Simón Rubiños Cea
Coordinador del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto (GIDETEPP-UNAL)

El Factor Boric: Vientos del sur para los tiempos de cambio

Su base ideológica se condice con los anhelos de cambio en el país, pero también su forma de entender la política es coherente con las demandas de participación y democracia que han buscado por tanto tiempo diferentes generaciones

Luego del desenvolvimiento de mecanismos como el lawfare para destruir políticamente figuras como Lula, Evo, Correa y Cristina Fernández, el progresismo latinoamericano quedó herido, dando paso a una etapa de restauración conservadora en toda la región. Además de la persecución judicial, se dio el uso de medios de comunicación para el desprestigio mediático, polarización y manipulación de la opinión pública, con lo cual se condicionó el escenario electoral, mostrando una aparente inevitabilidad del tránsito hacia la ultraderecha. Y para más, el giro a la derecha, y las reapariciones de CFK, Correa y Evo como vicepresidentes no dieron la misma señal de esperanza que antes, al evidenciar una falta de renovación en los liderazgos de la región.

A pesar de este escenario adverso, 2021 sembró varias semillas de esperanza progresista, al confirmarse la libertad de Lula en Brasil, la elección de Pedro Castillo en Perú, pero en particular la elección de Gabriel Boric en Chile que, por diversos aspectos, resulta más significativa y relevante de cara al siglo XXI. Revisemos algunos a continuación.

En primer lugar, la ola progresista de las dos primeras décadas del 2000 no llegó a Chile. Si bien hubo gobiernos de centroizquierda, la naturaleza neoliberal de sus gestiones alejaron al país de esta categoría. Solo el segundo gobierno de Michele Bachelet se aproximaría, pues en su administración se recogieron demandas como la gratuidad universitaria, reformas pensional y tributaria, y una nueva constitución, entre otras, aunque estas últimas fueron truncadas por la clase política. En este sentido, la llegada de Boric supone una ruptura al duopolio Concertación-Derecha que se repartió la presidencia durante los últimos años, a manera de renovación generacional e ideológica, como primer presidente de izquierda desde Allende.

Durante este periodo, la élite político-económica jamás acercó la democracia a la gente, sino sumieron la disputa política a la voluntad del mercado. Si a eso le sumamos corrupción, despotismo, desigualdad y precarización, entre otros, podemos entender en parte el descontento que llevó al pueblo chileno a volcarse a las calles desde octubre de 2019 en demanda de un nuevo modelo de país. Las elecciones que pasaron desde entonces, expresaron esta voluntad de cambio, donde la primera resultó en la aplastante victoria del Apruebo en el plebiscito, y luego la conformación de la Convención Constitucional fue consecuente con ello. Sin embargo, el resultado de la primera vuelta sembró un manto de dudas al ubicar al ultraderechista José Antonio Kast sobre Boric.

En segundo lugar, Boric es una figura joven (asumirá con 36 años), con una trayectoria de liderazgo social, a diferencia de presidentes anteriores que surgieron del empresariado (Piñera), de liderazgos políticos (Aylwin, Lagos), o de familias de poder (Frei, Bachelet). Subió a la palestra en las movilizaciones universitarias de 2011-2012, cuando estudiando Derecho disputó la Federación Estudiantil de la Universidad de Chile a Camila Vallejo. Luego de esto pasó al congreso, siendo diputado dos periodos consecutivos, en los cuales promovió diversas normativas en materia de género, territorio, participación ciudadana y descentralización, entre otras, destacando la firma del acuerdo político que propició el plebiscito y la Convención Constitucional.

En sus dos periodos tuvo una alta asistencia, sin dejar de estar presente en la calle, lo cual le permitió posicionarse como nuevo referente de la izquierda chilena. Sin embargo no ha estado exento de críticas, pues para los sectores más reaccionarios es amarillo o tibio, pues a diferencia de posturas más intransigentes, ha sido capaz de convocar al diálogo y lograr acuerdos con contrapartes.

