Iñaki Egaña
Historiador

El expolio de Navarra

Desde que Víctor Pradera puso las bases para desnaturalizar Nafarroa, la historia no ha hecho sino ofrecernos ejemplos demasiado ilustrativos de lo que se puede hacer para matar una idea, en este caso la idea vasca. Desde la Segunda República española hasta nuestros días, el objetivo primordial de quienes defienden la unidad española pasa por romper Nafarroa. Y si para ello deben condenarla al infierno lo harán. De facto, lo han hecho.

Si Víctor Pradera fue el ideólogo de la manipulación, hubo otros líderes de segunda fila que hicieron el trabajo sucio tales como su propio hijo Juan José, Tomás Domínguez Arévalo o Jaime del Burgo. La impronta de algunos de ellos, matones declarados, nos llevó a un modelo de transición vigilado, con una espada de Damocles permanente. Del Burgo hijo (no confundir con el nieto que ha emparentado hace unos días con la casa Borbón a través de una boda) fue el ejecutor de la transición navarra.

En alguna ocasión he tenido la impresión de que esta burda interpretación tenía respaldo ideológico. Pero no lo tiene. El propio Del Burgo se encargó de ubicarse intelectualmente cuando sugirió que el árabe de los islamistas que atentaron en el 11M probablemente sería euskara y que los comandos de ETA se entrenaban en Afganistán. No hay, en consecuencia, defensa intelectual de la españolidad navarra, sino únicamente rechazo visceral a la idea de Euskal Herria.

Rechazo a Euskal Herria que ha tenido episodios vergonzosos, propios de los sucesores de aquellos cuneteros que mataron al 6,2% de los votantes republicanos y abertzales en nombre de patrias nauseabundas, iluminaciones celestiales y prebendas económicas. Nafarroa ha sido el laboratorio, el eje del mal, la puesta en marcha de los diseños más retrógrados con los que conformar la sociedad del futuro.

En este rechazo, los que durante décadas, desde Roldán a Urralburu pasando por Barcina, se han identificado con la españolidad han concluido su recorrido cortando todas las vías de crecimiento, de identidad e incluso de desarrollo humano. Recuerdo a Mario Gabiria en 1978, cuando escribió aquello de «Navarra abundancia». Hoy, poco más de 30 años después, el Viejo Reino se encuentra, precisamente, en las antípodas.

Y no me refiero a cuestiones puntuales, tan increíbles como las que sufrimos todas las semanas: judicialización en un tribunal de excepción de la emisión de ETB, prohibición, robo y secuestro de olentzeros, dilapidación en una escombrera de los probables restos de la vieja Iruñea bajo la Plaza del Castillo, destrucción del fuerte de Ezkaba, testigo de las matanzas de presos... Me refiero a la estrategia. A la estrategia de aniquilación de Nafarroa. Perfectamente visible.

Han cercenado el futuro de Nafarroa para convertirlo únicamente en icono y, en consecuencia, llevar su discusión al terreno de la teoría. En la práctica se han cargado a Nafarroa. La han ejecutado como hicieron hace 75 años con gran parte de su población. La hendidura ha tenido varios contenidos de fondo.

Hace unos días hemos sabido que Nafarroa está en quiebra y que su deuda financiera sería la más alta del Estado de no ser por un truco contable que han apoyado tanto PSOE como UPN y PP. Gracias al IVA de los coches de Wolkswagen, las cuentas se maquillan en honor a mantener el pacto de españolidad. El Gobierno de Rajoy, centrado en recortar los derechos de los trabajadores (productores), acaba de condonar 1.500 millones de euros al Gobierno navarro, como si se tratase de Bankia, su joya madrileña.

La deuda perdonada, sumada a la actual de casi el doble, provocaría que cada navarro tendría una deuda, sin razones personales, de un millón de las antiguas pesetas. ¿Responsables? Juan José Lizarbe (PSOE) y Carlos García Adanero (UPN) acaban de coincidir en el relato: la izquierda abertzale se aprovecha de una crisis ajena, internacional, para criticar a quien más hace por el Viejo Reino. Reino del que sabemos su apellido: el Reino de la Mentira.

