Imanol Osinaga Gil

Epístola finisecular a la cortesía y al aplauso

Como todo pichichi ya sabrá, sus bienes más preciados son las libertades... ¿Cuálas de ellas, machotes?

Me llena de urcullo y sofisticación ver a la cuadra patria de linfocitos caprinos y pollinos, del Primo, del Franky, del Bribón y del garante de la unidad de la ñapa transicional y Cía., en sus últimos jadeos, descomponiéndose y yaciendo a medida que reaparecen de las cuevas entre valles sin caer, monasterios tropicales y corrales castrenses, junto con las ya tradicionales «erecciones de los exarcas patriarcales en eparquías (sic.) cercanas». Y me es tan grato ornamentarles la cornamenta, el rabo y el traje colorado –que hace juego con el amarillo del fuego– y ofrecerles un descuento grupal para la extrema punción, en conga procesional –tan simple como un bocata de pan– y los merecidos puntos casa –heredables y desgravables– para la semana santurrona, como degustar unas albóndigas caseras de tofú con tomate, comidas una a una con el juanete, como marrano en charco. Hasta las más sádicas patogenias pueden sernos útiles desde sus mezquinas profundidades para confirmar si su torpeza atávica para el aprendizaje viene de serie y/o en qué momento se les inhibió su adaptabilidad –para mí que fue entre el final de la glaciación Würm y el inicio del Holoceno. Antes, pero, sugiero ultracongelar sus partes más nobles, así tal cual, rapidito y sin dolor ni olor, porque, aunque aquel ya lo dijera –que lo podrido cae solo– le faltó apostillar que solo si cuelga, y en casos como este –tan amarrado a las entrañas institucionales como lapa a roca– no cae solo y hay que extirpar. Aunque cupiere también concederles un último deseo –que no lo tengo claro que se lo merezcan, pues llevan años y años quitándonoslos, que el otro día a mí casi me dispersan a Melilla porque en la fotocopia del DNI se veía borroso su felpudo pollar– esto es, su voluntaria disolución apoptótica, que duele menos que una gonartrosis lumbar y no mancha ni tacón, ni corbata ni corbeta –sin pausa, pero con prisa, al unísono con las florecillas, abejitas y cantarines que nos alegran las vidas. Insisto pues, que no sería tan álgico como el sufrimiento que generaron, y que aún perdura en forma de miedos ocultos heredados y convertidos en compulsiones e impotencias de complicado remedio– y sería concedido por el amor misericordioso de la esclava del santo sepulcro, la madre de mi carnicera, Casilda, que padece del síndrome de estoeselcolmo, pues allá por la década mistérica, me asegura una y otra vez con los ojos llorosos y retranqueados en sus cansadas órbitas, que secuestraron su alma, la de sus allegados y la de muchos pueblos colindantes, porque el resto no la tenía. Y que tuvieron que sublimar como pudieron, montando un matadero para poder hacer de su odio y rabia algo constructivo con el que sobrevivir. Que la neurosis aún se la ve, pues cuando se sienta al lado de su portal a mirar la vida pasar, le tiembla la mano fortalecida por tanto macheteo a la frustración, parecida a la mía cuando recuerdo a los grises, marrones, verdes, azules y también negrirojos –ejerciendo de asfixiadores, de electrosolenoides, de aguadiñeros terminales, de quemadores de percepciones, de cruzadores de la anatomía y fisiología atada, de violadores de cuerpos y almas, de perforaojos, de rompenarices y, en fin, de bastardos criminales– acercarse en manada anfetaminada y belicosa... y no es párkinson –aunque me cueste aparcar el buga nuevemetrino y tenga que esperar unos vente minutos en doble fila con el motor en marcha, quel combustible me sale gratis chulapo– es sencillamente mcgvtptvd. Aunque mi inclinación me insista en usar los tres mil novecientos cincuenta y 6.000 kilos de amonak –saludos a las mías– que birlé a Ercros cuando llegué a la mayoría de edad, y a no abandonar mi aspiradora doméstica recortada ni mi boina de asalto fabricados por los holdings de acá –que me hacen aspirar a tanto– asómaseme todavía algún intríngulis por ahí, que por ahora me lo impide. Transformo pues mi hartazgo diario, y mi pulsión a fracturarles las christmas, mediante la caza de plagas de ácaros con las que a posteriori, en el trastero eudaimoniaco que me regaló Diógenes, y en usufructo con la Nasa, analizo sus plurisexualidades por transmutación cuántica aniónizante, que mucho es posible.

