Jokin Revilla

El silencio es complicidad

Y ante todo esto ¿qué se puede hacer? Lo primero no mirar para otro lado, no callarse, no ser cómplices. Decir bien alto ¡no en nuestro nombre! Sí, porque no podemos decir que esta tragedia no tiene que ver nada con nosotras. Tiene mucho que ver.

Al nacer la Plataforma Ongi etorri errefuxiatuak me apunté inmediatamente. La Plataforma acaba de cumplir un año y la experiencia ha sido estupenda. Yo nunca he participado en algo tan plural, a no ser la Asociación de Familias de Otxarkoaga (se continua llamando así) en los años 70 donde estábamos de todos los colores. Pues así sucede en la Plataforma, y es algo que vivimos diariamente con alegría y lo comentamos como un logro a mantener y fomentar. No nos creemos que estemos haciendo maravillas. Conocemos nuestras limitaciones. Además, enfrentarnos a lo que todo el mundo reconoce «como la mayor tragedia humanitaria desde la segunda guerra mundial» no es poca cosa. Más de 65 millones de personas desplazadas, más de 5.000 muertas en el Mediterráneo en 2016, miles y miles de criaturas desaparecidas, mercados donde se venden y compran personas a las que se esclaviza, mujeres a las que se vende a redes de trata, personas a las que se les abandona en los desiertos, a las que se les cierran todas las fronteras, se ponen muros y concertinas como en Ceuta y Melilla en la mayoría de las fronteras europeas y se prefiere que mueran en el camino antes de que lleguen, porque total son personas prescindibles.

Y ante todo esto ¿qué se puede hacer? Lo primero no mirar para otro lado, no callarse, no ser cómplices. Decir bien alto ¡no en nuestro nombre! Sí, porque no podemos decir que esta tragedia no tiene que ver nada con nosotras. Tiene mucho que ver. Si analizamos las causas: las guerras, el expolio de recursos y de materias primas, el acaparamiento de tierras, el continuar controlando ejércitos y gobiernos por parte de los colonizadores, el papel de todas las multinacionales en el llamado tercer mundo… todo esto tiene mucho que ver con nosotras, con nuestro nivel de vida y consumo. Además viene de muy lejos. Alguien dijo muy acertadamente que «la primera emigración ilegal fue en 1492» con la conquista de América. Allí se les llevó «la democracia» a golpe de espada y crucifijo. Y desde entonces Occidente, con Europa a la cabeza, no ha parado de hacer lo mismo. Cambian las formas pero el imperialismo es el mismo que se cree dueño de las personas y del mundo para su único beneficio. Si se les invadió, masacró, expolió, violó, se les robaron las criaturas, se les esclavizó durante siglos y ahora se les continua esclavizando de otras formas. ¿Quién debe a quién? El discurso xenófobo y fascista dice que las personas migrantes y refugiadas que están entre nosotras y las vienen nos quitan el trabajo, la riqueza, la sanidad, las ayudas, que son terroristas, que no se adaptan... y así hasta el infinito. ¿Qué sigue haciendo Europa y los bloques imperialistas con sus países por intereses económicos, estratégicos y políticos? Destruirlos y Negarles el derecho a vivir en sus paises. Y si vienen, para poder seguir viviendo, se lo ponemos tan difícil que muchos miles de personas (una sola persona muerta es demasiado), mueren en el intento.

Y esto es sólo una parte. Si miramos a personas migrantes y refugiadas que llevan muchos años entre nosotras, ¿qué está ocurriendo? Que son apátridas. En sus países de origen les tratan ya como extranjeros y aquí hacemos lo mismo. Y a las hijas nacidas aquí les seguimos considerando extranjeros cuando ellas se reclaman vascas de pura cepa. ¿Qué conocimiento tenemos de estas personas? Refugiadas como saharauis, palestinas, bereberes que llevan tantos años entre nosotras y no somos capaces de crear empatía, de comer, reír, divertirnos juntas, en una palabra de convivir. A mi siempre me ha impresionado que, cuando el grupo de personas saharauis convoca delante del consulado marroquí para protestar por tanta represión como sufren, aparece un nutrido grupo con sus banderas y gritan constantemente. Acaba la concentra y es como que no existieran. Además durante la concentra somos incapaces de gritar sus consignas en árabe. ¿Tan difícil es que nos pasen un papelito que ponga como se pronuncian esas consignas y qué significan? Llevamos así 40 años y ¿ni esta mínima complicidad? Es sólo un ejemplo. En la Plataforma se quiere tener contacto con todos los grupos organizados de personas refugiadas y migrantes. No para invitarles a nuestras reuniones sino para que tengamos un verdadero intercambio, sepamos qué pensamos cada grupo, que prioridades tenemos y qué movidas podemos preparar conjuntamente. No sólo reivindicativas, también culturales y de ocio. En una palabra, formamos aquí un solo pueblo y lo tenemos que hacer entre todas.

Y lo mismo a nivel individual de todas las personas que formamos la Plataforma. Queremos en todos los pueblos y barrios conocer a las personas refugiadas y migrantes que viven entre nosotras. Nos vemos en la calle pero no nos paramos, no conversamos. No digo que sea fácil, pero tenemos que intentarlo. Ellas tienen cierto miedo, pues no les tratamos bien, hay racismo aunque digamos que menos que en otros sitios. Además tienen sus comunidades o grupos con las que comparten. Pero las niñas nacidas aquí comparten la escuela con todo tipo de niñas y después en la calle no continua una convivencia plural multicultural. Tenemos que intentar que la escuela no sea la excepción sino la continuidad de un trato que se da en la calle y en todos los ámbitos de juegos, cultura, diversión, comidas, festival, día de un país o de un continente, arroces del mundo con las personas mezcladas y no cada una con su grupito…

Agunas no entendemos que el tema de las personas migrantes y refugiadas no sea un tema prioritario para los partidos y sindicatos. No entendemos que se hagan análisis de coyuntura para conferencias o congresos y ni siquiera se cite esta tragedia mundial. Tampoco entendemos que no se de más importancia entre toda su militancia a la solidaridad con personas migrantes y refugiadas, a la acogida y refugio, a la lucha contra el racismo, la xenofobia y los múltiples rumores que achacan a las personas migrantes y refugiadas las culpas de todos nuestros males. Como no hay valentía para plantar cara a los responsables de todas nuestras carencias, miramos para abajo y echamos la culpa de todo a quienes son distintas o están en peor situación económica.

