Asier Fernández de Truchuelo Ortiz de Larrea

El objetivo y las preferencias

¿Alguien me puede decir cuándo se cayeron los políticos nacionalistas vascos en la marmita de los cuentos de hadas? ¿Y el pueblo vasco, a qué espera? ¿O debería decir la sociedad de la Comunidad Autónoma Vasca? ¡Menudo jaleo!

¿Qué tendrán los veranos, que nunca dejan de sorprendernos? Pese a ser un período llamado al descanso y la holgazanería, siempre hay alguna noticia que termina por llamar la atención de la ciudadanía en general.

En esta ocasión, fue una cuestión de faldas y dineros entre un señor que perdió la Corona, una tal Corinna, que dice ser princesa, y todo ello en medio de una pandemia llamada covid-19... la triple C, que dirían algunos, o las C de todos los males.

Tal fue el revuelo, que el hijo del ex «Corinado» tuvo que viajar por todo su reino, acompañado por la morganática e hijas, con la única intención de aplacar los ánimos de todos esos súbditos malhumorados. «No vaya a ser que se espabilen» –pensaría su mujer– «y nos manden de vacaciones al exilio»: no sería la primera vez.

Ya se sabe, por culpa del Covid –algunos dirán «y del mal gobierno»...– el pueblo está de ERTEs, sin poder ir a los toros, sin fiestas, con sus libertades limitadas... Y eso, en un país cuya máxima es «panem et circenses», pues como que no.

Que al heredero de Patxi se lo perdonemos todo, bueno... que, según nos dicen, para eso nos trajo la «democracia» y los años de mayor prosperidad. Para él, Corinna, los herederos del Pazo de Meiras y los lampedusianos, sin duda. Por supuesto que tampoco faltará algún estomago agradecido de última hora, aunque, como los cerdos, no dudan en sacrificar la camada en caso de extrema necesidad. Saturno, al menos, lo hizo por no ceder la Corona.

Llegados a este punto, siempre hay ingratos... ¡Cómo no! Nunca llueve a gusto de todos, y ya se sabe que el pueblo español es desagradecido por naturaleza y hace realidad aquella máxima de que nadie es profeta en su tierra.

Menos mal que, como aquellos irreductibles galos, los vascos (y vascas) de hoy resisten ahora y siempre al invasor... Mas... ¡oh, sorpresa! La clase política vasca va más allá: unos están dispuestos a cambiar el ADN del Estado para, supuestamente, democratizar España –parece que lo dijera el mismísimo «Coletas», como si de una sucursal de Podemos en Euskadi se tratase–, y los otros no dudan en pactar una alianza para gobernar su cortijo con la ayuda de los herederos de los X-Men... Si Elías Gallastegui levantará la cabeza...

¿Alguien me puede decir cuándo se cayeron los políticos nacionalistas vascos en la marmita de los cuentos de hadas? ¿Y el pueblo vasco, a qué espera? ¿O debería decir la sociedad de la Comunidad Autónoma Vasca? ¡Menudo jaleo!

Durante una de sus últimas visitas por sus dominios, la Coronada familia tuvo un recibimiento un tanto acalorado. Concretamente, desde Gasteiz diferentes fuerzas sociales y políticas alzaron la voz en contra de la corrupción y reclamaron un cambio de las estructuras del Estado: se destacó la elevada sensibilidad de la gente hacia la república, así como una sensación de enfado y hartazgo hacia la corrupción.

Pero lo curioso fueron las siguientes palabras: «Queremos referéndum, queremos república y queremos democratizar el Estado, aunque prefiramos una Euskal Herria independiente» (sic).

Me gustaría apostillar unos detalles:

Algunos vascos ya disfrutan del gobierno de «la República» con mayúsculas, y, la verdad, en el hexágono la expresión de lo vasco... como que no... ¡Cuidado con lo que se desea!

A nadie se le ocurriría ir en el País Vasco Continental con una bandera Republicana azul, blanca y roja a una manifestación abertzale. ¿Por qué los vascos nacionalistas peninsulares abrazamos la bandera española tricolor con tanto amor?

Nunca lo entenderé. Nuestras banderas son la Ikurriña, la bandera del Reyno de Navarra, el arrano beltza, el Lauburu, el zazpirak bat... la que cada uno prefiera. Tenemos una rica simbología que nos define, sin necesidad de recurrir a elementos externos.

Cuando alguno o alguna dice «prefiero una Euskal Herria independiente», es como si le preguntaran si prefiere vino tinto o vino blanco. La existencia o, mejor dicho, la «herri existentzia» del pueblo vasco no es un tema de gustos ni de preferencias: debería ser el objetivo de todo nacionalista que se precie.

El objetivo es subsistir para crecer y desarrollarnos como un Estado libre y soberano. Eso sólo lo podremos hacer siendo independientes. Y, si no queremos que Madrid y/o París interfieran en nuestros asuntos, nosotros tampoco deberíamos de intervenir en los suyos.

¿No creéis que, antes de empezar a organizarle la casa a nuestros vecinos, primero deberíamos de poner en orden nuestros asuntos, y, puesto que hay una mayoría «abertzale» en el Parlamento de Gasteiz, empezar a hacer país de verdad? De lo contrario, sería de agradecer que nos explicaran cuáles son sus objetivos y prioridades.

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