Gabriel Zabala y Anuntzi Alonso
Expresos

El largo camino hacia la amnistía

No se puede entender la izquierda abertzale sin entender la lucha pro-amnistía. Gran parte del ser político de la izquierda abertzale ha sido moldeado por dicha lucha. Las Gestoras Pro-Amnistía, de hecho, fueron la primera organización de la izquierda abertzale que consiguió articularse a nivel de pueblos y barrios en toda la geografía vasca, llevando adelante y con éxito una permanente movilización. Lo asambleario, lo colectivo, lo solidario y combativo, la necesidad de renovación permanente y hasta cierta desconfianza hacia el poder y los partidos políticos tienen sus raíces en más de cuatro décadas de lucha pro-amnistía continuada. Todo ello ha dejado una marca muy personal en el corpus de la izquierda abertzale.

Somos, principalmente, nuestra memoria. Hace 40 años, el 9 de Julio de 1976, una marcha pro-amnistía es disuelta violentamente por tropas de la Guardia Civil durante las fiestas de Santurtzi. En la confusión de la carga, elementos fascistas de los Guerrilleros de Cristo Rey empuñan pistolas y disparan contra la multitud asesinando a Normi Mentxaka (46 años) e hiriendo de bala a otros dos vecinos de Santurtzi. Nadie fue detenido pese a que los autores eran conocidos ultraderechistas del pueblo. Dos meses más tarde, el 8 de setiembre, durante la fiesta del Alarde en Hondarribia, la Guardia Civil abre fuego real contra otra movilización pro-amnistía, asesinando al joven Josu Zabala. Franco había muerto un año antes, pero el régimen fascista seguía ahí. En aquellos años, 1976 y 1977, el compromiso político de la sociedad vasca por la libertad y la amnistía ocupó de forma masiva calles y plazas. Esa creciente movilización popular en forma de marchas y semanas pro-amnistía desató una violenta represión policial con 12 muertos y 20 heridos de bala en ambos años.

Es importante entender bajo qué escenario se situaba entonces la lucha pro-amnistía. El contexto era insurreccional; su objetivo más inmediato, vaciar las cárceles y acabar con el régimen franquista. La demanda de amnistía era una reivindicación directa. No se teorizaba como un acuerdo, sino como una conquista directa del pueblo. Lemas como Espetxeak apurtu y Amnistia ez da negoziatzen son testigos de ello.

No se consiguieron dichos objetivos. En 1978, el régimen franquista se transmutó en régimen monárquico constitucional. De la noche a la mañana el TOP pasó a denominarse Audiencia Nacional, los grises modificaron su atuendo y se hicieron llamar Policia Nacional, los represores pasaron a ser demócratas de toda la vida, las Cortes Franquistas se auto-bautizaron como Congreso de los Diputados y la Guardia Civil ni siquiera cambió. Se cerró el paso a un auténtico punto cero de democracia y libertad para los pueblos del Estado. La izquierda abertzale, recordemos, fue de los pocos movimientos políticos que se situó abiertamente en términos rupturistas frente a la reforma franquista, abriendo una nueva fase política que giraría esencialmente en torno al concepto negociador, primero con la Alternativa KAS y su programa de mínimos democráticos y después con la Alternatiba Democrática y su programa de articulación de mayorías en torno al derecho a decidir.

En todo este tiempo, la lucha pro-amnistía ha sabido siempre adecuar tanto su discurso como su práctica a los distintos planteamientos políticos realizados por la izquierda abertzale. Podemos resumir dicha evolución con tres ideas fuerza, cada una correspondiente a fases y estrategias diferentes: amnistía como escenario de fin del régimen franquista; amnistía como escenario negociador entre ETA y los Estados; amnistía como escenario de desborde independentista de los Estados a partir de mayorías sociales, políticas y sindicales.