Lo natural es el falo en los chicos y la vagina en las chicas, pues así lo dice la naturaleza... ¡por el escroto de Poseidón! Háganse reír de nuevo en el próximo potabus, que me alegran ustedes los días... su naturalidad es lo que les sale del contubernio pulsionado... vaya pedazo de falacia pornoantropoidea –a Hume se le parten las dos cajas y a santa pereza por reproducirse «da jasus do nascimento» se la evapora el êthos– «mardito roedore»... Y claro... «escándalo... esto es un escándalo», porque desde aquí, y visto lo que acontece a diario, los ávidos de consumación y consumo se podrían ver animados aún más de lo que lo hacen, a profanar todo lo que se mueve, que inviolable solo hay uno, y además es tío, primo y patán. ¿En qué higadillo antropozoico cabe decirle a la naturaleza lo que es natural, ¿e?, otra cosa es que la entresaca sea necesaria para hacinarnos en las estupendas y hormigonadas costas mediterráneas con las que ustedes subsisten con tan pervertida penuria.

Aunque Pasífae se dejó apasionar, noormal Lisístrata..., por el toro blanco que Poseidón había regalado al mamporrero monarca minoico –que solamente buscaba aclamación– y puesto que de aquellas cópulas engendraron al Minotauro, a quien luego Dédalo y Ariadna tuvieron que enlaberintar –porque se comía a todo lo que humanamente joven se movía– pudo remediarse con la aparición al coso de Teseo el banderillas. Trabajadoras y trabajadores del Valle social de Amari –que trabajo digno hay patodos, patodas y a patadas– estarán de acuerdo en que hay tanta variedad en lo sexuado como en lo asexuado, en cantidad como en calidad, y todas son tan válidas como naturales, tanto bajo las piedras como en las frondosas yerbas que tiene el pastorcillo bajo, sobre y alrededor de su edén. Siéntanse pues como sexualmente quieran sentirse –o no lo sientan si no lo quieren, mucho peor– y que ya lo dijo el aprendiz a bigotin de Auschwitz del veintitrés efe, «¡siéntense coño!», y que en esto estamos casi todos, pues hay tantas combinaciones posibles como las de las chiquillas y chiquillos del azar de las Christmas del Ildefonso. Por cierto, ya vale de honrar a san Bonifacio... quien en su ímpetu por cristianizar a la «salvaje» Germania –mientras rebanaba su sagrado símbolo, el roble– Thor tronó, el cielo se iluminó y un rayo, que cayó en lo más puntiagudo... terminó por derribarlo. Y a partir de ahí, hacen culto a la pinácea llena de luces, y para mí que el Boni, los mirones y las mironas no supieron interpretar la mala hostia celestial, que buscaba darle las largas, que de las de cruce pocas tenían... pues yahvehs chica como nos va con lo insigne, que nos tienen martirizados también con tol turrón que nos dan con la campana de Gauss. Para las próximas, por tanto, intenten repensar y vuelvan a repensar ad infinitum, que aún hay tiempo, en una ute –o lo que les salga del Iprem– con las estupendísimas vascas de Setebe hiperentaconadas, requeteengalandas hasta los paños menores, en aparente fruición dentolabial –que luego Aquiles se encoge y sale también carisimo– y estiladas por Cosméticos del Peloponeso entre balones y pelotas, anticiclones y borrascas, para seguir siendo tan caritativos como hasta ahora –que me se sale la lagrimilla– y confiscar la guita ajena, pero no para una causa que debiera institucionalizarse de iure, sino para obrones y ladrones grandilocuentes y armamentística baldía, que debieran ser destituidas de facto et ab intestato.

