El movimiento migratorio de los vascos
Prefacio
El título de este trabajo pudiera parecer premonitorio, incluso algo depresivo, pero a mi entender es un motivo serio de reflexión, ya que – aunque algunos lo nieguen− hay suficientes indicadores como para cuestionar el modelo de gestión económico-político que desde el eje franco-alemán están imponiendo en Europa a todos los países de la «zona euro».
De ahí que una forma creíble, incluso científica, de mostrar el paralelismo de la situación actual en Europa con la realidad vivida hace varios siglos, el contraste de información entre dos épocas tan distantes, puede ser un método con la solidez suficiente como para tenerlo en cuenta.
Con la intención de exponer y desarrollar el trabajo de manera didáctica y teniendo presente que el sincero objetivo de este trabajo no es otro que generar debate, discrepancia, un vehículo apropiado que puede ayudar en el contraste es sin duda, «el movimiento migratorio de los vascos».
La razón de haber elegido Chile como país receptor de vascos en este trabajo, en mi opinión es obvia, pero en el caso de que hubiera dudas, estoy convencido de que el lector aceptará la elección en la medida que profundiza en su lectura.
1. Llegada: Primeros vascos en Chile.
Si queremos estudiar y relatar la presencia de los vascos en Chile, estamos obligados a situarnos en el siglo XVI.
La presencia primigenia de vascos en Chile la encontramos entre los que llegaron con Diego de Almagro (1536) y que protagonizaron el descubrimiento y conquista de Chile.
Tuvo que transcurrir medio siglo para tener constancia de la presencia de los primeros jesuitas (1593) siendo los agustinos quienes llegaron dos años más tarde.
Fueron épocas duras, llenas de adversidades, pues a la guerra constante con los aborígenes, había que añadir las calamidades de origen natural, como los terremotos, pestes e inundaciones que hacían difícil la supervivencia.
Durante muchas generaciones en Chile se vivió con una permanente acción militar y esto hizo necesario mantener límites de actuación que hicieron célebres a muchos misioneros jesuitas, soldados y artesanos. Entre todos ellos se encontraban vascos anónimos que fueron y son parte de la historia de Chile.
De esta época podemos entre otras extraer la destacada personalidad de Catalina de Erauso (1592-1650), que fue conocida como la «Monja Alférez». Nacida en San Sebastián, y que fue destinada a la vida religiosa hasta que escapó del convento vestida de varón, para más tarde, ya en América incorporarse al ejército de Chile.
Esta monja guerrera que siempre ocultó su verdadera identidad, se distinguió tanto entre sus compañeros de armas que obtuvo el grado de Alférez.
2. Expulsión de los jesuitas.
En 1767 los cofrades de la Compañía de Jesús fueron expulsados de Chile, por orden de Carlos III y más tarde fue el propio Pontífice Clemente XIV quien dictó una encíclica en la que prohibía a los jesuitas el ejercicio del púlpito y del confesionario.
Entre los expulsados se encontraba Manuel Lacunza, hijo de Carlos Manuel Lacunza e Irizarre, natural de Araquil (Navarra). Este jesuita que murió en Imola el 17 de junio de 1801 fue el autor de «La venida del Mesías en Gloria y Majestad». Es considerado como un teólogo riguroso y antitradicional, perteneciente al catolicismo crítico de la Iglesia.
3. Proceso demográfico europeo.
En un principio América fue para los europeos tierra de conquistas y colonias. La relación entre los dos continentes se daba en esos términos, pero más tarde, ya en el siglo XIX, la relación cambió sustancialmente, pues muchas naciones se hicieron independientes y ya no eran conquistadores los que llegaban a tierras americanas, sino que los que lo hacían eran emigrantes. Por tanto, durante siglos no se cortó el vínculo, pero sí y mucho las características.
Es evidente que las razones del movimiento migratorio europeo fueron varias y diversas pero, una de las más importantes, fue sin duda el desarrollo demográfico. En un tiempo relativamente corto, los 110 millones de habitantes europeos se convirtieron en más de 400. Esto hizo que creciera la demanda de trabajo, pero no lo hizo la producción alimenticia en la medida necesaria, lo que motivó que escasease la alimentación.
Tampoco fue ajeno a los conflictos de aquel siglo el desarrollo industrial, las nuevas tecnologías, fueron la razón de un importante aumento de la fuerza de trabajo desocupado.
También es interesante recordar que en aquella agitación de conflictos de orden social y político, el hecho de que los trabajadores comenzaran a asimilar su conciencia de clase, hizo que se iniciaran las luchas reivindicativas, que unida a las de índole nacional, generaron enfrentamientos revolucionarios.
Ante esta conflictiva y difícil situación, entre 1880-1930 atravesaron el Atlántico 40 millones de europeos de muy distinta procedencia; alemanes, ingleses, vascos, españoles e italianos.