Estamos en esta última fase. Tras el debate Abian, la idea principal es la puesta en marcha de un proceso independentista transformador que logre situar un escenario de confrontación democrática entre Euskal Herria (como pueblo) y los Estados. Es decir, abandonar el encasillamiento «izquierda abertzale vs. estados» en el que había derivado el conflicto y trabajar un escenario más global de confrontación, tanto en lo nacional como en lo social. Para ello serán necesarios tanto un proceso de acumulación de fuerzas novedoso, transversal y amplio, como una línea audaz de contrapoder en busca de la hegemonía.

Hasta prácticamente ayer, en el centro de todas las estrategias políticas de la izquierda abertzale siempre ha estado instalada la idea base de un esquema negociador bilateral ETA-Estados como palanca-fuerza a partir de la cual se pudieran dar luego otros saltos cualitativos. Tras lo visto en estos últimos cuatro años, hay que concluir que dicho esquema está agotado y no puede seguir condicionando la mirada de la izquierda Abertzale. Esto significa que hemos de construir la palanca-fuerza en otro sitio: el proceso independentista. Sólo si somos capaces de acumular fuerzas suficientes en un proceso unilateral de desbordamiento del propio Estado, estaremos en disposición de poder abordar tanto la resolución de las consecuencias del conflicto como posteriormente sus causas y raices. En dicho camino, uno de los principales retos pasa por renovar toda la lucha pro amnistía para conectarla políticamente con el propio proceso independentista y con todos los sectores que se sumen a él. Si articulamos mayorías en torno a la necesidad de un Estado Vasco será necesario que dichas mayorías funcionen también en clave pro-amnistía. La dificultad reside en que esas otras gentes y sectores no tienen porqué compartir el 100% de nuestra lectura sobre la historia del conflicto armado. Hemos de ser capaces de, sin perder nuestra visión y relato como izquierda abertzale, saber al mismo tiempo identificar bajo qué puntos de consenso debe y puede articularse un trabajo de masas en torno a la resolución de las consecuencias del conflicto.

Todos los análisis políticos son aquí legítimos, pero lo que realmente importa es lo que se hace con ellos. La renovación de la lucha pro-amnistía necesitará de tres debates principales: adecuación política al proceso independentista, recuperación del impulso movilizador y actualización de la línea jurídica. Con respecto a este último punto se trata de explorar la dicotomía «legalidad ordinaria vs. legalidad de excepción». Es decir, impulsar una dinámica enfocada a reivindicar y conseguir el fin de la legislación de excepción, especialmente la Ley Orgánica 7/2003, que hace imposible recorrer la legalidad ordinaria a la mayoría de los presos.

La izquierda abertzale tiene amplia experiencia tanto en victorias como derrotas de todo tipo: políticas, institucionales, electorales. Digamos que somos ya veteranos en esto de recibir golpes. Pero es precisamente en esta singladura donde hemos aprendido a desarrollar las mejores capacidades de lucha y renovación, para emerger siempre con nuevas fuerzas y propuestas. Sobra decir que esto sería imposible sin la participación y entrega de miles de militantes, tanto desde los pueblos como desde las prisiones o más lejos aún. En todo caso, en la adversidad hemos encontrado siempre más dignidad que muchos otros en las victorias. Sí, han pasado 40 años desde los asesinatos de Normi Mentxaka y Josu Zabala y la amnistía sigue siendo un escenario a conseguir. En 40 años han cambiado muchas cosas: el contexto político, la sociedad vasca, la situación internacional. Hay todavía, sin embargo, dos elementos muy parecidos a los de 1976: la oportunidad real de ruptura con el régimen del 78 (de eso trata precisamente el proceso independentista) y la necesidad imperiosa de empezar a vaciar las cárceles al tiempo que hacemos dicho camino. No somos ambiciosos, nos conformamos únicamente con la libertad, aquella por la que también lucharon Normi Mentxaka y Josu Zabala.

* También firman este artículo Rikardo Prieto Vicente, Esteban Gonzalez Betolaza, Juan Maria Olano, Maite Diaz de Heredia, Josu Beaumont y Julen Larrinaga.

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