Enric Vivanco Fontquerni

El mal mundial

La relación capital público, capital privado, es la gestación del totalitarismo, en que lo público queda desarmado ante los caprichos privados del capital.

Repugna pensar que el mal tenga un sentido y una utilidad. Nuestro mundo vive incrustado en el mal permanente. Es una realidad que el mal está grabado en una mundialización en el que el espíritu cristiano del protestantismo, organiza intercambios entre humanos diferentes, sin orden, ni sentido. Solo prevalece el beneficio crematístico utilizando la revolución numérica, como elemento central del totalitarismo. En el catolicismo, la acción tiene una mediación entre los hombres y Dios, a través de su propia institución. En el caso del protestantismo, la acción humana solo tiene sentido en la racionalidad únicamente aquí abajo. Es el espíritu que impera en nuestro mundo y guía todas las acciones. Por esto la guerra es el acto más racional que los humanos puedan llevar a término. En USA, la guerra es su propio manual.

Para Platón, la felicidad es el resultado de una armonía interior y política, por medio de cuatro virtudes: sabiduría, coraje, temperancia, y justicia. Seneca, señala para que haya felicidad, debe de haber un acuerdo voluntario de uno mismo, con el orden cósmico, en que la virtud es el nombre dado a esta armonía. Marx, consideró al hombre como capital fijo, el mismo hombre con su intelecto se trasforma en capital. La libertad sin ningún eufemismo, solo es posible mediante la auténtica liberación, de la vida respecto al capital. ¿Somos conscientes de dejar la enseñanza en manos del utilitarismo capitalista? La verdad se ha borrado ya que la única verdad que impera en el capitalismo, es el beneficio por mucho que lo quiera disimular, con una serie de valores que son únicamente un residuo radioactivo.

La relación capital público, capital privado, es la gestación del totalitarismo, en que lo público queda desarmado ante los caprichos privados del capital. No tienen la menor vergüenza, ni dignidad, ya que toda esta pléyade de empresarios, quieren anular el pensamiento, la verdad y la felicidad a sus intereses mezquinos y totalitarios. La vida humana, es un conjunto como señala Simone Weil, de una maduración del espíritu y del ser. La enseñanza y el conocimiento de los humanos, es lo más sagrado, que se pueda llevar a término. El espíritu crítico, es fundamental para poder vivir, y no como ahora que no se vive, solo se consumen emociones, que impiden pensar con calma todas las aberraciones que una gran parte de la población considera como lógicas, utilizando una razón tramposa poco elaborada. La formación humana no debe de estar en manos de los empresarios, que nos han llevado a este colapso de felicidad, y de verdad. Anula cualquier posibilidad de armonía personal y colectiva. La vida social, y antropológica, no es una empresa. La vida social, es la humanidad en su propia esencia.

Atentamente,

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