Asier Ventimiglia
Sociólogo

El cisne negro de nuestra historia

De nosotros depende que la historia tome un rumbo que ponga en relieve una alternativa al establishment.

Teorizó el economista Nassim Nicholas Taleb a través de la metáfora del cisne negro que hay acontecimientos que en un principio los consideramos insólitos e inverosímiles, pero con el tiempo terminan teniendo explicaciones predictivas, entendiendo que dichos acontecimientos se podían haber evitado; es decir, son hechos que nos atrapan por sorpresa, que tienen un gran impacto socioeconómico y que con el paso del tiempo se aceptan como «algo que se podía haber evitado».

Esta metáfora se pone de manifiesto en el estudio de la historia, analizándose como un cúmulo de hechos que derivan en un conflicto en el que encontramos el porqué de cada suceso, pues al parecer no hay acontecimiento que quede exento de explicación alguna. Observamos y estudiamos la historia desde el posicionamiento de la tercera persona y conociendo lo que está por suceder, gracias a la metáfora del cisne negro que logra darle una explicación previa con una causa y efecto. Sin embargo, no concretamos que quienes vivieron aquellos sucesos históricos se encontraban en una situación similar a la nuestra en la actualidad, donde durante el transcurso de los hechos en su debido espacio-tiempo su vida cotidiana estaba sujeta a incertidumbres. Adentrándonos en la actualidad, con los efectos diarios del cambio climático y la llegada de la covid-19 estamos presenciando en primera persona lo que es vivir un suceso insólito, pero que a su vez podemos encontrarle una solución aún sin saber cómo estaremos de aquí a un mes y con la esperanza de que todo se solucione lo antes posible.

Por un lado, transcurridos los meses de la primera ola del virus y tras ver los efectos que ha tenido el confinamiento, observamos, una vez más, que las consecuencias socioeconómicas de este acontecimiento insólito no son nada novedosos, pues se vuelve a poner de manifiesto, por si a alguien le quedaba alguna duda, que la distribución de la riqueza es una mera ilusión y que el sistema necesita de la división de las clases sociales para subsistir y relanzarse. Cuando llegó la crisis financiera tras el boom de la pandemia, volvimos a ver que, a pesar de vivir una situación sanitaria excepcional, las consecuencias económicas volvieron a ser más fuertes para la clase trabajadora, repitiéndose la fórmula del año 2008 y viéndose cómo los poderes fácticos suplican que se desmantelen los servicios públicos al tiempo que demandan financiación para sus lujos privados. Tras esto, la metáfora del cisne negro nos enseñó que la «sorpresa» de la crisis económica derivada de la sanitaria tiene una explicación que para nada nos sorprende: el status quo del capitalismo.

Por otro lado, tenemos en nuestro presente otro problema fundamental y global del que el cisne negro ya nos lleva años advirtiendo: el cambio climático está suponiendo una necesidad por transformar nuestras acciones cotidianas en pos de evitar un suceso que en principio creíamos que era improbable como el fin del ecosistema tal y como creíamos conocerlo. Si bien algunas organizaciones internacionales y gobiernos en todo el mundo están desarrollando agendas para «enfrentarse» al problema medioambiental, mientras no se asuma que la solución al cambio climático reside en poner en marcha un modelo económico y social puramente alternativo al neoliberal, ningún gobierno, por mucha Agenda 2030 que desarrolle, será capaz de hacer frente a la situación. Es ahora cuando el cisne negro nos está advirtiendo de que por muy catastrófico que suene el problema, podemos evitarlo.

Para finalizar, algunos intelectuales ya afirmaron antes de la pandemia que nuestra generación, la de los hijos del baby boom, será la primera que vivirá peor que nuestros padres. Hay, además, quien habla de retroceso histórico, aunque yo me atrevería más a describirlo como «el pico del capitalismo», donde los intentos de la élite empresarial por hacernos interiorizar que la clase trabajadora ha dejado de existir y que somos «la nueva clase media» está dejando de tener credibilidad en la sociedad a medida que se percibe con mayor intensidad la binariedad de clase que blinda el sistema. No estamos ante un libro que nos cuenta con sus antecedentes lo que ocurrió en un contexto determinado, sino que tenemos que hacernos a la idea de que nos encontramos ante la evolución de nuestra propia historia, a la que le tocará a nuestra generación actuar en primera persona y pasar de ser lectores a convertirnos en los redactores del temario del siglo XXI.

Entendiendo desde la metáfora del cisne negro que el problema es estructural y derivado de un sistema que se fundamenta en la división entre explotados y explotadores y que a su vez está destruyendo el ecosistema de nuestro planeta y cuyas consecuencias a largo plazo recaerán sobre nuestra generación, de nosotros depende que la historia tome un rumbo que ponga en relieve una alternativa a un establishment que ya ha demostrado estar incapacitado para afrontar desenlaces desagradables que van más allá de la avaricia de las élites por jugar a la lotería capitalista para acumular la mayor riqueza posible.

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