Antonio Álvarez-Solís
Periodista

El hacha de la ley

Repasaba hace unos días la "Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano" promulgada en 1789 para dotar de robustez doctrinal a la Revolución de Mariana, la libertad del pecho desnudo. Cada apartado es un monumento a la moral sin leyes: los hombres nacen libres e iguales...

Cuando se navega por la metafísica de la política, que se predica como máquina productora de libertades, hay algo que sorprende de inmediato: la profusión de leyes y de actuaciones que se utilizan como hacha para acabar seguidamente con esas libertades. La contradicción es irritante. La ofrenda de ese liberalismo legislativo se convierte en una burla cruel: en un manejo trilero y destructor del hombre entusiasmado, que debiera ser el paradigma de la vida en el planeta. La oferta de un progreso se sigue habitualmente de una norma o un reglamento que lo elimina. Un político español maestro en este infame juego aclaró este atentado a la razón con una frase que se ha hecho doctrina de heresiarca en la vida parlamentaria: «Que ellos hagan la leyes y me dejen hacer a mí los reglamentos».

En los tiempos que dediqué a los estudios de filosofía política llegó a irritarme tanto este repulsivo menosprecio de la soberanía popular, que llegué a proponer a mi tutor un curso especial sobre tal paradójico manejo de la ley. Recuerdo que el profesor sonrió conspirativamente y me dijo sobre la marcha: «Si vivo, recuérdeme su propuesta cuando muera Franco». Era yo tan joven e inocente que pensé que Franco moriría. La escena vuelve a mi imaginación cuando escucho las intervenciones del Sr. Abascal en las Cortes. A veces creo que Dios se hizo hombre para enseñarnos a morir. Inútil generosidad. El Maldito sigue disfrutando con el dolor eterno.

El hacha bajo la que cayeron los grandes líderes de la Revolución Francesa da un cierto resalte a lo que digo. Aquella espléndida generación no pudo evitar la tentación del hacha: Danton, Marat, Robespierre... Todos ellos fueron predicadores ardientes del hombre libre. Y en ese sentido legislaron. Pero todos ellos fueron también verdugos de la libertad con el torcido uso de esas normas. Robespierre guillotinó dieciséis mil revolucionarios por traición a esas magníficas leyes que el mismo había creado para exaltar la libertad intangible del ser humano. ¡Colosal paradoja!

Repasaba hace unos días la "Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano" promulgada en 1789 para dotar de robustez doctrinal a la Revolución de Mariana, la libertad del pecho desnudo. Cada apartado de esa Carta es un monumento a la moral sin leyes: los hombres nacen libres e iguales; la finalidad última de toda política es la conservación de la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión; ningún individuo puede ejercer autoridad que no dimane del pueblo; la libertad consiste en hacer todo lo que no dañe al otro; nadie debe ser molestado a causa de sus opiniones; la libre comunicación de ideas y opiniones es uno de los derechos más preciados del hombre; puesto que la propiedad es un derecho sagrado e inalienable nadie pude ser privado de ella...

Perfecto. No hace falta que ningún partido de la monarquía española jure estar de acuerdo con lo dicho. La aceptación es total, si no nos referimos a Vox, residuo eterno de lo eternal. Pero…

En el apartado 5º de la inmortal Declaración de los Derechos del Hombre se dice «en passant»: «La ley tiene sólo el derecho de prohibir las acciones que son nocivas para la sociedad...».

Poco después los «sans culottes» que tomaron La Bastilla eran abatidos por la Milicia Nacional. Habían cometido acciones nocivas...

Napoleón restablece el orden y repone el liberalismo de sus liberales, de nuestros liberales. Empieza la procesión del hacha. Washington legisla para la libertad, pero no admite las razas de color. Moscú legisla para la libertad, pero el Kremlin es el Kremlin. París ama «les enfants de la patrie», pero no los quiere en la calle. En Brasil los presos mueren y los pobres regresan a la pobreza. En Méjico son adorados los narcos, héroes de las ley del silencio. En Italia todos viven al margen de la ley porque nadie sabe dónde está el margen. Y en España el hacha de la ley decapita la libertad nada menos que con el hacha de la Constitución etc.

Y uno poco a poco se va haciendo anarquista, por que como dice el refrán tan de mi cotidianeidad «dónde irá el buey que no are».

En la metafísica política lo que triunfa es un cubo de Rubbik que tiene el mismo color en todas sus caras. Ese juego que ha llevado al nuevo presidente de Aragón, que era el anterior presidente aragonés, el Sr. Lambán, a tomar el hacha como saben hacerlo los aragoneses, para formar un gobierno «con cuatro partidos políticos de ideologías diversas, pero agrupados en torno a un ideal común (él), lo más sugerente y sugestivo (él)… porque esta Comunidad es un proyecto común y su gobernanza se establecerá desde la centralidad… Un Aragón social, verde y digital». Por este orden. Supongo que los asistentes a la toma de posesión de la Presidencia le habrán cantado la jota que corresponde: «La Virgen del Pilar dice/ que no quiere ser francesa./ Que quiere ser capitana/ de la tropa aragonesa». ¡El hacha, maño, el hacha; que te lo digo yo!

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