Txema García Paredes
Periodista

El fiel de la balanza electoral

Vivimos en tiempos de Inteligencia Artificial, de construcción de sofisticadas arquitecturas de persuasión, de big data, así como de algoritmos que marcan nuestra acontecer diario.

Atrás quedaron las operaciones aritméticas básicas, aquellas que aprendimos en la escuela sin necesidad de echar mano de una calculadora digital: sumar, restar, multiplicar y dividir.

Todo el mundo habla estos días de la división de la izquierda. Es un mantra que aparece cada cuatro años desde que la democracia representativa rige nuestras vidas. Pareciera que es consustancial a ella dividirse en numerosos grupúsculos, quizá para dar la razón a la derecha.

Divide y vencerás. En esas estamos instalados. No, no es necesario que la derecha y todo su poder ideológico, económico, mediático y coercitivo se pongan en marcha para defenestrar a la izquierda, que también, sino bastante se aplica ya la izquierda, en general, en conseguirlo en la práctica y sin apenas proponérselo.

Vuelvo a las Matemáticas básicas. ¿Habrá que volver a la Escuela? ¿Todavía no hemos aprendido que se puede sumar incluso fracciones diferentes aplicando un denominador común?

Para conquistar de nuevo el próximo 23 de julio un Gobierno «progresista» va a ser necesario algo más, bastante más que la simple suma de PSOE y Sumar. Ellos solos no dan, ni de lejos, mayoría. En el mejor de los casos van a necesitar de la ayuda de otras unidades sumatorias, de otros partidos, tanto de izquierda como, quizás, de centro-derecha. Eso sí, los mass media estatales siguen insistiendo machaconamente en que la única izquierda existente es la del bloque PSOE + Sumar.

Recordemos quiénes fueron, además, de PSOE y Unidas Podemos los que dieron en junio de 2018, en la moción de censura contra Rajoy la primera presidencia del país a Pedro Sánchez. Se requerían, al menos, 176 votos para alcanzar el Gobierno. Y entre PSOE (84) y Unidas Podemos (50) solo obtuvieron 134 votos. Se quedaron, por tanto, a 42 votos, nada menos de ese objetivo y necesitaron los votos favorables de En Comú Podem (12), ERC (9); PDeCAT (8); En Marea (5); PNV (5); Compromis (4), EH Bildu (2); Nueva Canarias (1). Con todos ellos, en total, alcanzaron 180 votos. Suficiente.

Un año después, en las elecciones generales de noviembre, el resultado para conformar un «gobierno de progreso» fue el siguiente: A favor, los 120 del PSOE, los 35 de Unidas Podemos, los 6 del PNV, los 3 de Más País, el de Nueva Canarias, el de Teruel Existe y el del BNG. En total, la suma de los 120 del PSOE con los 35 de Unidas Podemos daba solamente 155, lejos, por tanto, de los 176 necesarios. Tuvieron que echar mano de la periferia y de que se abstuvieran los 13 diputados de ERC y los 5 de EH Bildu.

Este es el punto crucial. Ya no tanto los seguros trasvases de votos entre la izquierda y derecha estatal: PSOE con Sumar y PP con Vox (parece que ninguno de los dos bloques va a conseguir una mayoría absoluta por sí mismo) sino en la capacidad de articular cualquiera de ellos una suma añadida con las otras formaciones de «corte menor». Estamos hablando del fiel de la balanza, de ese movimiento que inclinará la victoria hacia la izquierda o hacia la derecha. Estamos hablando de un espectro de alrededor de cuarenta diputados, más o menos, que serán decisivos.

Por tanto, sustraer el debate solo a esas dos simples operaciones matemáticas (PSOE+Sumar o PP+Vox) es simplista y olvida el punto focal, cuál es un diabólico juego de alternativas y alianzas que se van a tener que plantear en cuanto acabe el recuento electoral.