4. Emancipación e independencia.
El movimiento de emancipación americano que se dio en las primeras décadas del siglo XIX fue motivado en parte por el ejercicio militar de Napoleón Bonaparte en Europa. En ese tiempo, la débil monarquía española era incapaz de resolver sus conflictos internos, y esto tuvo su reflejo en Chile, con la instalación de la «Primera Junta» del 18 de septiembre de 1810.
El cambio elegido era hacia una República independiente, y en este largo caminar hasta el logro de la independencia, el 12 de febrero de 1818, muchos vascos aportaron su carácter en el movimiento de emancipación.
Vascos como Fray Joaquín Larrain Yalas, como el General José Miguel Carrera y el guerrillero Manuel Rodriguez Erdozia o como el diplomático Antonio José Irisarri.
Esta influencia de los vascos en la emancipación de la República primero y en su organización después, la señala el historiador Alberto Edwars, cuando dice: «los vascos trajeron aquí, instituciones que un pueblo cuya masa andaluza o mestiza, con resabios moriscos, y por tanto completamente extraña, nunca supo comprender ni aplicar».
5. Postura inteligente de Chile: (Potencia zonas deshabitadas).
Los mayores receptores de la emigración europea fueron Argentina, Uruguay, Brasil y Cuba. En lo que respecta a Chile, podemos decir que los que llegaron inicialmente no fueron muchos y además, no directamente de Europa, sino que los que llegaban, ya habían probado en otros países americanos. Por tanto, nunca fueron muchos, pues su presencia nunca sobrepasó el 5% de la población del país, lo que hace entrever el aspecto cualitativo, pues resulta notable que siendo tan pocos, sean tan relevantes sus aportaciones, tanto a la economía como a la cultura chilena.
En aquellos tiempos, es de resaltar el interés del Estado chileno en fomentar la inmigración relativa. Ya en abril de 1824, la legislación ofrecía terrenos a los extranjeros que se dedicaran a la agricultura, impulsando así zonas del país que se encotraban deshabitadas, eximiéndoles de impuestos por espacio de diez años. También otorgaba terrenos a quienes quisieran iniciar la producción en el sector industrial.
No es fácil cifrar qué cantidad de vascos llegaron a América en la segunda mitad del siglo XIX. Hay historiadores que no dudan en afirmar que muchos procedían de Gipuzkoa y Bizkaia, añadiendo que casi todos eran varones con una edad entre los 12 y 14 años, aunque parece que la mayoría (más de un tercio) procedían del norte de Euskal Herria y el resto del sur.
6. Vascos camino de los altares.
Si ya antes hemos citado que la presencia de los vascos en Chile, nunca fue extremadamente numerosa, aunque sí cualitativamente destacable, lo mismo puede decirse en cuanto a la élite de la iglesia.
No puede ser casualidad que la mayoría de los chilenos que la Iglesia aproxima a los altares, pertenezcan al ancestro vasco.
Sin pretender asumir formalizaciones que pudieran llevarnos a posicionamientos de orden moral o religioso, es innegable el rastro dejado en la sociedad chilena por personas como Fray Pedro Bardesi, nacido en Orduña (Bizkaia), que fue mercader antes de ingresar en la Orden Seráfica. Este fraile vizcaino en proceso de canonización, tiene una placa de bronce en el Templo de San Francisco, que recuerda a Fray Pedro Bardesi y su condición de vasco.
7. Los Andes y el Pacífico, fronteras naturales.
La presencia vasca además de destacar por su participación en el ejército, la marina, la burocracia, la vida eclesiástica o el comercio, también aportó sus valores morales y su modelo de vida jerárquico y libertario a la organización de la República de Chile.
Quizá en el siglo XIX se apreció más que nunca la poca influencia externa en Chile, debido a sus fronteras naturales, los Andes y el Pacífico, lo que permitió mantener y conservar costumbres y tradiciones durante muchas décadas. Esta es la razón por la que el visitante de este siglo XXI, todavía encuentra tantas semejanzas entre Chile y Euskal Herria.
Es el historiador Benjamín Vicuña Mackena, quien habiendo visitado Euskal Herria a mediados del siglo XIX manifestaba: «Hasta en los gustos, en los trajes, en los pasatiempos, existen semejanzas». «Allí, el juego nacional es la pelota y no hay aldea que no tenga su cancha, como la tenía Santiago, cuando era aldea».
En otro pasaje también nos dice: «Estudiada de cerca nuestra historia pública, doméstica y social, podría perfectamente concebirse como un reflejo de la historia y de la sociabilidad de aquella que fue nuestra verdadera madre patria».
Finalmente el propio historiador no duda en denominar a Chile como «Nueva Bizkaia del Pacífico».
La historia de la pelota vasca en Chile se remonta a la época del Gobernador Garaiz Hurtado de Mendoza 81535-1609), alavés de nacimiento. Fue el propio Gobernador quien consiguió más de tres mil pelotas, que fueron vendidas por los mercaderes.
Santiago tuvo cancha permanente en la calle San Isidro, llamada «calle de la pelota».
