Iratxe Lopez de Aberasturi
Coordinadora de Eusko Alkartasuna en Araba

Dos opciones: maquillaje o cirugía

Sin las armas, todo será posible, nos decían a la ciudadanía vasca; con las urnas, todo es imposible, le dicen a la catalana, y nos obligan a cambiar de paradigma.

Los y las abertzales hemos celebrado el Aberri Eguna de este año en un clima que favorece muy poco realizar una reflexión en profundidad de los retos que tenemos como país, porque es muy difícil abstraernos de esta larga campaña electoral que no terminará hasta finales de mayo.

Sin embargo, es necesario ver dónde estamos en el camino a conseguir una Euskal Herria soberana en la que vivan hombres y mujeres libres, un país con un Estado de Bienestar a la medida de las necesidades de sus habitantes. Y, es cierto que, este análisis se debe hacer, más que nunca, pensando en Euskal Herria pero mirando a Madrid.

Y esto, que es innegable, es también una lamentable paradoja porque en un momento en que una mayoría política de la CAV ha acordado ya las bases para un nuevo Estatuto Político en el Parlamento Vasco, seguir a la espera de cuatro competencias es jugar muy a pequeña. Es aceptar seguir en un marco político cuya mayor característica es que ni la CAV ni Nafarroa tienen forma de hacer cumplir ni siquiera lo establecido por ley. Llevamos 40 años, que se dice pronto, esperando transferencias –derechos y competencias de obligado cumplimiento– que solo llegan a cambio de unos votos o por necesidades electorales, nunca a petición de las instituciones que representan a la ciudadanía de Hegoalde.

Esta certeza, unida a la tragedia política y humana que es el juicio a los dirigentes políticos catalanes deja meridianamente claro la posibilidad de conseguir nuestros objetivos nacionales en este marco político y en estos parámetros. Sin las armas, todo será posible, nos decían a la ciudadanía vasca; con las urnas, todo es imposible, le dicen a la catalana, y nos obligan a cambiar de paradigma.

Además de negarnos los derechos, nos hacen responsables del auge de la ultraderecha. Sin embargo, esta ha surgido del propio sistema, que ha ido apretando cada vez un poco más en la negación de todos los derechos individuales y colectivos hasta que la aparición de la ultraderecha ha sido la consecuencia lógica. Y es el sistema el que les dice a todos los colectivos que están en la calle o en lucha que paren para no hacer el juego a los ultras. La pescadilla que se muerde la cola y el sistema siempre gana.

Por eso, desde Eusko Alkartasuna de Araba creemos que el independentismo de izquierdas tiene un objetivo y un peligro fundamental. El objetivo a corto plazo es la unidad de acción con el resto de naciones actualmente presas en el marco del Estado español, pero no solo con ellas, también con toda persona o fuerza que sienta como propia la falta de democracia que nos afecta como país. Nunca un lema electoral fue tan verdadero, es la hora de las repúblicas, del cambio con mayúscula, nacional y social. También en este ámbito, la unión hace la fuerza.

Y el mayor peligro al que nos enfrentamos es el gatopardismo, el cambiarlo todo para que nada cambie. Es evidente que preferimos un Gobierno de las fuerzas progresistas en Madrid que uno del trifachito, o con cualquiera de sus integrantes. Es preferible, claro pero siempre y cuando desarrolle políticas progresistas y democráticas, en todos los ámbitos.

Por eso creemos que esa acción conjunta que Eusko Alkartasuna siempre ha cultivado es vital en estos momentos. La izquierda española y las izquierdas nacionales del Estado, también otras fuerzas menos de izquierdas o incluso claramente conservadoras pero con las ideas más claras en materia de soberanía, serán, porque lo están siendo ya, el motor del movimiento, de los cambios.

Ese PNV, que ha decidido hace tiempo que su estabilidad institucional pasa por una entente estable y más o menos reconocida con PSE y PP, dice ahora que quiere parar a la derecha. Hasta a los jeltzales les hemos obligado a moverse, a afirmar que se plantará ante la misma derecha con la que ha estado cómoda hasta hace dos días. A ese PNV que es el mejor ejemplo del gatopardismo, o lo que viene a ser lo mismo: comprometerte a parar a la derecha, a la que has apoyado en innumerables ocasiones y en la que te has apoyado siempre que te ha venido bien, subiéndote al carro de la preocupación por la vuelta del fascismo para, según dice la experiencia, continuar desarrollando políticas que podrían ser perfectamente la de esa derecha a la que dices querer parar. Eso es, ni más ni menos, lo que ha pasado en el Ayuntamiento de Gasteiz.

En definitiva, la estrategia nacional precisa un cambio, un cambio de verdad y que tiene el apoyo de la mayoría social y política de Euskal Herria. Sabemos que es una tarea titánica, razón por la cual no se desarrollará con paños calientes sino con políticas valientes y transformadoras. Tenemos dos propuestas sobre la mesa: por una parte, un ligero maquillaje, tal vez en forma de dos o tres competencias más transferidas que oculten hasta qué punto Madrid decide por la ciudadanía de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, así como por la de Nafarroa; o la posibilidad de dar los primeros pasos de una transformación profunda.

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