Si queremos construir un pueblo o una sociedad diferente necesitamos la energía de todas las personas que ya vivimos aquí y también de la energía de quienes lleguen. Ellas aportan a la economía mucho más de lo que gastan y nos enriquecen con sus culturas. Por eso no entendemos que se trabaje tan poco el tema de la multiculturalidad, que se permitan tantos guettos en la escuela pública vasca, que no se haga discriminación positiva con tantas personas emigrantes y refugiadas explotadas y marginadas en la economía sumergida o en la nueva esclavitud de empleadas de hogar internas (la gran mayoría migrantes) sin derechos laborales ni descansos.

En la Plataforma estamos personas de todo el arco iris. Si pasado mañana hubiera un referéndum para decidir qué Euskal Herria queremos, sin duda habría respuestas muy variadas: independencia, federalismo, confederación, coexistencia con España… Para algunas personas muy políticas esto es un desastre, pues nos falta cohesión y así no podemos ser el motor del cambio. Pero mira por donde en la Plataforma lo vemos como la mayor riqueza. Sí, porque personas que pensamos distinto en política, y que votaríamos distinto, estamos diariamente haciendo un taller de democracia y de futuro. Sí, porque cada día tenemos más claro el país que queremos. Nos faltan referencias, para el mantenimiento del estado del bienestar nos sirven los países nórdicos, pero sólo para eso, pues son demasiado individualistas, tratan cada vez peor a emigrantes y refugiadas y en todos los países nórdicos está creciendo demasiado el fascismo.

¿En qué coincidimos en Ongi Etorri Errefuxiatuak cada vez más? Pues en que queremos un país y una sociedad abierta, multicultural, donde se garanticen todos los derechos para todas las personas independientemente de procedencias, razas, religiones, opciones sexuales, edades, enfermedades… Donde todas las personas, decimos todas, tengan recursos suficientes para desarrollar todas las facetas (económicas, culturales, de ocio, de voluntariado...) de sus vidas. Sí, donde a las únicas personas a las que se les conceda una discriminación positiva, en prioridades de trato y dedicación, sea a todas las personas con enfermedades raras, dependientes, abandonadas, y a todos los colectivos de personas en riesgo de marginación o exclusión. Una sociedad donde la prioridad sean siempre las personas, no el consumo, el especular o el acumular. Donde el motor de la vida sea la solidaridad y no el consumo, la moda, los viajes y el pensar el 99% del tiempo en nosotras mismas. Una sociedad donde la mayor alegría sea compartir lo que tenemos y no dar lo que nos sobra. Compartir nuestra vida y nuestro tiempo que es lo más valioso. Todo esto lo vamos aprendiendo poco a poco en la Plataforma, a través de lo que vamos conociendo de la vida de las personas migrantes y refugiadas, de lo que ocurre en sus países, de lo que les ocurre en las años de búsqueda de un sitio para poder vivir, de conocer cuantas miles mueren en esa búsqueda, de los muchos miles de menores perdidos y abandonados a su suerte, a la explotación, a la venta de órganos, a la prostitución. Todo esto estamos aprendiendo día a día y cada vez tenemos más claro qué modelo de país queremos construir desde ya.

Otra gran enseñanza de la Plataforma es que queremos lograr que nuestra única ley para cumplir sea siempre y en todo momento obedecer a los derechos humanos, y no a órdenes o leyes que provienen de poderes corruptos, caducos y que defienden siempre los intereses de los poderosos. Lo demostraron Bego y Mikel con su acción en Grecia intentando traer personas refugiadas. Lo están haciendo muchas personas anónimas en muchos países. Que el «ejército sin armas» de la desobediencia civil aumente día a día es la verdadera garantía de cambio de esta sociedad. En todo momento y en todo lugar nuestra norma, nuestra guía debe ser la defensa de los derechos humanos. Este objetivo es el que nos une en la plataforma. Pero son de tal tamaño las injusticias, el menosprecio a los derechos y a las leyes, tanto internacionales como europeas, que entre todas tendríamos que buscar formulas como sociedad civil para denunciar ante los tribunales a los responsables. Por ejemplo: al Sr. Rajoy y a su Gobierno por no dar acogida y refugio a las personas que lo piden, por devolver en caliente a personas migrantes y solicitantes de asilo, por permitir que mataran a más de 15 personas en el Tarajal cuando ya estaban en aguas españolas, por mantener las vallas y las criminales concertinas, por las cárceles CIES, por no cumplir el cupo raquítico que aceptó… Sería añadir a lo de sensibilizar, presionar a las instituciones, y movilizar, un cuarto objetivo de la Plataforma que sería denunciarles ante los tribunales por no cumplir las leyes sobre derechos humanos en general y las leyes de refugio y asilo en particular. Estaría muy bien que en esto colaboraran todos los organismos y organizaciones que están en la Plataforma y también personas de la abogacía o de la judicatura que nos ayuden a llevar adelante esta ingente empresa.

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