En tercer lugar, su base ideológica se condice con los anhelos de cambio en el país, pero también su forma de entender la política es coherente con las demandas de participación y democracia que han buscado por tanto tiempo diferentes generaciones. La transición de la dictadura a la democracia, como ya se dijo, significó el distanciamiento entre gobierno y sociedad, reduciendo la política a una cocina de cuatro paredes. Por el contrario, Boric abraza la participación. La construcción de su programa fue en rondas participativas, abiertas a militantes e independientes que quisieran aportar sus conocimientos y experiencias, pasando luego ediciones y revisiones del comando central para emitir versiones definitivas.

Su figura joven y dialogante, convocó especialistas de alto renombre, pero además supo conducir los sucesivos empalmes programáticos que se fueron presentando. El primero fue cuando venció a Daniel Jadue del Partido Comunista y estos se plegaron como unidad del programa de Apruebo Dignidad, coalición que agrupó ambos candidatos. Y el segundo empalme fue cuando pasó a segunda vuelta y se buscó apoyo de los demás partidos de izquierda y de centro para frenar el avance de Kast.

Cuarto, la resiliencia y ductilidad de la campaña luego de quedar en segundo lugar en primera vuelta. El segundo empalme con partidos tradicionales supuso para algunas personas una voltereta por su distanciamiento ideológico, pero en rigor correspondió a una alianza estratégica que no se tradujo en construcción de coalición con todos quienes se plegaron, pues partidos como la Democracia Cristiana apoyaron la votación pero no se sumarán al gobierno.

Además, el diagnóstico de la campaña de la primera vuelta fue que se le habló solo al votante duro, y no al votante esquivo ni al indeciso. Además de la dispersión que significaron las 7 candidaturas, las personas no se sintieron convocadas inicialmente a votar por Boric. El resultado fue un golpe de realidad, pues luego de octubre de 2019 se pensaba que solo había quienes querían cambiar todo. Quedar bajo Kast fue un llamado a la mesura, a comprender que hay millones que apoyan los cambios pero por diversos motivos se alejaron de las protestas, preocupados de su bienestar y del devenir del país.

Así, la campaña fue a buscar el votante urbano de las ciudades principales donde no se ganó, logrando ganar 80 nuevas comunas, pero también se reforzaron las actividades en las localidades que se ganó para marcar más la diferencia. También, hubo una adecuación discursiva, moderando el tenor de los cambios, y se buscó el acompañamiento de expertas y expertos en seguridad, economía y migración con el fin de brindar tranquilidad y estabilidad, y así romper el fantasma del castrochavismo, o Chilezuela como se conoce allá.

Y quinto, innegablemente Boric representó la esperanza y la renovación, pero también la piedra de tope al avance de la ultraderecha. Las experiencias de la región y a nivel mundial permitieron establecer la alerta y el llamado fue acusado incluso internacionalmente. Se instaló la dicotomía de retroceder a los años más oscuros de nuestra historia, o la oportunidad de avanzar hacia el siglo XXI, y la gente se decantó por dar el paso hacia el cambio. Sin embargo, no toda la construcción de la campaña fue en contra de Kast. El discurso de Gabriel fue centrado en proponer y en avanzar, en la alegría de abrazar los cambios. Pero además fue una campaña sensata, empática, real, sin idealizar ni inventar imágenes de sí mismo, y ahí radica una de las claves.

La izquierda latinoamericana adolece de cesarismo, siempre en búsqueda de un líder incólume, idealizado, perfecto, y de no serlo se le ataca y menosprecia o deslegitima. La prueba de mortalidad que vivieron los caudillos de principios del 2000 producto de la seguidilla de juicios y persecuciones se tradujo en una afectación simbólica que dejó al progresismo sin renovación producto del monopolio y la dificultad de pasar la posta a las nuevas generaciones, parte de esto se refleja en el mal desempeño electoral del kirchnerismo en Argentina.

Juan Carlos Monedero acusa el ascenso inevitable de una nueva izquierda, joven, que hereda luchas por los derechos, el anti imperialismo, el cambio y el antifascismo. Pero también es una izquierda despierta a los nuevos tiempos, plural, feminista, democrática, con propuestas más que reactiva, y esta izquierda es la que encarna Gabriel Boric, volviéndolo una brisa fresca con vientos desde el extremo más al sur del continente para cambiar Chile, pero también con la fuerza suficiente para empujar los cambios en el resto de la región.

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