Ramón Contreras López
Haize Berriak y coordinadora NEETEN

El 20 de mayo a Gasteiz en defensa de la tierra

El próximo 20 de mayo tenemos una cita en Gasteiz a nivel nacional, para manifestarnos con el lema "Lurraren defentsan. Euskal Herria bizirik!". En Navarra, una gran cantidad de colectivos y asociaciones apoyan esta convocatoria firmando el manifiesto "La energía justa", con siete demandas: introducir el decrecimiento en el debate público, un rediseño del Plan energético de Navarra 2030, un plan de vivienda asequible y eficiente, el impulso a la agroecología y soberanía alimentaria, por un transporte municipal y comarcal gratuito, mejorando y ampliando las redes de bus y tren existentes, por la reorganización del modelo productivo y la democratización energética.

Por su parte, NEETEN (Nafarroako Energía Eraldatzen) junto con Salvemos el Perdón, que apoyan la manifestación de Gasteiz, convocan a una concentración el 19 de mayo en Iruñea a las 20,00 horas en el Paseo Sarasate, con el lema "Renovables sí, pero no así".

Es muy importante que los movimientos sociales tomen la iniciativa en la lucha contra el cambio climático y la crisis energética, porque es la garantía de que la sociedad civil genere alternativas eficaces para afrontar los graves problemas medioambientales que tenemos, puesto que las medidas que adoptan las instituciones se están demostrando como claramente insuficientes, limitadas, cuando no contraproducentes.

El capitalismo, además de generar desigualdades extremas (las 26 mayores fortunas del mundo acumulan la misma riqueza que 3.800 millones de personas pobres), está también en el origen del cambio climático, al priorizar el crecimiento económico sin límites, sin importar las consecuencias de destrucción del medio ambiente a nivel planetario que comporta. De tal forma que está consiguiendo materializar una importantísima fractura en el metabolismo entre la naturaleza y las personas, sumiéndonos en una crisis existencial que pone en peligro el mismo futuro de la humanidad.

Para el sistema capitalista la naturaleza es un objeto de saqueo y de apropiación para convertirla en mercancía. No solo explota la mano de obra de las clases trabajadoras y de los países periféricos, sino el medio ambiente planetario en su conjunto. Así ha esquilmado casi la totalidad de las fuentes de energía de origen fósil, los nutrientes del suelo, los metales y todo lo que está a su alcance. Su práctica extractivista se ha convertido en una enorme carga para el planeta. Imponiendo un modo de vida imperial en los países desarrollados, basado en la producción y el consumo en masa y en el saqueo de los recursos naturales y las transferencias de costes al Sur.

El neoliberalismo quiere mantener la prosperidad presente de una parte del planeta, el Norte global, sin importar sacrificar el futuro. Está sometiendo a nuestro planeta a una carga muy superior a su capacidad de recuperación natural. Existen unos puntos de inflexión (cambio climático, pérdida de biodiversidad, ciclos de nitrógeno y fósforo, cambios en el uso del suelo, acidificación de los océanos, aumento del consumo del agua dulce, destrucción de la capa de ozono, concentración de aerosoles atmosféricos, contaminación química) que si son rebasados se pone en peligro la estabilidad de la Tierra. Y la actual actividad económica está consiguiendo que se rebasen ya algunos de esos puntos, ocasionando daños ecológicos irreversibles. El cambio climático, la crisis energética, las guerras, las migraciones ambientales y de la pobreza, están haciendo zozobrar el orden mundial, visibilizando las contradicciones del modo de vida imperial, en forma de materiales y cuerpos humanos, invisibles hasta ahora en los países desarrollados.

Es constatable que las energías renovables no están reemplazando a los combustibles fósiles, sino que se consumen de forma adicional para aumentar la demanda energética debido a la búsqueda del crecimiento económico. La trampa del aumento de la productividad es inherente al sistema capitalista. Esta economía es insostenible. Es preciso reducir drásticamente el consumo de recursos naturales.

Navarra duplicará la capacidad de producir energía eólica y solar por la implantación de 34 polígonos de energías renovables, que producirán mucha más energía eléctrica que la que necesita la Comunidad Foral, hipotecando tierras de cultivo, con graves consecuencias medioambientales, manteniendo la servidumbre de los pueblos rurales al servicio de la ciudad, de las empresas y en menoscabo de la capacidad alimentaria. Esto, junto con el proyecto de la segunda fase del canal de Navarra con el aumento de suelos de regadíos cuando hay carencia de agua; el Tren de Alta Velocidad, con sus costes multimillonarios, sus afecciones, y la imposibilidad de transportar mercancías, abandonando toda mejora de la infraestructura ferroviaria existente y la falaz y utópica promesa de que el coche eléctrico va a salvar nuestra focalizada industria del automóvil, marcan las herradas soluciones que las instituciones navarras tienen para salir de la crisis.

Las necesidades reales son otras. No se miden por el aumento del PIB, sino por garantizar el acceso universal a alimentos, agua, luz, vivienda y transporte público, proteger los ecosistemas y satisfacer necesidades básicas de todas las personas. Hay que luchar por una transición a una economía que prime el valor de uso frente al valor de cambio, conseguir la reducción de la jornada laboral, recuperar los bienes comunes, democratizar los procesos de producción y revalorizar las actividades esenciales para la vida de todas las personas.

El capitalismo, siempre sediento de beneficios, es incompatible con la vida. Necesitamos el decrecimiento social mediante una producción acorde con los ciclos de la naturaleza, orientada a la satisfacción de las necesidades básicas de las gentes.

Por todo ello, es importante acudir a la concentración de NEETEN el 19 y a la manifestación de Gasteiz el 20 de mayo, porque significa que queremos construir un país desde unas premisas distintas al colonialismo extractivista y a las transferencias de los costes energético al Sur. Renunciando al modelo de vida imperial. Basado en la gestión democrática de los recursos naturales y en una producción compatible con la naturaleza y en lo que realmente se necesita para una vida digna para todas.

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