Alfredo Ozaeta

Covid-19: parada y fonda

Nuestras relaciones sociales se han visto afectadas, los centros de enseñanza han tenido que modificar su métodos y programas, la convivencia de los alumnos se ha visto alterada, los jóvenes han visto anuladas algunas de sus referencias de ocio y como tales se han rebelado etc.

Próximamente se cumplirán dos años desde que nos anunciaron la aparición de un virus en tierras lejanas al que inicialmente denominaron coronavirus.

Todavía uno se acuerda como el foco se ubicó en China y más exactamente en Wuhan, haciéndose eco la mayoría de los medios de la versión de que la trasmisión y contagio inicial había sido provocada por la ingestión de un guiso de murciélago, el famoso Pangolín, como causante del SARS-CoV-2 y su desarrollo en los humanos. Esto que al oírlo nos produjo cierto asombro e hilaridad y, a pesar de nuestra ignorancia, cierta incredulidad es lo que nos vendieron la mayoría de los medios y organismos oficiales.

Curiosamente el foco aludido se encontraba cercano a unos importantes laboratorios virológicos de china y donde actualmente se está investigando acerca de los orígenes, desarrollo y mutaciones del virus.

Aparte de estadísticas de decesos como gusta llamar ahora a los muertos, contagiados, vacunados en las diferentes versiones, subidas y bajadas, medidas preventivas, restrictivas, cambios, adaptaciones etc. Seguimos sin saber nada o muy poco de que se trata realmente, como ha llegado e instalado tan rápidamente, las causas de su veloz desarrollo a nivel global etc.

La información con la que nos siguen bombardeando y algunas de las medidas preventivas, tienen muy poco rigor o base científica, rozando en muchos casos el infantilismo. Por ello no es de extrañar que a mucha gente le resulte difícil creer los continuos y variados diagnósticos que desde los gobiernos tratan de difundir, así como el acierto en las medidas profilácticas que nos solicitan.

La secuencia de los hechos, con repuntes, rebrotes y diferentes variantes en la mayoría de los países del entorno, algunos de ellos con altas tasas de vacunación, e incluso con diferentes estacionalidades de frio-calor hace que se mantengan dudas y desconfianza en su diagnóstico. Maxime cuando también estamos viendo cierta censura y bloqueo informativo para los que piensan diferente de las corrientes oficiales establecidas. Ocultan el debate sobre la pandemia, algo que ya ha sido denunciado por expertos en la materia, cuyas opiniones no coinciden con las que escuchamos a diario.

Igualmente, y sin entrar a valorar el apagón informativo de la situación pandémica en otros lugares, como por ejemplo en África, ¿cuáles son sus datos?, ¿les han llegado vacunas?, ayuda médica?, etc. Seguro que el virus si lo tienen, pero como buenos hipócritas liberales es mejor mirar para otro lado.

Por el contrario, se está acentuando la estigmatización de los no vacunados como si ellos fueran los responsables o únicos culpables de los aumentos, repuntes o rebrotes en la expansión de la pandemia cuando estamos viendo que los que ya estamos vacunados seguimos estando expuestos al contagio o a contraer el virus. Decir que los no vacunados son los responsables de la pervivencia del virus es tan falso como aseverar que la vacunación nos previene totalmente de la enfermedad.

Ello no quita que los que estamos vacunados tengamos el derecho a pensar que con nuestra decisión de hacerlo beneficiamos a los que no lo están, juegan con la ventaja de que nuestro esfuerzo les otorga a ellos ciertos privilegios, ya que no se ven afectados ni comprometidos por la prueba y hasta donde llegue, con todas las reservas, generamos ciertas defensas para por nuestra parte no afectarles. En todos los casos no olvidemos que antes de imponer hay que tratar de convencer con razones y argumentos de peso o irrefutables.

Ahora nos hablan de una tercera dosis para los que tenemos dos y dentro de no mucho nos plantearan la cuarta y..., e incluso se escucha que pueden darnos la opción de escoger dentro de la oferta existente cual queremos, vamos como si se tratara de un refresco. Como podemos decidir la población sobre algo que desconocemos, porque no dicen claramente que sobre este asunto ellos tampoco saben nada o muy poco.

En mi opinión el núcleo del problema subyace en una gran falta de información. Escuchamos muy poco a voces autorizadas, investigadores, virólogos, biólogos o científicos, uno no sabe si por prudencia o autocensura de lo que no conocen con él rigor que su formación y respeto de la situación requiere, y demasiado a los políticos de turno dando la nota hablando de lo que desconocen y diciendo las tonterías e insensateces a las que nos tienen tan acostumbrados, que ya el personal las considera desgraciadamente como algo implícito en el cargo. Ignoran lo que un sabio como Sócrates fue capaz de decir: «solo sé que no se nada».

Lo que es innegable es que la irrupción de esta pandemia ha removido todas las estructuras socioeconómicas existentes. Nuestras relaciones sociales se han visto afectadas, los centros de enseñanza han tenido que modificar su métodos y programas, la convivencia de los alumnos se ha visto alterada, los jóvenes han visto anuladas algunas de sus referencias de ocio y como tales se han rebelado, los centros de trabajo también han tenido que adaptar sus condiciones en función de su actividad y los pequeños negocios de servicios y hostelería de trato directo han tenido en la medida que les ha sido posible reinventarse o cejar la actividad.

En qué medida todos estos cambios pueden afectarnos. Las consecuencias del aislamiento «impuesto» o «aconsejado» son múltiples como, por ejemplo: fomento del individualismo, cambio en los hábitos, dependencia absoluta de las plataformas bien sean de ocio, abastecimiento o compra y de información. La situación de oligopolio de las plataformas digitales es bien conocida y bien merece un análisis los riesgos que ello conlleva.

Las secuelas tanto físicas como psíquicas ya las estamos comprobando y por su gravedad merecen un capítulo aparte.

Casualmente coincide esta pandemia en tiempo con los cambios en el tablero político económico mundial y sus consecuencias: desabastecimiento de los mercados tanto domésticos como de componentes industriales y su incidencia en los mercados laborales, el exagerado incremente de los precios al consumo y del transporte internacional sobre todo vía marítima, como efectos directos de la colonización industrial gestada desde hace lustros por algunas potencias.

Y por supuesto la brutal e injusta subida de la electricidad y combustibles, cuando paradójicamente nos están vendiendo el coche eléctrico junto con la eliminación de la mayoría de los combustibles sólidos contaminantes, para cuya fecha no son capaces de ponerse de acuerdo.

Y por todo ello fuera poco aderezado con rumores de apagones, de cortes de suministro de gas, etc., para que la población aparte de alarmarse y asustarse empiece a regular sus gastos ante la previsible disminución de ingresos. Pero no hay que preocuparse ya tienen los responsables de este colapso, ¿se los imaginan?, pues claro: inmigrantes, los no vacunados, etc.

Vivimos en sociedades gestionadas por un gran porcentaje de ineptos, incapaces de hacer autocrítica ni de al menos estar callados, y que a pesar del desarrollo tecnológico, digital y transicional demuestran que no están preparados para cuidar a la población, pero si para hacer negocio de sus desgracias y necesidades vitales.

Lo vemos diario en nuestra pequeña CAV donde siempre la responsabilidad en los resultados de sus erráticas y nefastas decisiones siempre son de los afectados, de terceros o de los que no son de su cuerda.

El trayecto pinta largo y sinuoso, con alguna parada de relajamiento y si no somos capaces de ser más exigentes, sin información.

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