Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

El fascismo como incógnita que vuelve

Ante tanto despropósito anunciado, queda ver cómo se desarrolla el cambio de cromos para gobernar la legislatura en ciernes sin que avergüencen al mundo demasiado por haber invocado, entre los partidos constitucionalistas y entes varios, al dios griego de los truenos y relámpagos en versión de señor de la guerra y los ejércitos terrenales.

Después de semanas haciendo cábalas sobre si la ultraderecha ocuparía asiento en las Cortes Generales españolas o a sabiendas de que lo haría (los poderes reguladores del estado ya le habían dado carta blanca de legalidad para irrumpir en la escena política), la duda consistía sobre todo en ver qué encuesta se acercaría más al resultado final, cuál de las predicciones sería la quiniela ganadora…

Pues bien, la jornada electoral ha terminado, dando por cumplido el baile de cifras y apuestas. Hemos consumido el comodín de la cordura y, por fin, se ha resuelto el enigma del 28A. Efectivamente, habrá nuevos huéspedes en los órganos legislativos de Madrid: Vox tendrá representación en el Congreso. Accederá triunfal a la Cámara Baja y subirá las escaleras del Hemiciclo como si se tratara de un trofeo; águila en pecho y abanderando los designios del Caudillo que ¡en paz no descanse!

Una macabra sombra vuelve a velar la frágil «más-o-menos-democracia» del reino de España y continua el juego de las ecuaciones de tercer grado elevadas de nuevo al máximo exponente…

Ante tanto despropósito anunciado, queda ver cómo se desarrolla el cambio de cromos para gobernar la legislatura en ciernes sin que avergüencen al mundo demasiado por haber invocado, entre los partidos constitucionalistas y entes varios, al dios griego de los truenos y relámpagos en versión de señor de la guerra y los ejércitos terrenales.

Ahora ya tenemos los datos, ya están computados el número de escaños robados a la dignidad y a la memoria histórica de las cunetas y los paredones de fusilamiento. La España del miedo ha reaccionado y ha permitido que la suma de las izquierdas españolas derrote a las derechas. La España de circo que sigue añorando el lema de vencedores y vencidos ha emitido veredicto y, emulando el espectáculo de la Antigua Roma, ha dado paso a las carreras con caballos. Siguiendo el símil, los aurigas están sobre la arena, por tanto, el entreacto ha llegado y durará probablemente hasta el verano.

Parece ser que la política española se ha convertido en una cuestión de desmemoria, como si fuera un asunto de álgebra académica mal aprendida. Quizás, porque agua pasada no mueve molinos para avanzar y, en casos así, permite que la estancada cubra de fango los nuevos tiempos, ahogando los derechos básicos de la humanidad. El feminismo actual (por ende, todas las mujeres) se encuentra en la necesidad de levantar el puño más alto que nunca. La estrategia posible es tensar la cuerda frente a la intolerancia y hegemonía del fascismo.

He de confesar desde estas líneas que, a mí que siempre me han gustado los sistemas de ecuaciones, enfrentarme a esta triple incógnita a la derecha de la igualdad (aritmética) me ha producido más desasosiego que otra cosa.

A pesar de todo, tengo el orgullo de pertenecer a esa cualidad de las izquierdas llamadas revolucionarias para quienes el voto útil es el que se emite íntegro, indivisible con la cabeza y el corazón; el orgullo de haber favorecido con el mío la construcción de un mundo más justo y sostenible, sin gestas heráldicas, sin vencedores ni vencidos. En España y alrededores tendrán que saber que «Esto es sólo el principio y bienvenidas a la resistencia, seguiremos adelante sin miedo a nadie y por la libertad».

Además, aún nos queda el 26 de mayo. Porque siempre nos quedará Euskal Herria…

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