8. Cultura-Literatura.
La aportación del ancestro vasco en la cultura chilena tiene numerosos y distinguidos personajes. Uno de ellos, Juan Egaña Risco (1768-1836), era descendiente de Basilio Egaña, llegado a Chile en el siglo XVII.
Juan Egaña formó parte de la comisión que redactó un proyecto de Constitución, y en 1812 era ya miembro del Primer Congreso Nacional y más tarde de la fundación del Instituto Nacional.
Debido a sus ideas libertarias fue deportado a la isla Juan Fernández, allí escribió el libro «El chileno consolado en los presidios». Cuatro años más tarde fue autorizado para volver a Santiago, recuperando su posición de dirigente.
Fue nombrado presidente de la Asamblea Provincial de Santiago. Publicó obras como: «Gramática Latina» y «Memoria sobre minerales en Chile».
También fue presidente de la Junta de Educación, y más tarde, Consejero de Estado. Falleció en Santiago en abril de 1836.
Otra destacada personalidad del aporte vasco a la cultura de Chile fue, José Victoriano Lastarria, nacido en Santander (1817-1888), descendiente del vizcaíno de Guernica Antonio José Lastarria.
Aficionado a las letras y la investigación, creó el periódico «El Semanario de Chile» y fue fundador de la «Sociedad Literaria».
Fue deportado dos veces a Lima, por su participación en el Motín de Aconcagua (1850-51). A su regreso se incorporó a la política como Diputado por Valparaíso.
Era un hombre de profundo concepto nacional, que denunciaba a los jóvenes considerados cultos y de letras, porque basaban su literatura en los clásicos españoles. Lastarria afirmaba: «La literatura, siendo la expresión de la Sociedad, no puede ser para nosotros ni española ni francesa, ni monárquica ni clásica, sino chilena».
Decía además, que «la literatura debe revelar de manera clara, las necesidades morales e intelectuales de los pueblos». Y añadía. «Por eso los hombres de letras deben escribir para el país, ilustrándolo, combatiendo sus vicios y fomentando sus virtudes, acostumbrándolo a venerar su práctica y libertad».
Lastarria defendía con vehemencia que: «La educación es una condición del desarrollo de la sociedad y un derecho que el Estado deberá satisfacer y respetar».
Fue un hombre que aportó conocimiento y trabajó mucho en la expansión cultural de Chile.
9. Guerra Civil y emigración.
La guerra civil española tuvo una consecuencia directa con la llegada de vascos a Chile. Exiliados y refugiados, buscaban un futuro mejor. La llegada a Chile del «Winnipeg», llamado barco de la esperanza, en septiembre de 1939, fue un claro exponente de esa emigración forzosa.
Otra razón a tener muy presente, fue la negativa de los jóvenes vascos a cumplir el servicio militar. No puede considerarse extraño, pues además de los peligros inherentes a la guerra de Africa, el pasar por Melilla suponía una grave exposición ante pestes y otras enfermedades, que hacían muy difícil la vuelta a casa.
También conviene tener presente a la hora de analizar las diferentes razones de la emigración vasca, el sistema de mayorazgos. El defender que la propiedad del caserío se mantuviera indivisible, pasando siempre de un primogénito a otro, hacía que el resto de las prolíferas familias vascas, buscasen su futuro lejos del caserío familiar.
Años más tarde, allá por (1950-60) hubo un crecimiento importante y significativo procedente de Nafarroa, concretamente del Valle del Baztán. En su mayoría eran de origen labrador y se dedicaron a la industria del pan, siendo un nuevo eslabón de la cadena migratoria, participando en las industrias instaladas previamente por sus parientes.
10. Instituciones de los vascos en Chile.
Los emigrantes vascos una vez instalados con relativo éxito en el territorio chileno, comenzaron a hacerse notar, a manifestar su presencia en la tierra que les acogió. Con esta intención surgieron centros, casas y sociedades vascas. Es así como consiguieron integrarse en la vida nacional chilena, aportando sus características típicas y culturales.
Ya en 1912 fundaron el «Centro Vasco de Santiago» y años más tarde, el 31 de mayo de 1933, el gobierno chileno concedió personalidad jurídica a «Euzko Gaztedia». Estas dos instituciones vascas convivieron paralelamente hasta la visita a Chile del Lehendakari José Antonio Agirre, en el año 1942, que es cuando se iniciaron las gestiones para unirlas en una sola organización.
Este proceso culminó con el acuerdo de las partes en el año 1949, y en el mes de marzo de 1950, se constituyó la Corporación de Derecho Primado llamada «Euzko Etxea».
Epílogo
Volviendo a los primeros párrafos, lógicamente el autor desconoce la opinión de quienes me honran con la lectura de este trabajo, pero permítanme defender el paralelismo, así como la «proximidad» en el tiempo de dos épocas tan lejanas. De ahí –en mi modesta opinión− la oportunidad de su contenido.
Espero contribuya a la reflexión en todos sus términos.
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