Larraitz Ugarte
Abogada

Es hora de retomar el pacto educativo

Podemos decir que ha sido una semana muy prolífica: tenemos Papa en el Vaticano y tenemos acuerdo entre gobierno y sindicatos en la CAV. Del primero no sé qué me puedo esperar, del segundo por de pronto la tranquilidad de saber que mis hijas van a tener clase la semana que viene. Que visto el curso que llevamos no es poco. Aparentemente el primero ha costado bastante menos que el segundo. En esto creo que, a diferencia de los curas católicos, la capacidad negociadora del Gobierno Vasco ha quedado más que en entredicho. Han sido torpes en las formas, soberbios en algunas ocasiones y lentos en los tiempos. Y creo que un gobierno no se puede permitir el lujo de tener a miles de menores y a sus respectivos progenitores con sus vidas patas arriba. Bastante paciencia hemos demostrado. Se sienta en la mesa y se negocia hasta la extenuación, sobre todo cuando sabes que el de enfrente tiene capacidad de aguantar el envite. Mal jugado por error de cálculo. Pero, en fin, aun habiendo costado, el acuerdo ya está y es una buena noticia, qué duda cabe.

Pero en todo este conflicto laboral en el ámbito educativo, que he seguido con mucha atención, poco o nada he podido leer sobre los grandes retos que se subrayaban en el Pacto Educativo que se alcanzó en este lado del país hace bien poco. Y poco o nada he podido ver reflejado en la prensa sobre logros en esas materias en el acuerdo finalmente alcanzado por las partes.

Habrá que ver más allá de la evidente mejora de las condiciones retributivas y laborales del profesorado cómo va a repercutir este acuerdo en la calidad de la enseñanza y en los retos a los que nos enfrentamos como sociedad, como padres y alumnos. Evidentemente, a pesar de lo que piensen muchos, la Educación no lo es todo, ni mucho menos. Pero está claro que un sistema educativo competente ayudaría bastante a tener una sociedad más cohesionada, eficiente, con valores y civilizada (que visto lo visto buena falta nos hace).

Por eso es una pena que, tras el fiasco del desarrollo legislativo con respecto al importante acuerdo educativo alcanzado en el seno de la sociedad vasca, el tema se haya quedado en el congelador sin que nadie se atreva a tocarlo, cuando, tal y como pudimos comprobar mientras se producían las negociaciones, era un tema que apasionaba y “quemaba” a partes iguales.

Se pudo ver que gran parte de la sociedad acogió esperanzada la posibilidad de alcanzar un gran pacto que nos ayudará a tirar para adelante con un modelo educativo mucho más cohesionado, inclusivo y armonizado, y que haciendo un esfuerzo conjunto por un bien común saldríamos tras el debate con una sociedad mejor y más madura. Hubo discrepantes, dudosos y unos cuantos francotiradores que no querían salir de su zona de confort. Tras el intento fallido de derivar en una ley que reflejara el espíritu del pacto muchos de ellos han ido replegando sus posturas. Qué mejor, que cada uno siga en su trinchera como siempre y ya está, que lo otro sólo es para jaleos. ¿Para qué salir con lo a gustito que se está en la zona de confort? Tal es el gustirrinín que nos da el confort y mantener las posiciones “de siempre” que incluso muchos de los que decidieron dar el paso de sacar la patita e implicarse han vuelto a meterla. Y así algunos defendían no hace mucho en estas páginas el pago de las cuotas de las que estaban dispuestos a dimitir y otros han vuelto a las matracas de siempre con discursos llenos de tópicos hasta las trancas. La hipercoherencia está hipervalorada.

Pues bien, habiéndose alcanzado ya si no me equivoco todos los acuerdos en materia laboral tanto en la enseñanza concertada como en la educación pública, creo que es el momento de retomar aquellos debates importantísimos que se plantearon en el pacto educativo, como el euskera, la segregación, el reto demográfico o la planificación del mapa escolar (por no hablar de curriculum y metodologías pedagógicas...).

Espero que la paz laboral nos ayude a pasar de las materias estrictamente de condiciones laborales a centrarnos en las cuestiones comunes y tratar de obtener acuerdos y sobre todo hojas de ruta infalibles para los mismos. Porque los indicadores preocupantes que se pusieron sobre la mesa hacer 2-3 años siguen estando ahí y si me apuráis dichos retos son aún más acuciantes.

Ya no hay excusas. Hay que hacer un gran esfuerzo colectivo. No podemos seguir promocionando desde la escuela una sociedad a dos velocidades, parcheando con índices y baremaciones medidos en función de quién tiene Netflix para establecer las matriculaciones que no acaban con la segregación y solo sirven para frustrar las preferencias de las familias, haciendo caso omiso al bajísimo nivel de euskera que se alcanza en muchos sitios, etc.

Gobierno, partidos, sindicatos y comunidad educativa deben volver a sentarse, recuperar el documento del pacto educativo y empezar a analizar estrategias concretas que sean eficaces. Por eso me pareció tan acertado que este viernes Pello Otxandiano sacara el tema al atril del Parlamento Vasco. Espero honestamente una respuesta positiva por parte del resto de agentes políticos, sindicales y sociales.

Ya no hay excusas; espero que este momento y la ilusión por haber alcanzado gran parte de las reivindicaciones planteadas sirva de acicate al profesorado para que aporte desde su conocimiento y experiencia cómo hacerlo mejor, porque el margen de mejora es amplio y con una buena dosis de ambición podemos llegar a sentirnos de verdad orgullosas de nuestro sistema educativo.

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