Josu Iraeta
Escritor

De Amadeo Marco a Javier Esparza

Con esa perversa utilización del término «normalización», lo que UPN no quiere mostrar es que la consolidación y expansión de las lenguas van, junto con la conquista, dentro de la acción política.

Precisamente cuando teníamos ante nosotros una primavera tan elegante como hermosa, y muy húmeda. Cuando, afortunadamente, tratando de garantizar un pacífico porvenir a todos los navarros, hemos visto que se han dado pasos que han costado mucho, muchísimo. Cuando tenemos a nuestro alcance la oportunidad de que toda la sociedad navarra pueda aprender y practicar distintas lenguas –probando cómo puede ser la democracia–, los descendientes de Jesús Aizpún volvieron, tratando de incendiar la convivencia entre los navarros, con su mentirosa cantinela. Sí, otra vez.

Desde hace tiempo, los que creen haber nacido para sentarse, «siempre» en la primera fila, están enfurecidos. El motivo, que no pueden vivir con la escasa repercusión que tienen sus «modestas» funciones actuales, que se ahogan. No les basta, necesitan más, y nada mejor que una vuelta con los amigos para levantar la maltrecha autoestima. Así, en un día memorable –y demostrando cuan elástico puede llegar a ser el metro cuadrado–, disfrutaron entre «decenas de miles» de sus seguidores.

Ya sé que el PP previamente y con el mismo propósito, organizó un «paseo» multitudinario por la extensa geografía navarra, pero es que no hay ninguna diferencia entre una cosa y la otra. Los dos «comen» del mismo pesebre, y además UPN mete muchas más «cabezas».

Una vez más, quieren ponernos a todos mirando hacia el pasado. Quién no recuerda a Miguel Sanz gritando «Navarra no es negociable». Son las cantinelas de siempre, las que estrechan los nudos que hacen daño.

A cambio de la autonomía política de los navarros, quieren recuperar Navarra como «su» feudo económico. Y con tanto intercambio, la han vaciado e invalidado hasta prácticamente convertirla en una mera autonomía fiscal y administrativa de origen foral: desde la Ley Paccionada de 1841 hasta la actualidad.

En mi opinión, la consecuencia más nefasta e ilógica de las pseudopolíticas de ese tipo, es que el Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra no reivindique el euskara. Lo que la despiadada decisión del Poder Legislativo viene a mostrar ante toda la población navarra es una supina ignorancia sobre la historia de la lengua del país, y un rencor irracional hacia el patrimonio cultural.

Atendiendo a la historia, podemos observar cómo en noviembre de 1956, en los años más duros de la dictadura de Franco, la Diputación de Navarra creó la Sección de Fomento del Vascuence en el seno de la Institución Príncipe de Viana, dedicada al «estudio y fomento de la lengua vasca», y se confió a los párrocos la adopción de algunas medidas para garantizar «la supervivencia de nuestra antigua y venerada lengua». Ya es algo.

No siendo ello bastante, empezaron además a conceder premios a los niños y niñas que se expresaban en euskara, e incluso se creó una revista mensual con una tirada de 6.000 ejemplares.

Para hacernos una idea de la relevancia que tenía en aquellos tiempos esa postura hacia el euskara, sabed que las Diputaciones de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia sostenían la misma política de rechazo del euskara que la Administración del Estado.

Por tanto, el tan embustero como falso mensaje al que UPN recurre de vez en cuando, ese que dice «Ojo, no admitimos ingerencias de los vascos», no solo revela su mentira, también su vergonzosa ignorancia.

Que yo sepa, todos los vascos, empezando desde los godos, eran vascones, y Sancho el Mayor era en la época, rey de todos los vascones. Y aunque los descendientes de Jesús Aizpún lo nieguen hasta la muerte, el famoso lema «Zazpiak Bat» fue creado por primera vez en Navarra (en 1878), antes incluso de que lo formulara Sabino Arana.

Es irrefutable que Navarra, a lo largo de la historia, ha sido Euskal Herria. Las gentes de esta tierra se denominan «vascones» desde la Geografía de Estrabón de hace dos mil años.

En los demás territorios del sur de Euskal Herria, aunque se hablaba euskara, se llamaban várdulos, caristios y autrigones. Por tanto, la denominación de vascones les proviene de los navarros.

Hoy en día son lamentablemente muchos los navarros que no se sienten vascos. Bien lo sabemos. También sabemos el por qué. Pero la historia es larga, y muchas veces sirve para corregir errores.

Voy a incluir un pasaje protagonizado por un famoso personaje, ya desaparecido, con el que, gracias a la mediación de un amigo común –hace ya varias décadas– tuve el placer de conversar a lo largo de una comida, en el restaurante «Matxiarena» de Bera.

Hace ya cuarenta largos años, Julio Caro Baroja, sobrino de Pío Baroja, pronunció una conferencia ante un nutrido grupo de sacerdotes navarros. Asistieron muchos, y no era para menos, ya que el tema escogido era «El origen de Euskal Herria».

Al concluir su discurso, y llegado el turno de las preguntas, un joven sacerdote que ejercía sus responsabilidades en un pueblo ribero le preguntó:

«Don Julio, soy natural de Olite. ¿Cree usted que, así como afirmo que soy plenamente navarro, puedo también sostener que soy plenamente vascón?».

A lo que Julio Caro Baroja contestó: «Eres de la tierra de los vascones, eso te lo puedo asegurar; ahora bien, en cuanto a si eres navarro, ahí ya no estoy tan seguro». La respuesta de Julio Caro Baroja provocó una sonora carcajada en la sala.

Volviendo a la cabecera del artículo, hay que señalar que llevan tiempo tratando de meternos en la cabeza palabras como «normalización» e «imposición», en diversos ámbitos y con varios fines, palabras que en apariencia valen para todo, pero que se emplean para sembrar cizaña.

El término «normalización» engloba dos significados:

a) Determinar las «normas» de la lengua, gramaticales, léxicas, ortográficas, etc.

b) Mantener la lengua en una situación «de normalidad», de tal forma que cumpla todas las funciones sociales, tal y como lo hacen el inglés, el francés y el castellano, cada cual en su respectivo país de origen.

Con esa perversa utilización del término «normalización», lo que UPN no quiere mostrar es que la consolidación y expansión de las lenguas van, junto con la conquista, dentro de la acción política. Es decir, que su «normalización e imposición» viene en la medida en que se acepta lo que pretenden imponer.

Por décadas que llevéis enmascarados, salta a la vista que sois los amados descendientes del dictador Franco y del tristemente famoso general Mola. Es por eso que os empeñáis en imponer la razón a la fuerza. Vuestra razón se basa en la fuerza. Por lo tanto, sois débiles, muy débiles.

Todo esto tiene una nefasta pero clara consecuencia; vosotros, «señores» de UPN, estáis dispuestos a cualquier cosa, con tal de que en Navarra «solo» gobierne Madrid. Y es que la historia nos enseña que la derecha –o sea, vosotros– tenéis «muy mal perder» y en vuestra reacción –demostrando ignorar qué es la oposición– intentáis sin rubor incendiar la convivencia entre los navarros.

A lo largo de estos párrafos, creo haber dejado en evidencia que UPN ha hurtado y censurado a sus seguidores una parte importante de la historia de Navarra.

Sépanlo, la censura como herramienta política siempre fue –y lo es hoy también– fruto de la impotencia ideológica.

Concluyendo; señores de UPN, de las frutas que colgaban bajo, ya no quedan.

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