Daniel Montáñez Pico
Latinoamericanista

El racismo, el colonialismo y el atentado de Barcelona

La sociedad está comenzando a reflexionar seriamente sobre sí misma para ir al corazón del asunto y transformar las cosas desde las raíces, sin caer en la lógica dicotómica de una venganza.

Es fascinante el nivel de profundo debate que ha generado el atentado de Barcelona en la sociedad. A diferencia de otros casos similares en esta ocasión se ha generado un amplio y rapidísimo consenso, casi que intuitivo, sobre la determinante condena sin paliativos del atentado y la principal forma de afrontarlo: «No tenim por» (no tenemos miedo). Pero, además de tan interesante posición vital y política intuitiva, colectiva y compartida, se ha generado, desde esa base común, todo un intenso debate sobre las causas y consecuencias mucho más profundo que en otras ocasiones. Esto podría ser debido al desgaste colectivo frente a este tipo de atentados que, lejos de frenarse, van en aumento, y porque, seamos francos, nadie termina de confiar en que ningún tipo de auge e intensificación securitaria militarista pueda realmente terminar o controlar plenamente este tipo de ataques, ya que no se dan en torno a grupos o colectivos identificables, sino en el seno mismo de nuestras sociedades. Y quizás lo más interesante de esta ocasión es que el debate no se da sólo en los medios, los intelectuales y en las posiciones institucionales, sino, sobre todo, en la sociedad misma, que demuestra su tremendo potencial de producción colectiva de conocimiento, transformación social e imaginación política. Después de reflexionar sobre la manifestación del día 26 de agosto, considero que la sociedad está desplegando, al menos, tres fundamentales debates en torno a este acontecimiento, teniendo los tres una íntima relación con las cuestiones del racismo y el colonialismo.

En primer lugar resalta la identificación del imperialismo como causa. La relación directa entre la venta española de armas en Oriente Medio con la conformación del extremismo. El grito de «son vuestras guerras, pero son nuestros muertos» es una clara y frontal crítica antiimperialista generada desde el seno de sociedades que se reconocen «centrales» en el sistema mundial capitalista y dimensionan el papel colonialista de Occidente en la historia. La sociedad da cuenta del «efecto boomerang» de la violencia colonial, aquella metáfora que hace más de medio siglo utilizaron pensadores negros anticoloniales caribeños como Aimé Césaire y Frantz Fanon para explicar la violencia de las guerras mundiales dadas en el seno de Europa.

En segundo lugar, destaca el papel de la reflexión sociológica en torno a los sujetos del ataque. La sociedad se pregunta por qué llegan a tal grado de extremismo, cómo es posible que personas que han sido criadas en ese contexto puedan llegar a ejercer tremendos actos de violencia suicida contra su propia sociedad. En este punto se está trascendiendo –lamentablemente no del todo– la idea de las guerras religiosas y del «choque de civilizaciones», separando la cuestión del Islam –como civilización y espiritualidad religiosa amplia– de la razón por la que unos jóvenes deciden llevar a cabo un acto de esta naturaleza. La sociedad está empezando a preguntarse en serio sobre las consecuencias del despliegue del racismo en su seno, sobre todo en relación a las poblaciones migrantes. En este sentido, no estaría de más darse una vuelta por los textos que han venido produciendo intelectuales y activistas migrantes racializados de la red decolonial europea, como Houria Boutldja y Sadri Khiari en Francia, o Daniela Ortiz y Helios Garcés para el caso de la península ibérica, quienes llevan denunciando profundamente esta cuestión desde hace mucho tiempo, en una especie de anticipación de lo sucedido.

Por último, queda cada vez más claro, viendo las banderas de la manifestación, el impacto de lo sucedido sobre el debate del «colonialismo interno» de la península ibérica. Para unos lo sucedido es sinónimo de la necesidad de seguir imponiendo a la fuerza una unidad política de los pueblos de la península y para otros todo lo contrario. La sociedad está pensando la relación entre los diferentes niveles de colonialismo que caracterizan las sociedades modernas y cómo luchar contra sus conexiones y fundamentos para una libertad plena de los pueblos.

En definitiva, considero que la sociedad está comenzando a reflexionar seriamente sobre sí misma para ir al corazón del asunto y transformar las cosas desde las raíces, sin caer en la lógica dicotómica de una venganza, la cual además no se sabría muy bien hacia dónde ni cómo dirigirse. Es en estos momentos, en los que la sociedad despliega una profunda y auténtica inteligencia colectiva, donde se demuestra la potencia de la gente común para trascender el miedo y transformar lo más profundo de nuestras relaciones sociales y la política en general. Ya no se mira sólo la cima de la montaña, sino toda su estructura. Nos hemos dado cuenta, juntos y juntas, que este problema no se va a solucionar desde «afuera», sino, sobre todo, desde «adentro».

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