Centrar todo en la campaña y mandar mensajes dirigidos a reunir el voto en torno al PP le favorece mucho más a la derecha que a la izquierda. Si dispersión es menor y cuanto más aglutina, más le beneficia.

En cambio, a la izquierda las cuentas, en todo caso, le salen al revés. Porque hay más izquierdas que las del PSOE (hipotética, además) y Sumar. Y, evidentemente, hay que tenerlas en cuenta si se quiere alcanzar el poder y gobernar. Y, en algunos lugares, incluso, votarles a ellas, es más provechoso y rentable para la izquierda en su conjunto, que votar al PSOE o a Sumar.

Un ejemplo: Euskadi. En sus tres provincias se eligen, si no me equivoco, 18 escaños al Parlamento central. Cierto que la comparativa es complicada, porque entran en juego otros factores que distorsionan, pero aunque sea como un mero ejercicio mental, comparemos los resultados de las anteriores legislativas del 2019 con las últimas municipales recientes del 2023. Y lo hacemos solo en la confrontación EH Bildu versus Unidas Podemos.

En 2019, en Euskadi, EH Bildu tuvo 220.132 votos (un 18,7%) y consiguió 4 diputados al Congreso. Por su parte, Unidas Podemos alcanzó 181.337 votos (15,4%) y 3 diputados.

Ahora, en las últimas elecciones municipales, el resultado es radicalmente distinto. EH Bildu alcanzaba los 290.513 votos (un 29,33%) y Unidas Podemos solamente 70.336 (un 7,10%). ¿Alguien en su sano juicio piensa que el «efecto Yolanda Díaz» va a recortar esa diferencia abismal entre las dos formaciones? ¿Cuál es, entonces, el voto más útil para la izquierda en estas circunscripciones?

Hablemos de Nafarroa. En 2019, EH Bildu tuvo 56.548 votos (un 17,06%) y consiguió 1 escaño al Congreso. Por su parte, Unidas Podemos alcanzó 55.498 votos (16,7%) y 1 escaño. Y ahora, en las municipales recientes, EH Bildu ha obtenido 69.980 votos (21,34%) y Contigo Zurekin se dio un batacazo impresionante con solo 13.244 votos (4,09%).

Lo que sí parece claro es que, incluso, en estas próximas elecciones habrá aún más trasvase de votos a EH Bildu y que la plataforma de Yolanda Diaz puede seguir bajando porque las sumas de Sumar en Euskadi y en Nafarroa parecen poco probables, dado que los ciudadanos optan por rentabilizar su voto, tal y como han hecho en las recientes municipales. ¿Y en Catalunya? ¿Y en Galicia?

Hay que decir, y esto es una constante electoral histórica, que toda la campaña mediática se está articulando como si no existiera una periferia, sin querer reconocer que otras izquierdas no solo son posibles, sino reales y totalmente necesarias porque, ¿quién ha estado apoyado en toda esta legislatura las iniciativas de más calado progresista que ha presentado el Gobierno en el Congreso de los Diputados?, muchas de las cuales, por cierto, no hubieran salido adelante sin los votos favorables de ERC, Bildu, BNG o la CUP.

¿Qué va a hacer el tándem PSOE+Sumar si se quedan a veinticinco o treinta diputados de alcanzar una mayoría y, por tanto, el Gobierno? ¿No van a aceptar los eventuales votos de EH Bildu, ERC, BNG, CUP? ¿No es esto establecer, de facto, un «cordón sanitario» frente a los «independentistas» y aceptar el chantaje de la derecha extrema (PP) que, por otra parte, no tiene complejo alguno en pactar con la extrema derecha (Vox)?

De la política, me interesa la Utopía. Imaginar un horizonte emancipador con otros y otras diferentes pero con un mismo anhelo. Adjudicarse etiquetas de izquierda en contraposición a otros, simplificar la realidad, no lleva más que al fracaso, individual y colectivo. Podemos pensar que esto que planteo es política ficción, pero la real ya aburre y, lo peor, apenas cambia nada.

Recherche