Josu Iraeta
Escritor

El derecho por debajo del poder

En busca de referencias para contrastar experiencias actuales con el pasado, Iraeta recurre a la historia. Es consciente de que ello no permitirá resolver los problemas con idéntica actitud, pero, afirma, sí ayuda a «penetrar en el ‘alma’ del enemigo –que sigue siendo el mismo-», lo que considera valioso para defenderse de él. Y tras un somero recorrido histórico, describe el rumbo del actual Gobierno español en un Estado en el que, se observa una «continuada  práctica absolutista», un inaceptable régimen en el que «el derecho está por debajo del poder».

Los que ya vamos cumpliendo años en esto de la política, y la experiencia nos hace ser más precavidos que antaño, buscamos con frecuencia en la historia con la sana intención de encontrar referencias que ayuden, además de a conocer situaciones semejantes a la que vivimos, a contrastar experiencias con nuestro pasado. Naturalmente, la reflexión no permite resolver con idéntica actitud, pero ayuda a penetrar en el «alma» del enemigo –que sigue siendo el mismo–, y eso es importante a la hora de defenderse.

Corrían tiempos ya lejanos, olvidados para muchos y escondidos para otros, allá por los siglos XVI-XVIII, a partir de que el Duque de Alba con sus tropas españolas conquistara el reino pirenaico, dividiéndolo en dos partes –hoy continúan divididas–: la Alta y la Baja Navarra.

La consecuencia se tradujo en una organización eminentemente feudal. Un sistema generado por los dos únicos legisladores en España por el Estatuto Real, el estamento de los próceres y el de los procuradores del reino. Fue un sistema donde el feudalismo era la expresión del poder absoluto, donde el derecho estaba por debajo del poder. ¿Les suena de algo?

En los tiempos actuales, en los que la libre expresión no está condicionada (?), creo poder afirmar que tanto Nafarroa como el conjunto de Euskal Herria, de hecho, no son dueñas de su destino desde el siglo XVI.

Evidentemente, discrepo de los «ideólogos» actuales del foralismo oficial, que cuenta en sus apretadas filas con insignes «Troya-navarros».

Acudiendo a las fuentes naturales –que están para ser estudiadas y no interpretadas–, se puede comprobar cómo la Constitución de Bayona y la de Cádiz, al comienzo del siglo XIX, caracterizaban a Nafarroa como una simple provincia del Estado.


Y es que los Borbones mantuvieron el sistema foral durante parte del siglo XVIII, pero hacia su final ya intentaron crear una «igualdad jurídica» entre los reinos pertenecientes a la Monarquía española.


Potenciaron así ese mito equívoco, tan de moda hoy, del igualitarismo. Parido en la revolución francesa, creador de estados jacobinos uniformistas y unitarios, enemigos de la libertad de los pueblos.


Ya sé que no está de moda citar a Marx, pero es cierto que estamos viviendo un proceso que su doctrina había previsto. Una vez eliminados los regímenes afines al marxismo, el paisaje surgido de sus ruinas es calcado a lo que denunció: «Pillaje y especulación de una minoría de burócratas, oportunamente reconvertidos en las virtudes de librecambio, y el hundimiento en la pobreza de la mayoría».

Podríamos concluir que hemos vuelto al universo «natural» de la injusticia, el egoísmo, la crueldad y el triunfo de la fuerza. Es decir, al «homo homini lupus».

Uno es consciente del natural subjetivo, pero no soy yo quien hoy lo está manifestando, utilizando para ello letra impresa: «España funciona cuando funcionan los resortes mágicos del hombre, cuando el hombre se hace sistema, llámese Fernando el Católico o Francisco Franco».

Quienes firman estos párrafos se postulan y hacen su campaña afirmando: «Pocos se atreven a enfrentarse con sereno valor a una situación que está exigiendo medidas excepcionales, aún a riesgo de reajustar o suprimir formalidades administrativas, más o menos solemnes».

Esto hay quien lo exige, claro, pero es el Gobierno del Sr.Rajoy quien lo lleva a la práctica política.

Es evidente y palmario que la democracia no les gusta. Afirman que fue la democracia la causante de la dictadura, o una consecuencia de la misma. De hecho actúan como lo hacían los romanos, cuando la democracia les «fallaba». Para salvarla se inventaban un dictador que asumía el cargo mediante previa anulación del resto de los poderes. El dictador permanecía en su puesto mientras duraba el peligro que había originado su designación.


Este Gobierno del Partido Popular camina para atrás, quieren restablecer la aventura que culminó en el tercer cuarto del pasado siglo XX.

En el Estado español no se ha instalado la democracia, esto es, la doctrina favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, o su predominio sobre cualquier posible abuso de poder o despotismo.

La Constitución Española no ha sido capaz de articular un sistema democrático. Esa es la verdad, que genera preguntas que nadie formula y a las que más pronto que tarde la sociedad española debe responder.

La ideología nacional extrema y exclusivista de personajes como el Sr. Rajoy y los ministros que conforman su Gobierno, patrocinadora de valores retrógrados, ¿puede ser definida como fascista?

Un estudio serio nos mostraría su parentesco con lo que prevaleció en la España de los cristianos viejos, con su deseo de vengar viejas «afrentas».

El nacional populismo hoy emergente, ¡de dónde viene? ¿Qué raíces tiene?

Lo cierto es que llegar a esta situación que vivimos hoy les ha costado muchos años. Para ello ha sido fundamental su sistema de propaganda, y no me refiero «solo» a los medios públicos, directamente gestionados por el Gobierno. De hecho, el sistema de propaganda del Estado es un sistema privatizado que incluye a los medios de comunicación, a las revistas de opinión y tertulias radiofónicas, que cuentan con una supuesta intelectualidad organizada. Los más organizados controlan básicamente incluso el sistema educativo.

Estos son realmente comisarios políticos. Esa es su función, crear y difundir un cuerpo de doctrinas y creencias que socave el pensamiento independiente y así evitar que se comprendan y analicen las estructuras institucionales y sus verdaderas funciones.

En estos parámetros nos estamos moviendo. Unos buscan el caos para poder ejercer la fuerza y otros intentamos que prevalezca el derecho y la razón.


Ante esta situación, ¿pueden los ciudadanos españoles de hoy aceptar que la indignación democrática quede enterrada bajo una mortaja de silencio?

El Estado no es virgen porque sí, señores. Y no importa quién ni dónde manifieste lo contrario.

¿Pueden los ciudadanos españoles seguir blindando a su Gobierno, pretendiendo dar un cariz democrático a una continuada práctica absolutista?

¿De verdad creen los legisladores españoles, que las mujeres y hombres de Euskal Herria, los ciudadanos vascos, aceptamos hipotecar nuestro futuro con un régimen donde el derecho está por debajo del poder?

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