Josu Iraeta
Escritor

Entre el poder y la autoridad

En mi opinión, el PNV debe tener motivos, quizá estén nerviosos, o quizá alguno les está apretando donde duele mucho, pero con todo el rigor y seriedad debo afirmar que, su propuesta me parece vergonzosa

Estamos en tiempos de corregir, son actuaciones de revisión, de certezas y dudas, de planteamientos sanos, de olvidar el «ego» y trabajar. Porque –desde el otro lado– nos hablan y dicen lo que saben está lejos de la verdad. Porque no les importa si engañan o no, tampoco si su prestigio es nulo y si sus proyectos son huecos. Viven para «estar», es así como prolongan su «oficio», así les merece, todo les vale y está calculado. Así amasan fortunas.

Con sinceridad, ¿acaso serviría de algo recordar que hace dos mil quinientos años, en este planeta hubo naciones que desarrollaron sistemas de convivencia mucho más avanzados y progresistas que el actual? ¿Que la democracia era sana y las gentes vivían mejor? ¿Serviría mostrar a nuestra sociedad que cinco siglos antes de Cristo había naciones en que la población se gobernaba a sí misma en asamblea de todos sus ciudadanos? Que todos sus miembros podían ser electos. Que los cargos públicos no eran «elegidos» sino que accedían por sorteo. Que…

Dos mil quinientos años después, no es extraño que se necesiten otros métodos, es evidente, pero, cuánto trabajo hay por delante, cuánta basura hay que barrer.

Todo lo que afirmo en el primer párrafo no sería posible sin el buen hacer de políticos de elegante verbo, largo recorrido y extensa experiencia. Y digo esto, porque, no me negarán que da gusto escuchar al presidente jeltzale Sr. Ortuzar, indicando el camino correcto a unos y otros. Exigiendo dedicación, trabajo y buenas maneras. Debieran escucharle con atención e intentar seguir su ejemplo, ya que es la viva imagen de un hombre sereno, poco dado a los exabruptos y delicado en el trato. Sencillamente magnífico.

No es el único dirigente de esa organización, capaz de dejar perplejo a cualquiera. Incluso posiblemente, sería más interesante para el lector o lectora, iniciar este trabajo reconociendo las virtudes del lehendakari, Sr. Urkullu, pero no sería objetivo, ya que es la Organización y sus mandatarios internos, quienes tienen y ejercen la capacidad de decisión. El PNV, siempre ha sido así. En cualquier caso, dos acreditados representantes del poder político.

Entiendo que, en este país, hablar de violencia con ETA «jubilada» puede generar una cierta sonrisa, pero, es evidente que vivimos bajo un régimen de dictadura de clase, de poder de «clase», que se impone de forma violenta. Porque hoy no es ETA quien ejerce violencia, es el «poder político» quien la ejerce por mediación de un determinado número de instituciones que, aparentemente, no tienen nada en común con él y que aparecen como «independientes», cuando en realidad no lo son.

El poder cuenta con centros y puntos de apoyo «invisibles», desconocidos, de forma que su verdadera solidez y resistencia se puede encontrar, donde menos se piensa. Por tanto, no basta con decir que tras el Gobierno se encuentra el aparato, la «clase» dominante, es necesario ubicar los puntos de actividad, es decir, los lugares y las formas bajo las que se ejerce la dominación.

El poder en su desarrollo requiere de «agentes» que generan mucha riqueza. Agentes a los que una vez una vez demostrada su «eficacia» no resulta sencillo conseguir apartarles de la misma –la riqueza– ,ya que muestran la racionalidad suficiente para, manteniendo intactos sus proyectos e ideologías, conseguir «no ser», sin dejar de serlo, adquiriendo así una notable presencia en otras estructuras.

Y es que la honradez compite con muchas dificultades en la política vasca. Y esto es así a pesar de que el Sr. Lehendakari manifieste que: «la corrupción no encaja con nuestra cultura y nuestros valores políticos y sociales». En mi opinión, en el país de los vascos –el oasis del Sr. Urkullu– no es una muestra de virginidad política. Lamentablemente, pero no lo es.

Es evidente que la falta de credibilidad, no es exclusiva del PNV, por supuesto. Incluyo en el «mismo lote» a organizaciones políticas como PSOE y PP, consciente de que, para cerciorarse de la veracidad de mis aseveraciones, basta con acudir a los juzgados.

De cualquier forma, el más veterano en este poco escrupuloso «ranking» –a excepción del PSOE– es el PNV, quien a lo largo de más de cuarenta años y con el ejercicio de diferentes «protagonistas», y por lo acreditado en diferentes juzgados, cuenta con una considerable estructura estable del reparto del poder que concilia los intereses de una élite vasca, con la política diseñada por el poder central español.  

Sé –porque me lo dijeron hace años– que hemos llegado tarde. Que estamos donde otros llevan «estando» cuarenta años. Estas son reflexiones de quienes hoy proponen un «nuevo status» con garantía de ser aprobado en Madrid.

Esto nos demuestra que el PNV no se esconde, que da la cara, que se retrata y enseña que es artífice y actor de la reforma de la reforma. En mi opinión, el PNV debe tener motivos, quizá estén nerviosos, o quizá alguno les está apretando donde duele mucho, pero con todo el rigor y seriedad debo afirmar que, su propuesta me parece vergonzosa.

Lo vengo afirmando desde hace décadas y ahora, una vez más, el Sr. Urkullu ha manifestado desde su condición de lehendakari, que mantiene su posición y rango; la de mayoral del Oasis. Créanme, me entristece.

Más de cuarenta años disfrutando del favor de unos y otros, con la responsabilidad de gestionar el presente y arriesgando el futuro de millones de vascos y vascas. Controlando a través del sistema, cantidades inmensas de dinero, que debieran administrarse con celo y profesionalidad.

Aceptando los riegos que entraña la gobernanza, y todo ello para qué; pues, para evitar el desgaste del Gobierno de La Moncloa, –el que corresponda en cada legislatura– ofreciéndose como «freno» ante quienes mantenemos el proyecto que defendieron con sus vidas en Durango y Gernika. Buscando el voto español –que garantizan desde Madrid– lo que les permite mantener su gestión Institucional. Esta forma de proceder, es cualquier cosa menos ejercer de «abertzale». Así pues, y visto lo visto, entre el poder y la autoridad, hay mucho que barrer.

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