Iñaki Bernaola

¿Es Cuba una dictadura?

Porque el engaño de los axiomas de catecismo es que solo se sostienen a base de una intensa campaña de propaganda, encaminada a presentar como indiscutible aquello que se quiere vender

¿Es Cuba una dictadura, o es una democracia? Parece que la pregunta está de moda, a tenor de las últimas noticias propagadas a los cuatro vientos por les medios de comunicación al uso. El ínclito Pablo Casado, sin ir más lejos, porfía que Cuba es una dictadura, al igual que deben de serlo otras países, como por ejemplo Venezuela, que tampoco le caen simpáticos.

No obstante, en ambos países se han celebrado recientemente elecciones: En Cuba, legislativas en 2018 y referéndum constitucional al año siguiente. ¿Qué ocurre entonces, será que Cuba es una dictadura porque solo existe un partido político? ¿Cuántos partidos políticos existen en Venezuela? Y valga otra pregunta: ¿Acaso por existir más de un partido un país es más democrático?

No voy a argumentar en el plano político cosas que otros las han explicado mejor que yo. Mas bien querría incidir en otro aspecto: el de nuestras estructuras mentales, el de nuestra forma de acercarnos a la realidad política, el de nuestros propios criterios para llegar a conclusiones basándonos en unas cosas u otras.

En un artículo reciente que titulaba “axiomas de catecismo” explicaba que existe una corriente filosófica que viene de la antigüedad, y que clasifica el mundo en categorías fijas e inmutables, sin que se explique el criterio que se ha seguido para enunciar una u otra. Ponía en aquel artículo como ejemplo de axioma de catecismo que Franco fue caudillo de España “por la gracia de Dios”, tal y como podía leerse en las antiguas monedas de una peseta. Esto último, naturalmente, no era verdad, aunque en la época de la peseta se presentaba como algo incuestionable. Decía el nazi Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, que a fuerza de repetir una mentira puede acabar pasando por cierta. De hecho, los nazis estaban bombardeando a la población incesantemente con axiomas de catecismo, la mayoría de ellos no solo falsos sino disparatados, para lo cual realizaban un esfuerzo propagandístico enorme a fin de que la ciudadanía acabara creyendo que las cosas eran de una manera determinada, además con carácter inmutable e invariable.

También hoy en día el sistema de poder nos está continuamente bombardeando con axiomas de catecismo, por ejemplo que tal país es o no un estado de derecho, o que es o no es una democracia, o que tal o cual persona es terrorista, etc., a veces sustentados en falsedades tan obvias como las que estamos observando en la reciente campaña propagandística contra el estado cubano. Pero ojo: por mucho que descubramos en algún caso la falsedad de los argumentos utilizados, mientras no seamos capaces de entender la realidad política sin basarnos en axiomas de catecismo preestablecidos estaremos a merced de lo que el sistema nos haga creer. Unas veces no nos engañará, pero otras sí.

Si en un país no hay solo un partido político con opciones de poder sino dos, pero siendo ambos acérrimos partidarios del gran capital; reacios a la sanidad y educación universales y gratuitas; insensibles ante el drama de millones de personas sin vivienda, sin empleo y en situación de pobreza; dispuestos a la invasión de terceros países en favor de sus intereses, e incluso a derrocar gobiernos “enemigos”, podemos tragarnos el axioma de que es un país democrático, pero solo si no somos capaces de juzgar, lo mismo a las personas que a los países, por sus hechos, y no por su imagen.

Porque el engaño de los axiomas de catecismo es que solo se sostienen a base de una intensa campaña de propaganda, encaminada a presentar como indiscutible aquello que se quiere vender. Cuba y los USA, lo mismo que el resto de países del mundo, son en realidad relativamente democráticos y relativamente dictatoriales, independientemente de que tengan un partido político, dos, tres o trescientos mil. Lo importante son los hechos, y esos hechos en cuestión a quién favorecen y a quién perjudican. Observen lo que hace cada país o cada gobierno y en los efectos que esos hechos producen, en lugar de mirar la realidad plagados de prejuicios sustentados por axiomas que de tanto repetirlos una y otra vez han logrado hacerlos creíbles, por muy falsos que sean en el fondo. Para acabar valga un ejemplo: Dicen algunos “liberales demócratas”, que la democracia es el sistema político menos malo de todos, dando por sobreentendido que cuando hablamos de países democráticos quieren decir países capitalistas. Pero ese axioma de catecismo también es falso: la democracia de los países capitalistas en el sistema menos malo para los ricos. Para los pobres, el menos malo es el socialismo. Y para el gran capital, el sistema mejor de todos es el fascismo.

Recherche