Marta Abiega
Educadora en Karmelo Ikastola

Educación presencial y segura

Una vez más, queremos poner la vida y los cuidados en el centro y para eso hace falta recursos humanos. Es la lección danesa: ratios reducidos a diez y aumento de los espacios públicos disponibles.

Ninguna persona que haya asistido esta semana al comienzo de curso, en mi caso en educación infantil y primaria, puede dudar mínimamente de que no hay forma alguna de sustituir la educación presencial. Y no es por nosotras y nuestras mayores o menores capacidades, el mérito es suyo.

Han venido con ganas de verse, de tocarse, de hablarse, de gritarse, de jugar juntas, con ganas de disfrutar de la compañía mutua y corren, se persiguen, se pelean y se ríen como si no hubiera un mañana y, qué queréis que os diga, me estremezco al pensar que alguien pueda creer que eso se puede sustituir por la educación a distancia. Sus aprendizajes mutuos, entre iguales y conjuntos, afectivos, comunicativos, relacionales... son, además de maravillosos, imprescindibles.

Me preocupa que ya han normalizado las mascarillas que nos desdibujan la sonrisa –ahora solo sonreímos con los ojos–. Vuelven las consignas: jugar sin dar ni recibir daño, asegurarnos de que nuestro juego es también juego para las demás, preocuparnos de lo nuestro, ayudarnos las unas a las otras y colaborar. Todas estas consignas dejan de tener sentido si desaparece el grupo y permanece el individuo aislado.

Ayer fui a la huelga por muchas razones, entre otras, porque una de mis alumnas está confinada. Ella vino encantada a jugar con sus amigos pero la felicidad solo le ha durado una semana.

Su tutora, también confinada, me decía el viernes como un presagio: «si tuviera refuerzo les llevaría al parque, han estado demasiado tiempo encerradas».

Esto no ha hecho más que comenzar. Una semana de clase y un positivo, un aula de primero de primaria confinada y por mi parte mucha tristeza y también enfado.
No queremos más mascarillas y geles, queremos profesorado para, entre otras cosas, bajar el ratio de alumnado y poder salir al aire libre a aprender en la naturaleza y con la naturaleza.

No queremos que se nos confine, queremos recursos para evitar el sufrimiento que supone a este alumnado una cuarentena tras un confinamiento. Las queremos en la ikastola pero alegres y seguras. Una vez más, queremos poner la vida y los cuidados en el centro y para eso hace falta recursos humanos. Es la lección danesa: ratios reducidos a diez y aumento de los espacios públicos disponibles (contamos con parques, centros municipales, polideportivos etc.). Para ello se necesitan, según cálculos de los sindicatos, 6.000 docentes que no hemos visto.

Está vez no queremos que, una vez más, el departamento de Educación del Gobierno Vasco se lave las manos. Está en juego nuestra salud, sobre todo, la psíquica.

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