El relato de la inseguridad
La semana pasada conocimos los resultados de la encuesta EITB Focus, la cual recoge información demográfica y social tanto de Euskadi como de Nafarroa. Entre los diversos datos obtenidos, siempre es interesante analizar cuáles son las «principales preocupaciones» de los vascos y las vascas.
En las tres capitales, la salud, la vivienda y la seguridad ciudadana han sido las áreas de mayor preocupación de los encuestados, variando de posición en función de la ciudad. Resulta llamativo Bilbao, donde la seguridad encabeza el ránking con 34,1%, lejos del 21,9% de su perseguidor inmediato, la salud.
La capital vizcaína es una de las ciudades con menor índice delictivo de todo el Estado español, el cual se ha mantenido estable a lo largo de los años. Además, Euskadi es una de las regiones con mayor número de policías por habitante de todo Europa, y sin embargo, la seguridad ciudadana es la mayor preocupación para casi un tercio de sus vecinos y vecinas.
Si los datos muestran una realidad, ¿qué ocurre para que la percepción sea tan distinta?
Si bien es cierto que no puedo aportar una respuesta clarificadora, sí encuentro algunos puntos que pueden ser interesantes.
Para empezar, es posible que no estemos tan lejos de Madrid como a veces pensamos. El ruido constante de la derecha, y sobre todo de la extrema derecha, han conseguido incluir en la agenda pública y mediática el aspecto de la inseguridad. Tal vez desde nuestro feudo del norte, al no contar con apenas presencia derechona en las instituciones, creímos estar protegidos de estas intromisiones en la opinión pública, pero el mensaje del miedo finalmente ha encontrado otros caminos para aterrizar en nuestra casa.
Si el relato no ha llegado desde el espacio político, tal vez debemos observar el papel de algunos medios de comunicación. La publicación tendenciosa de sucesos ha alimentado la creación del marco de inseguridad que se ha ido asumiendo de forma paulatina. A lo mejor, este interés de los medios por sucesos delictivos responde a lógicas comerciales, pues ya sabemos qué titulares son los más compartidos y los que mayor interacción reciben, pero sin duda han sido uno de los catalizadores de este fenómeno.
Finalmente, las redes sociales e internet continúan alimentando la situación. En la era de la sobreinformación, con unos algoritmos que potencian los mensajes emocionales y negativos, además de algunos usuarios dispuestos a engañar deliberadamente con tal de alcanzar sus objetivos políticos, la esfera online se ha convertido en el espacio idóneo para quien quiere generar una sensación de miedo o inseguridad.
Hasta el momento el foco siempre ha sido Barcelona, donde me he encontrado a personas, y no pocas, que hablan de la ciudad condal desde el miedo, como si fuese un territorio «No Go».
¿Vamos a dejar alimentar este relato para que hagan lo mismo con nuestras ciudades?