Josu Iraeta
Escritor

El futuro se gesta hoy

Es de celebrar el haber decidido abrir las puertas a un nuevo modo de hacer política, y de fijar objetivos claros y precisos, para los que se pretende articular activos que aporten congruencia, eficiencia y solidaridad, con las grandes decisiones y sacrificios aportados en las últimas décadas. Sí señores, es motivo de celebración.

Esto requiere modificaciones teóricas y prácticas, ya que en el quehacer político actual –con tanta o más necesidad que en la empresa privada– es imprescindible la especialización. La dedicación y otras virtudes bien reconocidas, hoy no son suficientes. Es necesaria la profesionalidad.

Tras mi satisfacción expresada en los dos primeros párrafos, pretendo exponer la agenda que yo veo pendiente y próxima, huyendo de manera consciente del sempiterno análisis de «coyuntura».

Siendo medianamente objetivos y ante los importantes movimientos que se constatan en el gobierno franquista –no hay porque negarlo– que dentro de pocas semanas seguirá presidiendo el Sr. Mariano Rajoy y ante la evidencia de los objetivos que persigue con su permanente producción de decretos reaccionarios, creo pudiera ser conveniente establecer algunas ideas claras y precisas, de manera que la sociedad que muestra su rechazo en las calles, sepa a que atenerse ante el silencio de algunos y el aplauso de otros.

También parece oportuno explayarse ante el tan traído y llevado «cambio» del que tanto se espera, ya que en mi opinión, no llegará a germinar en base a la proliferación de plataformas cortoplacistas  –sin ánimo de molestar a nadie– máxime si se utilizan para de forma más o menos tácita, confundir a la opinión pública con sus discursos y pronunciamientos al dictado.

Lamento tener que decirlo, pero, no aciertan, quienes predican que los objetivos son la normalización política y la paz. En mi opinión, eso serán los postres y llegarán al final, pero el «cambio» si se desarrolla, será porque plantea y resuelve dos objetivos que no están al alcance del actual Estatuto de Gernika ni de la posible reforma del mismo, y estos no son otros que: territorialidad y autodeterminación. La normalización política y la paz, –logrado el objetivo– serán dos hermosas derivaciones del mismo. El resto, lleno  de idas y venidas, subidas y bajadas, incluso de  aportaciones «novedosas» –que las habrá–, serán eso, inevitables, pero no otra cosa.

Además de lo expresado, parece oportuno recordar que los vascos somos conscientes de la escasa credibilidad de los gobernantes españoles a lo largo de la historia  –ratificada en el último cuarto de siglo– y es por eso que los acuerdos, cuando los haya, –que los habrá– deberán blindarse de forma y manera inequívoca, ya que el derecho a ser vascos independientes y europeos pertenece también a las generaciones futuras y no puede ser enajenado por hipotéticas mayorías coyunturales, ni por la presión conjunta de las fuerzas armadas españolas y el oportunismo político.

Si aceptamos estar situados ante un cambio de estrategia que debe ser fundamental –no sólo para los vascos también para los españoles– es debido a que, por desgracia para todos, la historia del nacionalismo español es la crónica de un fracaso lamentable. Desde la muerte del dictador Franco y durante cuarenta largos años, ninguno de sus gestores ha sido capaz de desarrollar, de forma y manera inteligente, un proyecto lógico, racional y democrático que permita ofrecer paz, progreso y libertad a vascos y españoles, en lógica y respetuosa vecindad.

Existen, hay sin duda diferentes factores que han influido y lo seguirán haciendo en el famoso y esperado «cambio». Factores que no por conocidos son fácilmente controlables y a los que se debe prestar atención. Sirva como ejemplo la constatación de que PNV y PSOE siempre han activado un mecanismo de acciones reflejas de mutua asistencia, extraordinariamente operativo y en un futuro próximo –con una u otra puesta en escena– y a pesar de sus encuentros coyunturales con EHB, asistiremos a una nueva reedición. Así es la democracia.

La sociedad vasca que hoy invade sus calles exigiendo el derecho a decidir, enfrentándose al castigo de que es objeto, sabe que hoy es mañana, que en política nada está lejos, y será testigo una vez más, de cómo el PNV rescatará del merecido y próximo ostracismo a los herederos de Felipe González, firmando acuerdos que incluyan algo tan importante como los presupuestos.

De todas formas y aunque pudiera parecer retórico, conviene recordar cómo y quién ha financiado, aportando lo necesario –y volvera a hacerlo– para que el PP mantenga su gobierno en La Moncloa. El motor impulsor siempre ha sido el mismo, los «viejos valedores del Estado», el temeroso poder financiero, gestores del dinero ajeno y la Iglesia caduca y reaccionaria.

Es de esperar que esta escenificación práctica de «España Una» que nos están regalando a los vascos, sea suficiente para responder a muchas preguntas.

No somos sólo los vascos, ha pasado el tiempo, es cierto, pero recuerdo los «movimientos» fuera del guión establecido, del Sr. Carod Rovira cuando expresó el deseo de ERC de llevar el debate del Estatut a las calles y dar al pueblo de Catalunya oportunidad de expresar su fuerza al respecto. Las cosas han variado y quien entonces activó el «mecanismo de mutua asistencia» que no fue otro que CiU, ahora está «impulsando» un claro proceso emancipador; la independencia de Catalunya. Pero esto es historia y la historia siempre puede sorprender

Los vascos conocemos Europa, somos europeos y hemos defendido fronteras –no sólo las nuestras– quizá por eso tengo la impresión de que quienes hace ya unas décadas no consiguieron sus objetivos totalitarios, pero destruyeron Europa con sus bombas, están logrando algo semejante, pero ahora sentados en sus cómodas butacas, desde Bruselas. Y siendo evidente que desde la Moncloa comparten objetivos, no debiera extrañar que la respuesta de las sociedades agredidas, respondiera en la medida que corresponde.  

Las razones de aplicar de forma tan repugnante el franquismo en pleno siglo XXI de un gobierno lleno de rencor y venganza, como el de Mariano Rajoy, hay que buscarlas en la impostura que practica el propio presidente de los españoles, humillado ante los poderes que le dan la llave de la Moncloa, vendiendo como proyecto de convivencia lo que no es más que un modelo de hegemonía nacional española.

Permítanme finalizar poniendo en evidencia algo que nadie –ni propios ni extraños– debiera olvidar nunca. Euskal Herria, es el sujeto histórico que sirve de marco, sin limitación temporal, a nuestra convivencia social y política. Conviene tenerlo presente.

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