguna manera nuestra capacidad reflexiva y de análisis.

Sus consecuencias están teniendo mucho que ver con los cambios y afecciones en el normal desarrollo de nuestras vidas. Tanto en las transformaciones que desde políticas neoliberales están atentando contra valores democráticos, como las que se intentan implantar en los mercados laborales o actividades económicas y medioambientales. Y por supuesto las diseñadas para los sectores públicos asistenciales, sanitaros o educativos. Este cambio de ciclo o de nuevo futuro es una clara interpelación, exigencia o reto a los sectores progresistas o de izquierdas y a su capacidad y objetivo de lograr sociedades más justas e igualitarias.

El sentido crítico desde estos sectores ha desaparecido en el asunto del SARS-CoV-2, algo justificado si se carece de información y/o conocimientos para generar criterios con el suficiente rigor científico como para contrastar lo que nos cuentan desde los poderes. Pero no es óbice que más allá de la crítica al interés, abuso y tiranía de los grandes fondos, oligopolios y corporaciones farmacéuticas en este asunto, algo que también brilla por su ausencia, a la aportación y participación en las diferentes corrientes de opinión.

Es también notorio el bloqueo informativo y represión contra las voces discrepantes y críticas a la gestión de esta pandemia, algunas de ellas personas que han sido nominadas para premios nobel y con trayectorias y bagajes más que destacables en la ciencia e investigación, invisibilizando sus argumentos, currículum y estudios. El periodismo como diría Orwell, y como hace poco nos recordaban, es publicar lo que no quiere el poder, lo otro son relaciones públicas.

Resulta doloroso para los que creemos en la plena libertad observar cómo se está llegando a la descalificación e incluso al insulto personal con los que tienen otra información o versión diferente de la oficial. Desde los medios donde se intenta dar voz a los sin voz no se puede actuar de censor de opiniones que acertadas o no discrepan de las que desde los poderes nos imponen.

Tampoco podemos considerar que todas las personas opuestas a la vacunación obedezcan a dictados neoliberales en la órbita de la derecha y de los Bolsonaro, Trump etc., donde la economía es sujeto principal, ni que estén a favor de la privatización de la sanidad, etc. Ni mucho menos, estamos hablando también de corrientes progresistas que precisamente están criticando el deterioro de los pilares fundamentales más seriamente afectados como lo son el mantenimiento de un sistema público sanitario de calidad y el sistema educativo.

Cuál es la razón para no disponer de información acerca de las secuelas, si estas existieran, que el tratamiento experimental llamado vacunas puede generar en nuestros organismos, o para conocer las autopsias de fallecidos, vacunados o no, los análisis de contagiados con la tercera e incluso cuarta pauta, la reiteración de los contagios, etc. En definitiva, los riesgos o inconvenientes al someternos a este tratamiento, vacunación, y no solo las ventajas.

No se puede hacer un seguidismo incondicional a las elites y corruptos que siempre nos han estado mintiendo y buscando sus beneficios en las debilidades, miedos o necesidades de los demás, cuando continuamente nos han demostrado que las personas, su salud o bienestar es lo que menos les importa.

Cuesta entender que se quiera imponer por la fuerza una línea de actuación y comportamiento monolítico. ¿Por qué no se les escucha? ¿Y en vez de imponer se trata de convencer si los resultados certifican y avalan lo pautado? La percepción es que la presión que se está ejerciendo contra los no vacunados está produciendo el efecto contrario al pretendido.

Por otra parte, las medidas que se están adoptando no pueden ser además de contradictorias más injustas. ¿Como se puede obligar a pedir y presentar el llamado pasaporte sanitario para tomar un café y luego en centros comerciales cerrados, estadios, etc., donde se juntan miles de personas sin control de distancias no exista ningún tipo de control o limitación para acceder o pasearse en su interior?

Las decisiones e información son cada día más desconcertantes, vemos que el control sanitario de los que estamos vacunados no está frenando o minorando los contagios, alcanzando un punto de fatiga donde ya los propios responsables políticos están optando por la «rigurosa y profesional» decisión de dejarlo todo al albur del destino y como se dice coloquialmente, «verlas venir».

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