Y puesto que cada ser es de suyo tan adaptable al medio de las contingencias comunes, sobre todo a las que van a su favor, nuestra naturaleza –que no es de nadie– no deja de intentarlo, mas tampoco deja de errar en tantas ocasiones, aunque para ella no suponga fallo alguno, pues es condición de posibilidad, y, por tanto, tampoco infalible, incluso ni aberrante, y a lo sumo lo es nuestra voluntad –que sí que es nuestra– condicionada o no, pues entre el punto g y el 5g, hay mucho donde elegir. Y todo porque la pava y el pavo se liaron en aquel txotx que la natura les brindó, antes de aparecer las y los restantes, y que por mucho bautismo a mí no se me fue el pecado, ni el original ni el imitado –el peninsular– pues debió de ser con vino Don Pimpón, esto ya difícil de saber, porque la Ley de Secretos Oficiales de los Estados Todos me lo niega cada tres por dos. Y qué decir de la voz en off, que me da que lo avisaron a última hora para ese momento de eternidad sin contrato ni naa de naa, que tendría que haber sido indefinido, pues así lo es ella per se, y a la que personalmente agradezco que avisara a Noé para que se fuera por patas...

Como todo pichichi habrá ya intuido, sus bienes más preciados son las libertades... ¿Cuálas de ellas, machotes? ¿la libertad al trabajo que te quitan los que vienen como pueden escapando de tu dios capital y que tienen más agallas que tú y que no tienen otro remedio que aceptar las condiciones de mierda que se les ofrecen para beneficio de sus privilegios? ¿O la de venderles indumentaria y herramienta bélica a minerías y pétreos criminales revientaentrañas, para que quienes puedan huir se jueguen su dignidad a una carta tantas veces trucada y quienes no la pierdan y a quienes lleguen se les cierre la puerta y no tengan otro remedio que usurparles con amor su octavo pazo vacío? que con tanta cementera y con las próximas erupciones socio–volcánicas para un lado del globo –pues en las ínsulas y penínsulas del ayatolaisis, del vaticaño, el majaras, el bartholo y el xinpingypong no se revuelve ni Samuel Colt en sus buenos tiempos– que hace tiempo descífranme con deleite las pitonisas de Fuenteovejuna –y que con tan extrema sagacidad dedujo el Oráculo del FMI, 108 MHz, aunque el índice diarreico-flemático, que no mas acaban de sacárselo de una de las fosas nasales, ya nos lo había augurado en el pluscuamperfecto– me da como que el diferencial de la constante de gravitación universal no va a ser ya tan despreciable. Y cuando sus niñeras encofradas vayan al mercado a comprar los pececillos, pezones y gasterópodos que degustan ustedes entre tanto desperdicio protocolario, trajeado y entaconao, mírenles a los ojitos, y si ya no los tienen, al de sus ortos, porque cada día que consigo levantarme me llegan millares de miradas agónicas ya inmóviles... y más grave aún, sin carné de patrón de yate, ya te digo macho... los alius egos de la Macarrona, del Espinas, del Atascal y de los Tercios del Frac –frackinga ez!– estarán de acuerdo a estas alturas, digo yo, y tú y aquél –y veintiséis millones más que no quieren que se peten los archivos de la impunidad, que ya no cabe ni el Tato– que los bienes más preciados son ver, oír y esparcir la desgracia ajena –para regocijo de lo trivial, que solamente busca su seguridad y que nos resulta menos peor– y contemplar y degustar con ahínco a la pacarosa, al viñajero y sus mequetrefes, a la pacazelaias, que se la ve estupenda, a la peña infiel y a sus estercoleros mediáticos y faranduleros.

