Desde la distancia
Acabo de encontrarme con una pareja (iba a decir de jóvenes, pero, al menos el varón, no andaría lejos de la treintena), pegando con gesto desafiante modestos carteles a favor de la abstención (¿contra la guerra?) en la consulta sobre esta Europa de la OTAN y otros males. Los partidos de orden no pegan ya carteles fuera de lugar, no hacen pintadas, no pisan la calle, no provocan, no atraen, no entusiasman. Me he acordado de aquella protesta minúscula escrita con lápiz en una pared de Bilbao, que reclamaba igualdad de oportunidades exigiendo que el espray desapareciera o que hubiera para todos: a ellos, modestos e ingeniosos ácratas de finales de los setenta, el presupuesto no les daba para tanto. Me he acordado de los provocadores y brillantes carteles de EMK, me he acordado sobre todo del que concibieron para recibir en 1980 a aquel supergobernador con cara ad hoc que Madrid envió al Norte junto a su Plan para reducir a los vascos alebrestados.
La pegada de estos carteles de técnica actualizada a favor de la abstención me ha retrotraído al pasado, pero menos que los mensajes que les oigo a estos no tan jóvenes a favor de causas con las que cualquier bien nacido debería sintonizar, y que en la distancia recuerdan los que otros no tan jóvenes como ellos y tan bien intencionados como ellos escribieron cincuenta años antes para atinar con una vía que propiciara la revolución global. Tienen estos no tan jóvenes, por lo que veo, la edad que tenían Zunbeltz, Atxur, Pertur, Patxo, Gaurutz, Erreka y compañía cuando escribían ambiciosos textos llenos de los mejores propósitos: imposible no recordarlo por los que en la generación a la que pertenezco participamos de una u otra forma en los proyectos.
Tras el sorprendente final de una organización que sobre la marcha quedó adjetivada como político militar, con más de cincuenta años y mejores ocasiones desaprovechadas, era más que previsible que hubiera contestación en sus filas, pero los que hemos seguido el proceso en la distancia no imaginamos que la más previsible contestación fuera tan débil, y que le saliera por el contrario al movimiento una vigorosa contestación intelectual desde lo más cercano, en ocasiones, desde lo más significativo de la familia. A quien lea esta carta y perciba en ella un cierto escepticismo le diré que no se equivoca. Y le diré también, si se me permitiera el consejo, que aciertan los que ante una contestación como la planteada, lo menos adecuado es obligarla a moverse en una medio clandestinidad, y lo más inteligente, abrirles las ventanas de par en par para conocimiento general de sus proyectos, además de abrir la mente para entender en ella lo que de entendible tenga.