Olaia Duarte
Concejala de EH Bildu

Decadencia en la atención a las personas mayores de Donostia

A esto está quedando reducido el programa Donostia Lagunkoia, hasta hace poco buque insignia de los servicios sociales donostiarras.

Donostia es una ciudad envejecida. Año tras año el porcentaje de mayores de 65 aumenta llegando en 2016 al 23%. Hablamos de una ciudad en la que hay 42.544 personas mayores, con necesidades de atención muy variadas. Si nos fijamos en el índice de envejecimiento, que es el porcentaje que representa la población mayor de 64 años sobre la población menor de 16 años, mientras en la CAPV es de 139 y en Gipuzkoa de 132, nuestra ciudad bate récords con una puntuación de 163, llegando a superar los 250 puntos en barrios como Amara Berri, Antiguo y Gros.

Nuestra sociedad es muy diferente a la que hemos conocido con anterioridad y esta realidad nos presenta importantes desafíos que debemos afrontar con seriedad. Las políticas públicas de atención a personas mayores deben contemplar la pluralidad de perfiles que hay en la actualidad, donde podemos encontrar personas muy activas y autónomas, que son claves en movimientos asociativos, que cuidan de sus nietos, que son la esencia del voluntariado, etc. y también tenemos a personas en situación de dependencia que necesitan ser atendidas.

Para hacer frente a todas estas situaciones, el Ayuntamiento ha desarrollado desde tiempos de Odón Elorza el programa Donostia Lagunkoia (ciudad amigable), que vivió sus mejores momentos en la legislatura del alcalde Izagirre, como bien han reconocido asociaciones como Nagusilan. Este programa tiene como objetivo promover y favorecer la presencia y participación de las personas mayores en todos los aspectos de la vida y de la dinámica social. Aglutina proyectos y actividades que tienen como objetivo general mejorar la amigabilidad de la ciudad y, con ello, mejorar la calidad de vida de las personas mayores y, por extensión, de toda la sociedad donostiarra, generando procesos de participación comunitaria y aprovechando el potencial de los y las mayores en la vida ciudadana. Entre esas medidas están, por ejemplo, el desarrollo de talleres de prevención de caídas, la formación de los conductores de Dbus en temas de seguridad o la elaboración de un plan para el fomento de la instalación de ascensores en edificios ocupados por personas mayores.

En esta legislatura hemos podido ver carteles y paneles informativos relacionados con este programa en el pasadizo que va de la estación de autobuses a Egia, y otras zonas de la ciudad. La semana pasada, con motivo de la inauguración del local Aitonen eta Amonen Etxea en Intxaurrondo, el alcalde Eneko Goia leía un discurso en el que abogaba porque las instituciones crearan las condiciones para que las personas mayores tengan una calidad de vida adecuada. Discursos y paneles. A esto está quedando reducido el programa Donostia Lagunkoia, hasta hace poco buque insignia de los servicios sociales donostiarras.

Y para muestra, un botón: vecinos y vecinas de un portal de la calle Triunfo propiedad de la Fundación Zorroaga, en su mayoría personas mayores con problemas de movilidad, llevan desde diciembre del 2015 pidiendo un ascensor en su vivienda para poder salir a la calle. Se da la circunstancia de que la comunidad de vecinos ha tenido que recurrir a una abogada para solicitar a esta entidad presidida por Eneko Goia la necesidad de poner el ascensor. Y es que han pasado casi dos años esperando, llegando al extremo de que uno de los vecinos ha tenido que dejar su vivienda por los problemas de accesibilidad.

No podemos entender que a día de hoy no se haya colocado ese ascensor. La instalación de ascensores en edificios ocupados por personas mayores era una de las medidas estrella del programa Donostia Lagunkoia. ¿Dónde han quedado los valores de este programa ante la negativa a poner un ascensor a personas que lo necesitan? Esta era, precisamente, la pregunta que me venía a la cabeza el otro día mientras escuchaba el discurso del alcalde en Intxaurrondo, sobre todo cuando repetía por enésima vez el eslogan de «las personas para nosotros son lo primero».

Pero no solo ocurre en Donostia. Es el sello de la casa en la atención a mayores de los gobiernos de colación PNV-PSE. Otro botón: en la actualidad el Gobierno Vasco está tramitando un Decreto sobre Centros Residenciales para Personas Mayores en el que se establecen ratios de personal auxiliar de los años noventa. ¿Cómo se pretende dar una atención personalizada y adaptada al momento social actual con ratios de personal de la década de los noventa? Es más, ¿por qué se elabora un Decreto que mantiene la precarización de este sector tan feminizado? No hay más que ver los sueldos de las trabajadoras y sus condiciones laborales. Qué se lo pregunten a las trabajadoras de Bizkaia.

Y lo mismo sucede con los compromisos que la Diputación de Gipuzkoa está incumpliendo en relación con el proceso de publificación de las residencias de personas para mayores (programa Kabia). La legislatura pasada se aprobó una Norma Foral que obligaba a la Diputación a asumir once residencias para 2016 pero, actualmente, solamente se han integrado en el proceso las cuatro realizadas por el Gobierno de EH Bildu.

Estos son solo unos ejemplos que reflejan que, más allá de paneles, discursos y eslóganes, las políticas de atención a las personas mayores y el modelo de cuidado (tanto de los usuarios como del personal) han dejado de ser «amigables» para entrar en una fase de decadencia que cada día es más preocupante.

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