La literatura representa el uso del lenguaje en su grado más elevado, más puro y más connotativo. Nos hace asomar al exterior los pensamientos y realizaciones más altas del espíritu humano. Conocerla es también un deber del hombre moderno, por su progreso social y como placer para toda persona con un mínimo de sensibilidad. Es obvio que a una persona que carece de cultura, de amplitud de miras, de capacidad lingüística, la literatura le dará de lado, pues no la entenderá. Este tipo de gente es más proclive a los culebrones venezolanos, fotoromances, y otros seriales de la caja tonta, con los que se extasían. Fuera de esas escenas clichés, comportamientos y pasiones consabidas y previstas, la historia se rechaza.



La literatura, la verdadera literatura no es eso, es una propuesta de libertad que hay que acoger con espíritu abierto y la mente ancha. Es obvio que cuanta mayor sea nuestra cultura en mejor disposición estaremos para comprenderla y apreciarla. También está claro que cuanto más leamos más se ampliará nuestra capacidad e interés por la misma. 



El sistema de sociedad que tenemos juega en nuestra contra, porque nos ha preparado para lo fácil, procura darnos todo mascado para arrebatarnos la iniciativa y la capacidad de pensar. La televisión, por ejemplo, no nos permite reflexionar, muestra imágenes acompañadas de conclusiones interpretadas a su conveniencia, hurtando de esta manera que el espectador saque las suyas propias.  



Como colofón diremos que la literatura nos exige un esfuerzo en el que se forja la inteligencia, la capacidad lingüística, crítica y creativa del ser humano. Animamos a conocerla, aparte de mejorar la personalidad, una vez nos impregnamos de ella, nos reporta un placer no comparable al de cualquier otra disciplina, ya que la literatura como el lenguaje todo lo abarca: desde el buen uso del idioma, el resto de las artes, la psicología, sociología y el universo entero en el que nos desenvolvemos, en el que el lenguaje y la literatura son llevados a un grado de perfección que se convierten en Arte.



Lenguaje, expresión hablada, y literatura, expresión escrita, son espejos en los que se reflejan los valores, triunfos, y antivalores, fracasos, de una época y en última instancia de una cultura, que tiene un tiempo de auge y luego desaparece (Spengler).