Lo que en realidad les pone a estos fusilánimes es aquella que sirve para emparedar a quien entorpezca su depredación, que como pulsión es muy excitante, que yo lo palpo –te lo juro por mi pony moteado y mis pelotas de golf– pero se trata de no idealizarla, a pesar de que el éxtasis del «te cohabito y te aplasto» muy parecido al del «te cohabito y te como» de la mantis religiosa, atraiga mucho. Que instituciones arrebaten las vidas de los demás por un propósito común trilero, mientras se comen tol jamón de Guijuelo, como que no cuadra... más bien porquería. Ni sus tanques, ni sus reactores, ni sus cruceros valen una mierda contra casi nada, si no es contra sus deyectadas y acaudaladas generaciones tardo fascistas, a las que tanto parecen querer. Como mañana ya seré diferente, pues ya no soy responsable de lo que ayer hice. A ver qué me aconsejan los tribunos de la cuchipanda de poderes irrotacionales cuando se me le lleven a ese yo que ayer fui pero que hoy ya no soy. Porque lo que creo que soy, lo que parezco ser y lo que creen que soy solamente coinciden en lo que tanto padezco por ser y estar entre ustedes... y claro, aquí yo ya me lio, o le hago indefinido a Juan sin miedo, que ya lo es intrínsecamente, o le cambio la bujía de platino al Miserati mcd20 dominical, que lo tengo aparcado en el porche del love de tres plantas –ya lo ves, chica– piscina en el tejado a dos aguas y parque temático en conjunción unívoca, osease, to pa mí, con la costa de Miami, mi amol de Florida, EEUU, donde al simio tramposo del tupé se la soplan durante veintidós horas, las otras dos para comerse lo que excreta, y entre tanto mutis por los forros, a la Nancy de silicona se la airean dos robustos y fornidos guarda espaldas hispano-platónicos, en idilio heroico-terciario. En cualquier caso, si quieren seguir dando el turre con lo esencialmente absoluto aún hay plazas en el Sputnik de Musky, que hoy en día hasta Séneca les animaría, pero que sea a otro sistema estelar porfa –ojito que acaso puede que los envenenen, después los hostien, los aleccionen con el método ojinonasal, específico para equiláteros frontales y narices inodoras– y tomen usías ejemplo del primer envío espacial in itinere vasco-íbero, pleno de poiésis y de práxis, con el también Premier astronauta español estrella –aparentemente involuntario, pero que las últimas pesquisas gnoseológicas de la benemérita aseveraran que tenía ya pegados los puntos del suplemento del "ABC"– al Carro Mayor de la Osa, cuyo pationizaje fue inofensivo gracias a la maniobra final de los estertores del copiloto en funciones. Portzierto, no es mi intención aburrirles ab initio con lo escatológico de sus vidas desde otrora enmarronadas, ni tampoco invitarles a la reflexología –que no terminan de materializar ni con la ayuda del Consejo General del Joder Impudicial de tan sobradas pecunias– ya harto cansina, sino inducir a alguna remota excelencia que pudieren sobrevenirles por generación espontánea del bolso del compungido curazao de Naro, con ayuda de la luz primaveral finiquitante que les ofrecemos, que tanto añoramos y que está al llegar... demandaos pues los unos a los otros quel pirulas está muy «quemau»... Que desde que se hizo aquel cursillo offline mutante en Fukushima con las veintixiete pamplonesas más ávidas de aventura secular –actualmente residentes en comuna epicúrea al suroeste del Desunido Reinado de Boris– no las paran ni el RoboCos ni el Rambos, porque aquellas tampoco sienten las piernas, que tienen prótesis hasta en la yugular, y que, además, a sus gatos –de escasos titubeos retráctiles– hace tiempo que les gusta el agua, la no plastificada ni alótropa. No en vano, recordarles que la eudaimonía de nuestro sistema solar, al parecer, solamente se transforma –tanto como nosotras– y está limitada –tanto como nosotros– y que si alguien la echa en falta suele ser, con demasiada frecuencia, porque a algunas y algunos les sobra un potrollón, y con la que, por tanto, no deberían jugar tan ricamente.

Atentamente y muy cansado ya de ser feliz.

Primero yo, luego yo y después también. ¡a exe a exe!

Maite zaitugu Patxi Xabier... gora zure bihotza!

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