Emergencia climática, desarrollo sostenible y otros extintores patrios
Alternativas no es de lo que carecemos, sino de una estrategia real de toma del poder más allá de la metadona desarrollista socialdemócrata.
Las palabras demasiado gruesas acaban en el fondo del mar acelerando así la subida del nivel de las aguas. El pasado 30 de julio el gobierno autonómico por boca de Urkullu declaraba la emergencia climática y anunciaba acciones urgentes y ambiciosas, uniendo su voz al coro de bomberos pirómanos. Desgraciadamente otros agentes sociales y sindicales se han subido al carro mediático para hacer el caldo gordo a un evento, más que gastronómico, cainita, con cristiano final feliz. Pecado y sutil penitencia, arrepentimiento y propósito de la enmienda, con hojas de ruta y prioridades obscenas, de dudoso valor argumental y nimio efecto práctico.
En mayo, dos meses antes, Ihobe (Sociedad Pública de Gestión Ambiental del mismo gobierno) hacía público el informe "Inventario de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero del País Vasco 2017", cuyas cifras no pueden ser más demoledoras. Los datos del último año analizado revelan el aumento de un 5’5 % en las emisiones de GEIs, encabezadas por el sector energético y el del trasporte con una subida del 6 %, sectores que suponen el 65 % del total de emisiones. Todo ello en el país «pionero en el compromiso con el desarrollo sostenible» según afirmó Urkullu sin asomo de sonrojo. Entonces, como no había altavoz, no se oyó el rajar de vestiduras, ni el sesudo análisis grandilocuente, de la comparsa opositora instrumental.
De la misma forma que en la década de los noventa se sumaron –tirios y troyanos- a la letanía del desarrollo sostenible, asistimos ahora a la procesión declarativa de la emergencia climática: Estrategia Ambiental Vasca de Desarrollo Sostenible 2002-2020, Estrategia de Cambio Climático de Euskadi 2015, Estrategia Energética 2030 en 2016… De nuevo las crujientes y desalmadas cifras desnudan la presuntuosidad de sus verdes trajes: las emisiones de hoy (20 millones de toneladas en la CAPV) duplican a las de 1990, cuando comenzaron los festejos ideológicos para ocultar entre nubes de confetis la tormenta perfecta de la insostenibilidad del sistema.
Mucho ha llovido desde entonces, pero agua hirviendo, como en la parábola de la rana: “Si ponemos una rana en una olla de agua hirviendo, buscará saltar y escaparse, si la ponemos en agua a temperatura ambiente se queda tranquila. Cuando aumenta la intensidad del fuego, la rana no hace nada e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta está cada vez más aturdida y finalmente no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo impide la rana termina cocinándose”. Que los paños calientes de las declaraciones buñuelo institucionales y la retórica interclasista de la emergencia climática hoy, como la del desarrollo sostenible ayer, no se conviertan en la adormidera ideológica que nos invita a mirar al dedo que señala la luna.
Los necesarios cambios en el modelo de desarrollo no han venido nunca, ni van a venir ahora, de quienes defienden, impulsan, pactan o transaccionan con los responsables de la rapiña planetaria y la explotación de clase, dos caras de la misma moneda. La crisis climática no es una zarandaja interclasista, es un frente de la lucha de clases. Es apostar por la lógica del valor de uso frente al valor de cambio, por un cambio radical del modelo de producción y consumo, por la reducción de la huella ecológica como antídoto al neocolonialismo, y para empezar, por mirarnos al espejo cóncavo de nuestra cruda realidad.
Toneladas de reflexiones sobre el espacio socioeconómico vasco no han merecido ni medio kilo, aunque sólo fuese en forma de sumidero de CO2, sobre el tejido productivo en Euskal Herria (magnesitas de Navarra, Mercedes, Petronor, Iberdrola,…). Tejido intensivo en capital y energía, de precaria sostenibilidad no sólo ambiental, sino económica y social. Nuestro país tiene tan pegado el capitalismo a su propia piel que todo lo que le duele nos hace sangrar. No se trata de implementar energías renovables de sustitución sino de reducción del consumo energético, no se trata de hacer planes de movilidad sino de articular un transporte público eficaz y atractivo, no se trata de urbanismo sostenible sino de una ordenación del territorio que acabe con los cantos de sirena de Euskal Hiria. No es posible ningún proyecto de construcción nacional de Euskal Herria que merezca ese nombre, sobre el actual modelo de desarrollo.
Alternativas no es de lo que carecemos, sino de una estrategia real de toma del poder más allá de la metadona desarrollista socialdemócrata. Y como esto también son palabras gruesas susceptibles de subir el nivel del mar en Muskiz, igual bastaba por ahora con articular un contrapoder que sea capaz de ir más allá de convocar huelgas probeta en el universo de los océanos mediáticos plastificados. Demasiado golpe ecológico en el pechito desarrollista.