¿Golpe de Estado en Catalunya en 2017?
¿En septiembre/octubre de 2017 se dio un golpe de Estado en Catalunya? No. ¿Por qué no? Pues sencillo, los golpes de Estado se dan para la toma de poder, ¿se produjo en Catalunya una toma de poder como el 13 de septiembre de 1923? No. ¿Intento de secesión entonces? Pues ese sería el supuesto. Pero todo fue declarativo. No pasó nunca de ahí. Y lo que es «peor», jamás tuvieron intención de ir más allá. ¿Cómo se puede aseverar eso? Pues porque si uno lee las dos leyes aprobadas en septiembre de ese 2017, podrá ver el uso de la unilateralidad con la finalidad de buscar una bilateralidad efectiva con el Estado español, es decir, lo de escalar para desescalar. Y no les salió bien, porque enfrente estaban firmemente atornillados en no dar absolutamente nada «a los catalanes», habiendo sido política del PP desde la oposición el firmazo contra los catalanes (por una serie de preceptos que en el estatut catalá fueron recurridos, pero aplaudidos y votados favorablemente en Valencia y Andalucía), dando como resultado la sentencia de 2010 y la no negociación del pacto fiscal de 2012 (y por el lado catalán bueno, crearon unos cuentos y se los creyeron, que tener razón le da a uno la legitimidad para que se la reconozcan sin tener que hacer absolutamente nada). Por lo tanto, ¿cómo debemos considerar esos hechos? Para mí, desde el otro lado del prisma al del españolista medio, juzgaría a Puigdemont y toda la cuadrilla por traición a Catalunya y los catalanes. Si sabían que no iban a llegar hasta el final, ¿para qué embarcar a todos y quedarse en la playa? Capitán Araña. Ir al borde, donde reside el límite de lo legalmente admisible, como era esa consulta, tanto la de 2014 como la de 2017, esta última siendo imposible de certificar (con el añadido de que en realidad los piolines no fueron para evitar que se votara, sino para evitar que votasen unos cuantos, y eso lo lograron).
¿Qué es lo ilegal? Lo que no hicieron. Porque hacer no hicieron nada. Ni quitar la bandera española del Parlament ni de Palau. Nada. ¿Cómo se ejerce una independencia no haciendo nada? Sí, la declararon, aparentemente. Para dejarla en suspenso a unos segundos. ¿Esto es un riesgo? Claro. En todo este tiempo me he dado cuenta de que una inacción puede ser también una acción. Los mercados se tranquilizaron por una simple declaración de Mario Draghi. Y eso me lleva a entender que alguna reacción jurídica tenía que haber. ¿Cuál? Pues algunos pudieran haber abogado por algo proporcional, pero querían desde el españolismo militante, en el juego de espejos, algo ejemplarizante. Para impedir que nada parecido se reprodujese. Un castigo notable. Algo, que, por cierto, no se hizo con los de 1981 en los juicios de campamento, apañados con la revisión del supremo. Y es que el asunto es que Catalunya y los catalanes siguen ahí. Fue horrible el 3 de octubre con el discurso de Felipe VI dando a entender que esos 2, 3 millones que habían participado de las manifestaciones, diadas, voto «independentista» (luego se vio que no era tal, sino procesista, una burbuja muy cómoda para los de a favor y los de en contra, porque simplifica su acción política) eran ajenos al corpus político español. Con unas palabras los expurgó y los expulsó del hecho de ser españoles y los situó, se posicionó, enfrente, no de los líderes que habían montado el sarao, sino de todos ellos. Ergo las cosas se han hecho mal, muy mal. El legado es discursivo. Y el hecho de la necesidad o de bombardear Barcelona cada 50 años, o intentar superar con acuerdos amplios que respondan a resolver los temas pendientes que los había, los hay y los habrá. Artur más fue con una lista. Puigdemont fue con una lista. De agravios. ¿Otras comunidades tienen el suyo? Sí. Y cada cual ha de defender lo suyo. Esos agravios no han desaparecido. Y quien quiera a Catalunya y los catalanes debe afrontarlos. Allá donde se pueda hacer algo por ello. Pero se ha simplificado todo. Los que están a favor del procesismo, con decir si a la independencia no necesitan explicar los temas del día a día, ni categorizar ni proponer.
Los que están en contra simplemente tienen que decir que están en contra de la independencia y que Catalunya ha sido España desde que Josep Piqué bufanda española en mano en Altamira esperaba a cantar algún gol del otro piqué y poder votar por Mariano Rajoy. No hay que pactar ni negociar nada. Una burbuja perfecta, salvo que seas catalán, porque lo que iba a responder a un hecho objetivo como era el riesgo de decadencia de Catalunya, al final, ha agudizado y profundizado esa realidad, de la que aparentemente no se puede escapar. Salvo que se rompa el procesismo y se vaya a un escenario nuevo, con nuevas reglas. Y en ese esquema de cosas es donde tendría sentido tanto los indultos como las amnistías como un nuevo modelo de financiación, para dar herramientas para un escenario distinto. Ah, si, una cosa más. Quien quiera realmente la independencia no va de decir sino de hacer. De asumir riesgos y sufrimientos. De secesión, como George Washington, que no quiso tomar el poder en Londres, sino largarse. No hay más que leer la declaración de independencia, y la justificación de los motivos, cosa que pocos hacen. Y eso supone incurrir en la vía de los hechos. Lo realmente grave no es decir que vas a matar a alguien, es intentarlo o hacerlo. El major crime está ahí. Y que hay un requisito imprescindible. En la Europa Occidental, se basa esa legitimidad en votos. Adhesión popular. Con el estándar de Montenegro y su referéndum de 2006. ¿Llegó alguna vez el independentismo/procesismo a superar el 50% del censo? No. Nunca, jamás. Pobre base para justificar un saltarse la legalidad, que nunca se produjo ni nunca estuvo previsto. Con esos mimbres solo se puede intentar introspeccionar una causa de arrepentimiento y propósito de enmienda. ¿Con España y la legalidad? No. Con quienes recibieron una promesa y no fue cumplida. La palabra dada debe importar. Solo desde ese punto de vista, la brecha entre elector y electo, políticos/ciudadanos y representantes, no será grande, y la desafección no será una problemática que pueda evitar el camino para que los extremismos de los que ofrecen el oro y el moro sin necesidad de justificarse ni probar nada. Decir y cumplir. Sabiendo que, en cualquier caso, todo tiene consecuencias. Alea jacta est.
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