Josu Iraeta
Escritor

El PSOE ha vuelto a la niebla

En contra de lo que opinan ustedes en el PSOE actual, la estabilidad de un Estado depende mucho de la capacidad de éste para convencer de su legitimidad a sus propios ciudadanos. Sin olvidar que la legitimidad de los sistemas democráticos se concreta también en su capacidad para solucionar litigios históricos, que dividen a sociedades y pueblos.

En tan sólo unos días, el Gobierno español ha mostrado cuan fiable y consistente es su democracia. Fue todo un detalle la presencia del Monarca español en Gasteiz, invitado por el Gobierno, para que –precisamente en Gasteiz– inaugurar El Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Tres días después, las Comunidades Autonómicas se rebelan -sintiendo lesionadas sus competencias- al no compartir el decreto respecto a la reapertura del sector hostelero. Una clara muestra de que, con el PSOE en el Gobierno, nada sustancial ha cambiado.

Tiene eso sí, unos ministros cuya actividad parece surgida de la diplomacia y un presidente jovial y comunicador, pero en unas pocas horas han difuminado todas las dudas, porque mandar, manda sólo el PSOE, los demás aplauden.

Además, el PSOE tiene un plan claro y bien definido; trata de recuperar el apoyo del centro-derecha español, que en su día infló el proyecto de Ciudadanos, lo que le obliga a dar la espalda a nacionalistas vascos y catalanes, recordándoles que centralidad es eso, centralidad.

Espero que el Gobierno de Pedro Sánchez -en su iniciativa centralizadora- no contemple reeditar actuaciones «democráticas» como la de la plaza Urquinaona de Barcelona.

Y es que, el Estado español lleva decenas de años alimentando una cruel contradicción, que hasta hoy le sirve para mantener una cierta cohesión interna, ya que, por encima de otras consideraciones, no puede negarse la evidencia, y es que no quieren prescindir de la violencia -la suya- lo que hace que la violencia sea interminable.

Es precisamente esa violencia que en Gasteiz se escondió y amparó en nombre del «sistema» democrático español, lo que ha llevado a la hermana de una de las víctimas del General Galindo a presentarse en Madrid, y exigir se aclaren los hechos y determinen responsabilidades.

Es evidente que no pretendo responsabilizar a Pedro Sánchez, de los crímenes del GAL, pero sí le acuso de no colaborar en el esclarecimiento de las barbaridades dirigidas y ejecutadas por su propio partido, el PSOE.
Ayudar, incitar, organizar financiar y tolerar grupos de individuos armados, que secuestraron y mataron personas, no debiera ser escondido y olvidado por un sistema democrático, como no lo son las víctimas de ETA.

Existiendo un vínculo efectivo entre los mercenarios y el aparato estatal, la atribución al Estado de las actividades efectuadas por los mercenarios terroristas, no hubiera presentado grandes dificultades para establecer de una forma fehaciente que los grupos de GAL actuaron por cuenta del Estado.

Sin embargo, en una democracia progresivamente enferma como la española, una vez más, y haciendo gala expresa de la corrupción establecida, han conseguido que los pocos de los responsables a quienes se juzgó y halló culpables de crímenes horribles y robos inmensos, además de no haber devuelto nada de lo robado, hoy puedan pasear por sus calles, siendo públicamente ensalzados –lo que se niega a los presos vascos– como abnegados héroes al servicio de su país.

Esto hoy induce a una reflexión y no sólo de los hechos concretos, también en el contexto en que se están dando. ¿Podría un gobierno en un sistema democrático, hacer frente al desgaste que supondría indultar a asesinos y criminales convictos, sin el más mínimo asomo de arrepentimiento, utilizados por el propio Estado, manteniendo a su vez, a cargos electos catalanes en el exilio y la cárcel?

Hay un viejo sabio –el tiempo– que atento observa el desarrollo de la vida. El viejo sabio me indica que en 1972 el manifiesto del Partido Comunista ya asumía el «carácter multinacional» del Estado español.

Ese viejo sabio, también me dice que el PSOE, en su Congreso de octubre de 1974, además de reconocer el derecho de autodeterminación, añadía: «comporta la facultad de cada nacionalidad para determinar libremente las relaciones con el resto de los pueblos que integran el Estado español».

No considero necesario citar a personas que se distinguen por su manifiesto autismo político, pero evidencia la triste regresión ideológica en la izquierda española, incluidas, claro está, sus versiones autonómicas.

No es la primera vez que en la clase política se viven estas metamorfosis, que, evolucionan dejando de ser un medio al servicio de la sociedad, para convertirse en un fin en sí mismos, ignorando su propio y reciente pasado, despreciando el capital político acumulado. Muchos, demasiados muertos, presos y exiliados huidos, familias destrozadas.

Conocemos, sabemos de la existencia de otros factores que hasta hoy lo han hecho imposible, que son importantes, verdaderos recursos para el inmovilismo centralista, pero que pueden ser analizados y resueltos desde otra óptica. Uno de ellos, quizá el más manido y adulterado es el de la estabilidad. Una estabilidad con la que los sucesivos gobiernos de Madrid han venido «solapando» la resolución política que debe dar paso al ejercicio de autodeterminación de las Naciones sin Estado.

En contra de lo que opinan ustedes en el PSOE actual, la estabilidad de un Estado depende mucho de la capacidad de éste para convencer de su legitimidad a sus propios ciudadanos. Sin olvidar que la legitimidad de los sistemas democráticos se concreta también en su capacidad para solucionar litigios históricos, que dividen a sociedades y pueblos.

Es en este punto donde se quiebra la teórica y retórica salud democrática del Estado español.

Entiendo que ustedes, dirigentes del partido en el Gobierno, no compartan mi opinión, pero sinceramente, eso que ustedes dirigen no es el PSOE, es otra cosa.

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