Mikel Fernandez Mínguez

De película

La Fundación Miranda de Barakaldo, institución centenaria que gracias al grupo gestor que en estos momentos la dirige está a la deriva, sin rumbo.

En el año 1994 Nelson Mandela se convertía en el primer presidente negro de Sudáfrica; desde ese cargo puso en marcha una política de reconciliación nacional, lucha por la humanización de las relaciones entre iguales y de justicia social. Al mismo tiempo, en ese año entra esta película en mi vida. El decorado de la misma era colorido, bonito, fresco, con problemas, pero, al menos, había ciertas cotas de humanidad entre los y las actrices principales, secundarias e incluso directores de la película. Me contaban por aquel entonces que incluso se juntaban los y las actrices tras el rodaje alrededor de una mesa para interactuar entre ellos y ellas, comer, beber e incluso debatir sobre el formato de la película en un ambiente distendido. Algunos actrices y actores incluso tejían bonitas relaciones personales que aún perduran y de las que he sido y soy testigo directamente. Está claro que en una película con tantos protagonistas hay roces, somos diferentes pero al menos, lo que me decían era que predominaban las sonrisas en esas caras, aire fresco y cálido al mismo tiempo.

La claqueta seguía trabajando a buen ritmo y entré en escena como actor secundario en esta película allá por el año 2000, al mismo tiempo que en el otro lado del mundo el dictador Pinochet, tras años de someter a su pueblo, era arrestado. Aún recuerdo aquellos días y noches, no sin problemas, pero los ojos de la gente trasmitían otra cosa, otro sentir. Recuerdo que en los corros de los descansos hablábamos sobre nuestras vidas y mientras trabajábamos codo a codo predominaba la risa y cierta complicidad. O cuando conocí a una de las actrices de aquella película de la que tanto había oído hablar en casa. También recuerdo incluso cuando algún director me preguntaba de vez en cuando por mis padres y hermano. Como he citado antes, no sin tiranteces, sin problemas pero el ambiente era bastante aceptable. En general podríamos titular aquella época como "La vida es bella", con una gran carga de humor, tristeza y humanidad al mismo tiempo.

El director de la película cambio y los focos se empezaron a apagar poco a poco, como aquellas sonrisas. Aun recuerdo aquel primer encuentro que tuvimos con él. Incorporaba en el guión palabras y expresiones que nunca habíamos oído como por ejemplo, la palabra despido, ERE o frases como «cada uno tiene que hacer su trabajo, por ejemplo si hay que despedir a alguien lo tendré que hacer yo». O también cuando tuve una conversación con el codirector de la película que me comentaba, yo con principio de neumonía, que «sería interesante que te incorporaras a tu puesto de trabajo con celeridad». Por cierto en el despacho de este codirector se podía leer en la puerta «Director de Recursos Humanos». ¿Pero de verdad que eran humanos? La deshumanización y la poca democracia interna hacían acto de presencia. Soy de la opinión de que un dirigente no puede gobernar en condiciones si no conoce a su pueblo, el nombre de su gente, saber que preocupaciones tienen, que características, que gustos, en definitiva como respira. A no ser que no tengas empatía o tus fines sean otros.

Aquellos términos nos sonaban muy lejanos, tanto que creo no le dimos la importancia que requerían. Reflexionando quizás no supimos organizarnos bien y entre todos dejamos que el director y codirector tomaran demasiado protagonismo en esta película. Los encuentros alrededor de la mesa dejaron de existir y dieron paso a los desencuentros y a las escenas duras de la película donde los más perjudicados fueron los mas vulnerables. Nuestro Julio Cesar sacaba a escena el famoso «divide et impera» para lograr sus objetivos. El género de la película viró y se convirtió en dramático, de la sonrisa al llanto, pudiéndola titular "El Padrino" con Vito Corleone a la cabeza.

Los focos se apagan poco a poco en nuestra casa, la Fundación Miranda de Barakaldo, institución centenaria que gracias al grupo gestor que en estos momentos la dirige, está a la deriva, sin rumbo. Aun así, mañana vuelve a salir el sol incluso en el otro lado del mundo. Yo no me voy, a mi me echan de mi casa pero me voy con la cabeza alta y habiéndome vaciado. Me despido deseando que la vida vuelva a ser maravillosa. Y eso sí, no hay película sin una segunda parte…

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