Iñaki San Sebastián Hormaetxea

Ética individual, ética social

Sin ser experto en la materia, diría que son dos caras de una misma moneda que dan mucho juego al debate político. Los tertulianos utilizan esta doble ética a su conveniencia, justificando algo o exigiendo algo a alguien, arrimando siempre el ascua a su sardina,.... perdón, a su discurso. Vayamos por partes.

En cuanto a la forma de entender una ética individual, válida para todos los ciudadanos del mundo, diría que podemos estar básicamente de acuerdo. Matar jamás tiene justificación. Se puede morir por salvar a alguien o por defender algo, pero in ningún caso matar. Ahora bien, donde realmente estoy confuso es al tratar de entender la ética social o colectiva, de los pueblos y naciones.

Veamos. ¿Dónde están los mayores fabricantes de todo tipo de armas destinadas a matar personas, en forma masiva o individualizada?. La respuesta no sé si es sorprendente o vergonzante. Están precisamente en América del Norte y Europa, tanto del oeste como del este. Curiosamente se trata de pueblos ricos y poderosos, en teoría cristianos, en los que se predica eso de.. poner la otra mejilla, envainar la espada, el 5º no matar, etc..¿Tendríamos que llamarles cainitas, a nivel planetario, por su eterna cruzada mortífera contra quienes amenazan sus privilegios? ¿Quién es el responsable final de tanto latrocinio y muerte? ¿Los líderes económicos, políticos y religiosos que manipulan a la gente con intenciones perversas? ¿Los ejecutores finales de cada muerte individual o masiva? ¿Tienen derecho a rasgarse las vestiduras quienes, manejando una ética social a su medida, aprueban el hacer negocio vendiendo armas para matar? ¿Lo tenemos quienes, blindados en nuestro bienestar material, nos conformamos con soltar una lagrimita de cocodrilo, ante catástrofes como la de Lampedusa?

España y Euskal Herria no se han sido inmunes a esta cultura de la muerte. En ambas naciones, una ética social subjetiva ha llegado a justificar, en innumerables ocasiones, determinadas muertes. Al parecer es algo inevitable, en el contexto de conflictos políticos vividos y que siguen viviéndose, con más o menos intensidad. Lo que no parece aceptable es que se juegue a dos cartas. Se suele justificar la prepotente violencia de ataque española, desde una ética social que ampara en todo momento una cruzada defensora de determinados valores, entre ellos la sagrada unidad territorial. Sin embargo, la violencia de respuesta de quienes les plantan cara, se juzga desde la ética individual del... no matarás. Por ejemplo, matar comunistas o independentistas, hasta hace poco te hacía merecedor de medallas españolas. Sin embargo, las muertes ocasionadas por cualquier tipo de violencia de respuesta, desde la izquierda o el separatismo, es siempre terrorismo puro y duro.

A estas alturas del conflicto, ya sin sangre de por medio, en el caso HERRIRA se ha vuelto a vivir un episodio lamentable. La redada fue contra una serie de personas de una ética individual respetuosa con las leyes españolas. Su pecado ha sido no ajustarse a la ética social que se les trata de imponer. Por este camino no vamos bien. La impresión, desde Euskadi, es que el Gobierno español no quiere arreglar el problema y para justificarse se limita a pedir, machaconamente, cosas imposibles. Por ejemplo, pide a un colectivo de personas de ética individual, llamémosle legal, que renuncien a su historia y a sus legítimos objetivos. Piden arrepentimiento a un gudari al que, en su pueblo natal, se le recibe como a un héroe. ¿Cómo va a considerarse a sí mismo terrorista, en medio de entusiastas ongi etorri’s?

Los demócratas de este primer mundo opulento tendríamos que estar de acuerdo en algo evidente. Entre nosotros, matar o extorsionar por la unidad de la patria, es igual de inaceptable que hacerlo por la independencia. Mesedez, revisemos nuestra ética social, seamos demócratas de verdad, dejémonos de hipocresías y aprovechemos el cambio de estrategia del MLNV, para avanzar hacia una convivencia en paz, anclada en la justicia.

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