Las fuentes propias y las estatales difieren en puntos y decimales, pero si utilizamos las gestionadas en Iruñea, sabríamos que en septiembre de 2005 la tasa de paro en Nafarroa era del 3,5% y en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) del 7,45%. En septiembre de 2009, el paro en Nafarroa subió al 10,39% y en la CAV al 11,55%. En marzo de este año, la cifra del Reino de la Mentira superó a la de la CAV, un 16,34% frente al 13,55%. El deterioro navarro ha ido creciendo exponencialmente hasta invertir de forma escandalosa la situación de hace unos años.

Este desbarajuste financiero, con claras consecuencias sociales, tuvo un impulso extraordinario con el despojo del ahorro de los navarros. La gestión de la dirección de Caja Navarra (CAN) fue calamitosa antes de que se manifestara la primera fase de la crisis. Ya habían empezado a quemar sus naves antes de que Lehman-Brothers fuera señalado.

Y en esta deriva, prefirieron una alianza antinatural, con una caja africana (Caja Canarias) entre otras, que con la lógica, aunque fuera de vecinaje, con las vascas. Los consejeros de la CAN, que cobraban en dietas por actos ficticios más que todos nosotros por sueldos honrados, deshicieron la Federación Vasco-Navarra que incluso había subsistido en época franquista. De los vascos, considerados como enfermedad externa, ni la televisión. Antes una por cable de Hamburgo o de Chiclana que una vasca por antena.

En apenas unos meses, estos consejeros de la nada, artillados hasta los dientes de inquina antivasquista, echaron por la borda el ahorro de miles de navarros durante décadas. El estilo de la cercanía y de las puertas abiertas se transformó. Y vendieron la patria sin pestañear en lo más mínimo. Porque ni siquiera eran españoles, sino del lugar donde el dinero brillaba con mayor intensidad. Recién llegados de la academia falsaria.

La descapitalización se ahondó con una sistemática apropiación de los últimos restos del comunal navarro, fincas municipales en la mayoría de los casos. La llamada Iglesia católica, un grupo de fanáticos religiosos, pederastas en muchas ocasiones por su norma autoimpuesta de no practicar sexo oficialmente, ha elevado a categoría divina la rapiña con dos axiomas de cuartel: «estamos aquí antes que nadie», y «nuestro reino no es de este mundo».

Gracias a la permisividad de unos gobiernos timoratos, un Ejecutivo que tiene su sede a 1.865 kilómetros por carretera de Iruñea se ha hecho con la propiedad de 1.086 inmuebles. Con algunos ya ha especulado y los ha vendido, a pesar de haberse apropiado de ellos manu militari. El negocio es de este mundo.

El desierto avanza en Nafarroa, y no sólo a partir de las Bardenas. La Guardia Civil, con Roldán al frente, dejó la impronta de mando. Y continúa a pesar de que el maestro desapareció de la arena política. Aprovecho la ocasión para recordar que el agente que mató a Gladys del Estal (José Martínez Salas) en una concentración pacífica ecologista fue agasajado con la medalla al mérito militar.

Acotados por un ejército desplegado desde Tutera hasta Belagua, por casas cuartel desde Elizondo a Fitero (con el apoyo de algunos vecinos), por una Iglesia con una cruz de oro macizo forjada en cientos de propiedades, por un puñado de depredadores financieros que les da igual abrir una oficina en Mendillorri que en El Grao, que invertir en talleres de Iturrama o en recicladores de plástico en Meaño... Desplazados por una élite política llegada de Burgos o Madrid con un pedegree casi inexistente que se completa con el de los descendientes de los cuneteros, Nafarroa ha sido condenada al infierno por su testaruda tendencia a no desgajarse de Euskal Herria.

Un castigo político en toda regla.

Hoy, a escasas semanas de los 500 años de la conquista, esa clase de políticos, eclesiásticos, aves de rapiña y también -perdóneme la bajeza de los adjetivos, pero es lo que hay- carroñeros se dispone a seguir las indicaciones de aquel ideólogo que expulsó a los vascos hasta Afganistán, por puro racismo español. Indicaciones que pasan por inventar la palabra integración. No quiero ser apocalíptico. Pero déjenme al menos tontear un rato: el fin está cerca, porque la integración del Reino de Navarra al Estado español será, ya lo está siendo, la incorporación del Reino de la Mentira al Estado de la Nada.

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