Xabier Rodríguez y Nicolás Xamardo

Dilatación o purificación de la identidad

La cuestión de la inmigración (proletarios nómadas) no debe tratarse con políticas que imponen su integración-asimilación en las lenguas y culturas de las naciones a las que llegan, tal y como están haciendo los estados en el mundo capitalista globalizado.

En muchos de esos estados existen naciones oprimidas, como es el caso de España (Galicia, Catalunya y Euskal Herria). Y esas naciones, especialmente Euskal Herria y Catalunya, cuentan con un elevado número de proletarios nómadas.

En todas ellas, falta una política propia respecto a esta cuestión. Y, si no se tiene, se termina poniendo en práctica, con las personas venidas de otros países, la misma que ha llevado a cabo y sigue practicando el Estado español en Catalunya, Galicia y Euskal Herria con nosotros para integrarnos y asimilarnos. Para que renunciemos a nuestra identidad y nos sintamos españoles.

Con el traspaso de competencias sobre inmigración a las nacionalidades históricas, han salido a la luz a algunos episodios xenófobos en Catalunya; en particular, el protagonizado por el ayuntamiento de Ripoll.

Al respecto, debemos tener muy claro que, aunque quisiéramos, carecemos del poder necesario para integrarlos a la fuerza: hacerles renunciar a su identidad y obligarles a que adopten la nuestra.

Está claro que quien sí lo tiene es el Estado español. Y el proletariado nómada lo percibe. De ahí que, ante la disyuntiva de verse forzado/a a la integración, es evidente que lo hará en la lengua y cultura de la nación española y no en la catalana, gallega o vasca. Y, además, se convertirá en un aliado del Estado español contra los pueblos gallego, vasco y catalán, incapaces de ofrecerles una alternativa propia y diferente.

Es por eso que tenemos que evitar a toda costa que el proletario nómada sea utilizado para construir España en las naciones que esta oprime.

¿Por qué es un tema tan importante y delicado? Porque lo que está en juego es algo esencial al ser humano: la cuestión de la identidad, ni más ni menos. Y la identidad la conforman, en esencia, la lengua y la cultura.

Por eso, frente al Estado opresor que busca integrar y asimilar a los y las proletarias nómadas, en las naciones sin estado tenemos que hacer una política basada en el respeto y el conocimiento mutuo, que les posibilite la convivencia y el arraigo en su nuevo pueblo. Debemos, de modo especial, facilitarles el conocimiento de la lengua y cultura del país de acogida para que no se vean abocados a integrarse en la del Estado opresor. Es decir, debemos hacerles partícipes de lo nuestro, lo que conlleva dilatar su identidad, no renunciar a ella. Habida cuenta que la identidad no es algo inamovible, estático, la dilatación de la identidad nos habla de una identidad dinámica, abierta a lo nuevo.

Así mismo, de modo recíproco, como ciudadanos del país de acogida, tenemos que estar abiertos y receptivos a lo nuevo que nos traen de otros países y culturas para ir dilatando también la identidad propia.

El único modo para que el proletario nómada participe de nuestra identidad consiste en favorecer la dilatación de la suya, la identidad dinámica. Por el contrario, con la integración forzada, los empujamos a la purificación de la suya (integrismo); convirtiéndonos, así, en unos xenófobos, similares a los/las racistas que hacen el juego sucio al capitalismo globalizado, echando a los proletarios nómadas que este no necesita, a los que acusa de delincuentes.

Y hablamos de dilatación de la identidad no desde un punto de vista puramente teórico, sino desde las experiencias personales que hemos vivido en el movimiento de las ikastolas. Y nosotros, concretamente, en el de Toki Eder. Allí, padres y madres venidos de otras nacionalidades y regiones del Estado español y padres y madres de Euskal Herria, confluimos en la lucha por la euskaldunización de nuestros hijos e hijas, ampliando, de este modo, nuestras identidades: aprendiendo euskera, conociendo la cultura vasca; dando a conocer las nuestras y compartiéndolas con las gentes de Euskal Herria. Es decir, desarrollando la dimensión dinámica de nuestras identidades.

Nadie nos obligó a integrarnos, fue una confluencia de deseos y aspiraciones con el objetivo de construir y compartir una Euskal Herria más justa, más solidaria y euskaldún.

Y este debe ser, en nuestra opinión, el objetivo que guíe nuestra política en relación con los proletarios nómadas.

Debemos crear un país entre todos: autóctonos y allegados.

Los pueblos oprimidos tenemos que hacer una política nueva, diferente y revolucionaria, basada en el respeto y la justicia.

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