Fátima Andreo Vázquez

¿De quién son esos votos?

Nada de esto convencerá a quienes tienen la razón (y los votos). Y como tienen la razón, no admiten los reglamentos aprobados democráticamente y se los saltan a la torera.

Laura Pérez y sus afines se ha hecho con el control del grupo parlamentario de Podemos Ahal Dugu (todavía se llama así, que yo sepa) obviando las decisiones que el partido al que representan (o deberían) ha tomado en sus órganos democráticamente elegidos. Sus argumentos para tal postura son variopintos.

Pero, sobre todo, se adjudican todos los votos de las elecciones autonómicas de 2015, 46.207, a pesar de que en la lista íbamos más personas. De hecho, entre las 8 primeras candidaturas votadas en las primarias, 5 no coincidimos con su actual postura y la mayoría estábamos en puestos con más votos que los disidentes. Pero los votos son todos suyos. La verdad es que se hace raro que con tantos votos no consiguieran esos 28 que les faltaron en las últimas primarias. O no.

1.- Laura Lucía Perez Ruano (997 votos, 75.93%)
2.- Mikel Buil García (746 votos, 46.65%)
3.- Tere Saez Barrao (738 votos, 46.15%)
4.- Ainhoa Aznarez Igarza (733 votos, 45.84%)
5.- Fátima Andreo Vázquez (710 votos, 44.4%)
6.- Carlos Couso Chamarro (695 votos, 43.46%)
9.- Fanny Cecilia Carrillo Suárez (693 votos, 43.34%)
7.- Eduardo Santos Itoiz (690 votos, 43.15%)
8.- Rubén Velasco Fraile (688 votos, 43.03%)

Y, desde luego, no hablan en ningún momento de los votos conseguidos en las elecciones generales, 94.555 (juntos con IE y Equo), más del doble, en las que no participaba Laura Pérez, y sí Ione Belarra y Eduardo Santos (despectivamente denominados el «comando Madrid»; ¿también desprecian a sus 94.555 votantes?).

El caso es que los únicos votos que valen son los de las autonómicas y además son sólo suyos. No valen los resultados de las última primarias, que perdieron, porque según dicen no se puede cambiar el proyecto de un partido a mitad de la legislatura (aunque no explican por qué no). Está claro que no se puede cambiar un acuerdo programático para una legislatura sin haberla acabado, pero nadie ha planteado tal cosa. Pero si no se pueden cambiar las normas y el proyecto de un partido a mitad de la legislatura, ¿por qué la anterior secretaria general convocó elecciones entonces? ¿O es que sólo eran válidas si salía su propuesta? Curiosa interpretación de la democracia.

Así que no valen los resultados de  las generales que, en dos ocasiones, obtuvieron muchos más votantes que las autonómicas. Los resultados de ninguna de esas tres elecciones tienen ningún valor.

Habrá quien piense que estos argumentos no se sostienen. Que quienes votan a la lista de un partido político lo hacen a ese partido y que la mayoría no conoce a ninguno de sus integrantes. Que para el voto autonómico a Podemos, en Navarra y en cualquier otro lugar, lo fundamental fue la visibilidad que tuvieron sus dirigentes de Madrid, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero, Pablo Echenique, porque aquí no hubo tiempo para poder llegar más que a unos pocos de los electores.

Pero nada de esto convencerá a quienes tienen la razón (y los votos). Y como tienen la razón, no admiten los reglamentos aprobados democráticamente y se los saltan a la torera: inasistencias a comisiones parlamentarias, votos disidentes, no acatar las decisiones del  partido respecto al grupo parlamentario. Porque ellas y ellos no tienen miedo a que se expresen opiniones diferentes. Bueno, de un tiempo a esta parte, claro, porque hace algo más de un año la mera crítica interna era duramente reprimida. Y así se produce una discrepancia entre lo que representan (¿a ellos mismos?) y lo que se comprometieron a representar: un partido, unas normas, un código ético, que al parecer, ya no les vale.

En fin, a ver cómo acaba esto. Esperemos que los compañeros y compañeras del partido no se vean abocados a llevar a los tribunales a estas personas, que tendrían que acabar pagando todas las multas acumuladas por estos incumplimientos; esperemos que entren en razón.

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